Cultura

Faltó orquesta

Fernando Lozano dirige la Filarmónica de Jalisco en la interpretación de obras de Chopin, Schumann, Felipe Espinoza y Blas Galindo

GUADALAJARA, JALISCO.- Lástima: el sexto programa de la primera temporada del año de la Orquesta Filarmónica de Jalisco (OFJ) -denominado, por aquello de los centenarios, “México de mis amores”- parecía el mejor confeccionado de todos: equilibrado, atractivo y con dos estupendas obras de respaldo: el Concierto para piano y orquesta número 2, de Chopin, y la Sinfonía número 4, de Schumann. Además, había director: Fernando Lozano, actual titular de la Sinfónica de Xalapa…

Sin embargo, como el programa propone y la orquesta dispone, el idilio, pese a la estupenda respuesta del público -otra vez sala casi llena en el Teatro Degollado-, se frustró porque las exigencias de las citadas obras de respaldo exhibieron las limitaciones características de la OFJ: excesos en los metales en Chopin e insuficiencias de calidad, intensidad, sonoridad y brillantez en Schumann. Se admite que es demasiado pedir que la OFJ esté a la altura de los paradigmas consabidos (las orquestas de Berlín, Viena o Múnich), pero parecería razonable que tuviera menos altibajos y estuviera, al menos, a la altura de algunos de sus propios desempeños en un pasado reciente.

En pocas palabras: las obras elegidas fueron demasiada partitura para tan poca orquesta.

La nota aprobatoria, por amplio margen incluso, se consiguió en el Concierto para percusiones y orquesta, de Felipe Espinoza, que abrió el programa. Los cuatro cuadros de la obra (México, África, Estados Unidos y Brasil) fueron un torrente fresco de musicalidad. El propio autor, en la batería, dio un “show” de virtuosismo. Además, contó con la complicidad del equipo de percusiones de la OFJ y de la batuta de Lozano para un alarde de coordinación. Ahí, en los escasos pasajes melódicos, la orquesta cumplió. Fue una fiesta.

Elena Camarena ejecutó el Concierto número 2 de Chopin. Su primer movimiento se quedó en el terreno académico: correcto, pero sin alma; con más preocupación por las notas (y lo peor: por el chicle: un pecado mortal en una artista que, según el programa de mano, “radica en Alemania” e “imparte cursos y seminarios de perfeccionamiento pianístico en el extranjero”). El segundo fue lo mejor de la noche: un portento de pasión, ternura y energía. El tercero, mancillado por los metales, que sonaron como de banda de kiosco pueblerino, no se salvó de imperfecciones de digitación e insolvencia de volumen en la parte final. Los aplausos fueron de cortesía: como corresponde a un resultado inferior a las expectativas.

Se completó el programa, al inicio de la segunda parte, con el Poema de Neruda, de Blas Galindo: una obra apacible, para cuerdas, premiada con palmas indecisas y tibias.

Con el mismo elenco, el programa se repite este mediodía, a partir de las 12:30 hs.

Jaime García Elías
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