Cultura

Expertos hablan sobre las campañas de fomento a la lectura

Echar a andar programas de promoción a la lectura es tarea urgente, pues los datos nacionales e internacionales muestran que los índices del país son bajos

CIUDAD DE MÉXICO (29/ENE/2011).- “Leer para aprender”, “Diviértete leyendo”, “Menos face y más book”, “Cuando despiertes vas a querer leer. Una, dos, ¡tres!”, “Mi libro es más grande que el tuyo. Libros para hombres” y “Por favor lee” son algunos de los lemas que podrían quedar en el imaginario colectivo y generar el hábito de la lectura en México, donde apenas se lee 2.9 libros al año, según la Encuesta Nacional de Lectura realizada en 2005.

Echar a andar programas de promoción a la lectura es tarea urgente, pues los datos nacionales e internacionales muestran que los índices del país son tan bajos que apenas se logra ser el penúltimo de una lista de 108 naciones.

Y aunque el sueño de todo creativo de la publicidad es que sus campañas permanezcan en la memoria y sean tan contundentes que pasen a la historia y se queden grabados para siempre, como lo han logrado lemas como “No se puso el cinturón”, “La familia pequeña vive mejor”, “¡Ciérrale!” y “Ponga la basura en su lugar”, los eslogans de fomento a la lectura requieren más que un frase bien hecha, necesitan programas de promoción muy sólidos.

La frase de que una imagen dice más que mil palabras en el fomento a la lectura no es tan cierta o por lo menos es a la inversa. En México, se han emprendido programas de fomento a la lectura con frases rimbombantes como “Hacia un país de lectores” pero los datos han mostrado los pocos avances.

En el año 2000, cuando el gobierno de Vicente Fox emprendió ese programa, México obtuvo 422 puntos en las pruebas Pisa (Programa Internacional de Evaluación de Estudiantes) de comprensión de lectura de la OCDE, cifra que decreció en 2003 y 2006, cuando tuvo 400 y 410, respectivamente.

Para Felipe Garrido, especialista en fomento a la lectura, un lema por sí solo no puede cambiar nada. “Ojalá hubiera habido un programa de lectura que respaldara el lema ‘Hacia un país de lectores’, pero lo que sucedió en el gobierno de Fox es que no había nada que respaldara el lema, era un lema vacío y no pasó nada, en todo caso perdimos terreno durante ese sexenio”.

Por su parte Juan Domingo Argüelles,reconocido estudioso de la lectura en México, dice que los lemas no sirven para nada, en tanto no tengan un sustento efectivo e imaginativo. “Lo malo es que así como no hay imaginación para incentivar el gusto por la lectura, y los programas oficiales sólo recurren al rollo obligatorio de siempre de ‘leer para aprender’, ‘leer para crecer’, ‘leer para ser mejores’, de este mismo modo no hay imaginación en los eslóganes. Los eslóganes por sí solos son simples vaciladas”.

Él ha advertido que, algún día, echarán mano del conocido grito de batalla de Paquita la del Barrio para poner en un cartel: “¿Me estás leyendo, inútil?”, y señala que las advertencias sanitarias de que el alcohol es nocivo para la salud no han logrado que haya menos alcohólicos, ni las imágenes y advertencias sobre los daños que producen los cigarros ha logrado menos fumadores.

“Un lema no sirve para nada en tanto no esté acompañado de un sustento social, educativo y cultural. La campaña de Gandhi es muy buena, porque va acompañada de un sustento de la lectura placentera y, obviamente, está dirigida a personas que tienen un vínculo con la cultura escrita. Es también imaginativa. Pero la campaña del Consejo de la Comunicación Voz de las Empresas es horrorosa, estereotipada y hecha por personas que se ve que tienen muy poca idea de la lectura y de los libros”.

El segundo, de abajo para arriba


Según un reporte de la ONU de 2006, México ocupó la posición 107 dentro de 108 países enlistados en cuanto a hábitos de lectura. De acuerdo con ese índice, Japón ha desarrollado el hábito de la lectura entre el 91% de su población, Alemania lo ha logrado con el 67% de sus habitantes y Corea del Sur con el 65%, pero en México sólo el 2% de la población tiene el hábito de la lectura.

Los datos son reveladores. Si la Encuesta Nacional de Cultura de 2005 señala que los mexicanos leen 2.9 libros al año, un estudio de la ONU de 2006 habla de que sólo son 2 libros al año los que se leen y el INEGI, en su Encuesta Nacional sobre Uso del Tiempo 2002, mostró que el tiempo promedio dedicado por la población para leer cualquier texto es de sólo 1.2 horas semanales.

Ante este panorama, hay variedad de acciones para promover la lectura. La más reciente es la que emprendió hace unos días el Consejo de la Comunicación con la SEP, denominada “Leer para aprender”, “Diviértete leyendo”, que tiene más de 60 voceros, entre cantantes, actores, deportistas y conductores que invitan con frases como “Leer es mi acto favorito”, en boca de Ana Claudia Talancón; “Leer nos enloquece”, con los integrantes de OV7; o “Leer me prende”, con ex líder de Fobia.

Tanto Felipe Garrido como Salvador Villalobos, presidente ejecutivo del Consejo de la Comunicación, aseguran que este grupo de personalidades, a los que se irán sumando otros tantos, sí tienen el hábito de la lectura, que no están actuando ni dan mensajes falsos.

Garrido afirma que la del Consejo es una buena campaña de lemas, sobre todo porque la respalda un programa que la SEP ha arrancado en el DF con las mil 600 escuelas que atiende, llamado “Leemos mejor día a día”.

Es verdad que la calidad de la educación se encuentra por debajo de los estándares internacionales. Las diferentes evaluaciones muestran que los niños tienen poca capacidad de análisis y entienden muy poco lo que leen. Lo confirman las pruebas PISA de 2000, 2003, 2006 y 2009, que han evaluado a más de 400 mil estudiantes y en la que México ocupa los lugares más bajos.

Para Argüelles, en materia de fomento a la lectura “todo se queda en buenas intenciones y en falsas ideas”. Él asegura que la escuela podría hacer mucho por la lectura, pero la hacen tarea escolar. Y que en general los programas institucionales de lectura funcionan a partir de esa obsesión que hay del “bajo índice de lectura”, y no a partir de “la necesidad de formar una sociedad educada, crítica e informada que, si lo es, obviamente comprendería de inmediato que el índice de lectura de un país no puede estar mejor que su sistema educativo y su ambiente cultural”.
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