Cultura

En la morgue con Martha Pacheco

Una retrospectiva de la pintora será albergada a partir de septiembre en el MAZ

GUADALAJARA, JALISCO (18/JUL/2011).- “Ese año -2006- hubo muchos suicidios”, dice Martha Pacheco. En la morgue que visitó para su trabajo conoció el cuerpo de tres que decidieron morirse. En esas visitas, la pintora tapatía se dedicó a fotografiar los restos de personas  y el proceso de las autopsias para después llevarlos al lienzo en una serie, que por primera vez se expondrá en el Museo de Arte de Zapopan (MAZ) en septiembre próximo.

Martha Pacheco (Guadalajara, 1957) recuerda que de los siete cadáveres elegidos para la serie, los tres hombres se quitaron la vida, mientras el resto, las mujeres, murieron en accidentes. Explica que siempre pensó que eran personas y había que tenerles respeto, por lo cual optó por cuerpos que no fueron reclamados. “Sería difícil para un familiar ver a su pariente en una acción tan fuerte como una autopsia”, señala.
“Mi proceso era muy claro: la autopsia”, expresa la artista que nunca intentó saber cómo era la vida de los hombres y las mujeres que ahora están plasmados en sus cuadros.

En el estudio de la pintora todavía hay un cuadro en mediano formato que no está concluido, pero los pinceles y los trazos permiten ya ver lo que será. Es el busto de un hombre sobre la plancha, su rostro está cubierto por su piel doblada desde el cráneo hasta  la barbilla, lo único expuesto es su cerebro y oreja cubierta de sangre. El lienzo recargado en la pared tiene de frente un carrito de metal, donde están los óleos, los pinceles, las estopas y las fotografías de la morgue, todo revuelto como señal del trabajo constante de la artista.

La serie Siete voces para una autopsia cuenta con el apoyo de Carlos Jiménez Vizcarra, coleccionista del trabajo de Martha Pacheco, quien expresa que le gusta más dibujar porque se relaja más en comparación con la pintura.

La artista tapatía no ha presentado su obra desde varios años por estar concentrada en su trabajo, el cual se ha expuesto en diversos espacios del país y del extranjero. Dice que una pieza le tomó dos años, mientras mira hacia el gran ventanal, que comunica su estudio con un patio, que tiene una fuente, ahí Negra, su perrita, espera a que las visitas se vayan para regresar al interior de la casa. Negra sólo quiere jugar, pero la artista prefiere que esté en el patio, mientras ella responde las preguntas de una entrevista, las cuales no le gustan en lo general, pero accede y se toma su tiempo para estructurar sus ideas sobre su reciente trabajo, como un pescador que entre el mar de palabras busca atrapar las adecuadas.

La nueva serie Siete voces para una autopsia es parte de la gran retrospectiva, organizada por el espacio museístico que dirige Alicia Lozano, quien explicó que se mostrarán más de un centenar de piezas.
La exposición, que es la primera que indaga en el trabajo plástico de la tapatía, mostrará diversos momentos como las series Los exiliados del imperio de la razón y La banda de los desalmados.

Además, la muestra Pacheco, cuya inauguración está programada para el 14 de septiembre, tendrá un catálogo editado por Roberto Rébora.

-¿Siete voces para una autopsia es similar a su trabajo anterior?
No tiene que ver. Es una serie, un proyecto, que planeé hace cinco o seis años,  y se llama Siete voces para una autopsia. Es el proceso de una autopsia con sus imágenes principales y secundarias, tomé fotografías a siete cadáveres por eso lo llamo Voces… porque tienen relación con las fugas de Bach.

En las fugas entra una voz principal, la autopsia, y las otras van haciendo una especie de contrapunto con las imágenes principales.  

El cadáver principal lleva un proceso, casi todo ese proceso está hecho en pintura y en formatos más pequeños… Se supone que las voces secundarias tienen un seguimiento de melodías y ritmos que están basados en la voz principal.  
 
-¿Cómo eligió a los personajes de sus cuadros?
No los elegí. Fueron cadáveres no reclamados. Tomé nueve rollos de fotografías con una cámara viejita, pero no todas podían estar en los cuadros.
 
-¿También le gusta la música, Bach en particular?
Sí. Tengo dos versiones de El arte de la fuga, de Bach. Es una obra muy complicada. Parece que está sin terminar y se puede ampliar más el tema de lo que estoy haciendo con las mismas fotografías que tengo.
 
-¿Es decir que seguirá esta serie?
Sí.
 
-¿En la universidad conoció la música de Bach?
No, desde antes yo conocí la música de él. Fui a la Escuela de Artes Plásticas, pero no fue ahí donde conocí más obra de Bach, sino en la Escuela de Música. Estudié durante dos años guitarra, sólo el instrumento, iba a los talleres de los domingos, cuando los alumnos daban su servicio social y enseñaban algún instrumento a la gente que quería aprender como pasatiempo.   

Aprendí algunas cosas, además pertenecí a un grupo de difusión de la música clásica contemporánea hace como 30 años.
 
-¿Y hace 30 años, ya había comenzado a pintar?
Ya estaba en la Escuela de Artes Plásticas. No recuerdo, porque no terminé la carrera, pero seguí pintando.  Mi primera exposición fue como en 1982 o 1983.
 -¿Desde su primera exposición, ya le interesaba plasmar la locura y la muerte?
Yo trabajaba otras cosas, muy al azar, hice una serie de tintas. Fue mi primera exposición en la Casa de la Cultura Jalisciense.
 
-¿Cómo llegó a los temas que han definido su trabajo plástico?
-(Pasa un avión y la pintora se toma varios segundos para responder) Después de esas tintas yo empecé a tratar de desdibujar mis personajes para lograr composiciones más dinámicas y parece como si los personajes flotaran y estuvieran en diagonal.
 
-¿Cómo en los sueños?
No. El surrealismo no me gusta. Me gusta el hiperrealismo. Eran personajes que yo tomaba de fotografías, de revistas, de periódicos… Y los ponía en situaciones distintas como desnudos en la calle, usaba el contraste urbano.
 
-¿Por qué optar por los cadáveres como personajes?
Tuve mucha influencia de Francis Bacon, ahora no tanta. Él utilizaba animales muertos y tiene que ver con la locura de la vida y el final. En un principio, pinté animales muertos.

Otra cosa muy importante es que tuve una gran influencia de Javier Campos Cabello (Guadalajara 1958-1994). Él era un año menor que yo y por él conocí a Bacon.
 
-¿Ahora, técnicamente, en qué momento se encuentra?
Sigo con las mismas técnicas carbón y óleo. Siento que cada cuadro es un mundo y no hay recetas para hacer cuadros de tal o cual forma. Y cada cadáver tiene sus particularidades y cada autopsia es distinta en algunas cosas, según la apreciación del médico.
 
-¿Al estar frente a los cuerpos, pensaba algo?
Era muy fuerte porque las fotos no captan lo que realmente es una autopsia. El resultado final es muy diferente, no es lo mismo ver una autopsia que ver una foto o una interpretación pictórica.

Por ejemplo, mis fotos están mal tomadas, salen verdosas, era una cámara de rollo, viejita, salieron distorsionadas de la luz y de la imagen porque usé un gran angular. Yo hubiera querido que fueran documentos –los cuadros- pero no sé si lo logré.  
 
-¿El trabajo de la serie Siete voces para una autopsia confronta la muerte?
Sí, pero no tanto, porque una confrontación real con la muerte sería que caminara por el periférico a la medianoche vestida de negro y con la cara pintada de negro, pues no me voy a ver. Ahí sí estoy confrontando realmente la muerte, aquí la veo como alguien que murió por equis causa. Tengo que deslindarme del  personaje, sino no puedo hacer nada.

El dato  
 
Martha Pacheco nació en Guadalajara, en 1957. Estudió en la Escuela de Artes Plásticas de la Universidad de Guadalajara (UdeG). Fundó con otros creadores el Taller de Investigación Visual y formó parte del grupo artístico llamado Servicio Médico Forense.

Su trabajo se ha expuesto en espacios de la ciudad, del país y del extranjero.

''Cada cuadro es un mundo y no hay recetas para hacer cuadros de tal o cual forma.''
Martha Pacheco,
Pintora
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