Cultura
Elena Poniatowska es de papel
La presentación de la más reciente publicación de la autora es el pretexto para conversar sobre el periodismo y sus alcances, una profesión que no ha dejado de lado
Entre los caminos rústicos, emerge una casa cerca de la capilla del santo que cambió a la milicia por la Iglesia. Una puerta blanca separa a los desconocidos del interior. Fuera, pocos imaginan que ahí vive la escritora y periodista Elena Poniatowska. La bienvenida la dan los árboles con varios de limones en sus ramas y un amigable perro negro, muy negro.
Algunas horas antes, Poniatowska estaba en el Palacio de Bellas Artes, en el corazón de la capital. Ahí presentó a los medios a una mujer brava, jalisciense, una dama de carácter dominante que logró apaciguar a Diego Rivera, gigante del muralismo mexicano.
Dos veces única, se lee en la portada del ejemplar que reposa sobre la mesita de la sala. La casa es una biblioteca: Libros por doquier —incluso en el baño, confiesa Elena—, cada uno único, como Guadalupe “Lupe” Marín, protagonista de esa historia.
Lupe Marín yace en la mesa, mira al lector con una vista fija, en blanco y negro. Si las fotografías a color hubieran existido a finales de la Revolución Mexicana, Lupe enseñaría los furiosos y apasionantes ojos verdes —a veces de un tono azulado— que mostró a Poniatowska en las entrevistas y diálogos que la escritora recolectó para “Dos veces única”.
“Es un trabajo periodístico. Soy periodista”, afirma sonriente Elena Poniatoswka sentada en un sillón de su sala. A veces se acercan el extrovertido Monsi y el tímido Váis, los gatos que dejó un célebre cronista de la Ciudad de México al morir.
—Elena Poniatowska creció con los acontecimientos que marcaron México, como el terremoto del 85 o la matanza de estudiantes en el 68, ¿Más adelante contempla escribir sobre episodios tan relevantes como el caso Ayotzinapa?
—Creo que no, es demasiado doloroso. Ahorita que tuve que escribir un artículo sobre el terremoto sufrí mucho, volví a vivir lo que había visto y sentí que ya no tenía la fuerza. Creo que hay mucha gente joven que lo puede hacer mejor que yo. Ya he participado en artículos sobre Ayotzinapa, pero no creo tener la fuerza para hacerlo.
—Estos episodios marcaron la historia, ¿cuando trabaja sobre esos hechos siente la tragedia?
—Sí. Cuando ocurrió lo del terremoto acabé en el hospital muy mal porque estuve cuatro meses en la calle y cuando paré me dio una depresión muy fuerte como escritora, como mujer, como madre.
—¿Cómo ve la situación actual en el país?
—La situación está de la patada. No merecemos los dirigentes que tenemos. Va todo de mal en peor. Creo que es importante leer la tragicomedia de José Agustín porque nos da toda la historia de cómo hemos caído al fondo del precipicio.
—¿Y cómo percibe a los nuevos periodistas?
—Todos dicen que la situación es durísima. Los egresados se dirigen a los medios electrónicos, nadie ya va a pedir trabajo a un periódico. No sé si los periódicos están llamados a la extinción, toco madera, porque creo en los libros como objetos y creo en el periodismo en papel. Soy de las que lee el periódico en la mañana. Leer todos los días un periódico es parte de la educación de un país, de un pueblo y hemos fallado mucho en la educación.
—¿Considera que a través del trabajo periodístico se educa a la gente?
—Trato de hacer mi oficio. No puedo decir si soy buena o mala. Sí te puedo decir que es mi oficio desde 1953, estamos en 2015, son muchísimos años y la repercusión no la sabes, realmente no la palpas. No sé qué huella podemos dejar los periodistas. Este oficio es un trabajo como el de un carpintero o un cartero, aunque de esos ya no hay, espero que no desaparezcan los periodistas. Es un trabajo que tratas de hacer lo mejor posible dentro de tus capacidades.
—¿Cómo imagina el futuro del periodismo y la literatura en papel?
—Tengo kilos y kilos de libros en mi casa, lo vamos a cuidar lo mejor posible. Tengo muchísimos libros aquí abajo en la sala, arriba y hasta en el baño. No sé qué vaya a pasar con el papel. Yo soy de papel, amo el papel, amo los libros.
LUPE, LA MUJER TERRIBLE
—Elena, ¿“Dos veces única” es un trabajo periodístico?
—Lo veo como un trabajo que tiene que ver muchísimo con el periodismo. Si yo no hubiera sido una periodista no hubiera podido entrevistar a Guadalupe Marín. Si te acercas y dices que trabajas para determinado órgano y enseñas la credencial, ya te hacen caso, pero si solamente vas y dices “la admiro, la admiro”, pues te mandan por un tubo.
—Hace unos días decía que Lupe Marín era la antítesis de la mujer abnegada...
—Lupe era de Jalisco, de Zapotlán el Grande, después se fue a Guadalajara. Cuando supo de Diego Rivera dijo “yo me caso con ese hombre”. Después le dijo a José Guadalupe Zuno, suegro de Luis Echeverría, quien la pretendía, que le diera dinero. Él le prestó 50 pesos, se los regaló, para que ella se fuera sola al Distrito Federal. Era valiente.
—¿Hasta qué punto convergeN la ficción y la realidad en este libro?
—Esta es una realidad que finalmente pasa a la ficción para que se recuerde a una mujer que no es Frida Kahlo; ya todos hemos oído de Kahlo. Lupe es otro tipo de mujer, a ella se la pudo haber tragado Frida Kahlo, porque sobre Frida han corrido ríos y ríos y ríos y ríos de letras.
—¿Le gustaría escribir de otros personajes históricos?
—Ahorita ya quisiera escribir más lo mío, porque tengo guardados cuentos y todo. Pero fíjate que los cuentos que han salido tienen muchísima menos repercusión. A mí me reconocen más por lo que he hecho en la crítica a la política mexicana que como cuentista o novelista.
—¿Algunas mujeres podrían verse reflejadas en la historia de Lupe Marín?
—Algunas, no todas. Las mujeres somos mucho menos atrevidas que Lupe Marín. Ella era terrible, tiene algo de María Félix, te puede mandar al carajo.
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