Cultura
El legado del prolífico escritor chileno José Miguel Varas
Además de los escenarios literarios, de su pluma, deja su vida plena como enseñanza, como testimonio y como herencia
-Fallece el escritor José Miguel Varas
SANTIAGO, CHILE (25/SEP/2011).- Con su partida nos deja su vida, porque detrás del Premio Nacional de Literatura, año 2006, del prolífico autor y periodista; de la voz de los sin voz desde la lejana Moscú en tiempos de la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990), el de la reconstrucción democrática de Chile, el hombre de radio y de batallas políticas por la democracia, estaba el hombre pleno.
Así de cruel es la vida cuando se asoma la muerte y nos arrebata lo querido, lo indispensable, lo cercano.
Así de sabia es la vida, porque aún en la etapa postrera, nos colma de imágenes, de recuerdos, de experiencias, de la presencia del ser querido, del hombre pleno, infinito, que fue José Miguel (12 de marzo de 1928—23 de septiembre de 2011), 'Jota Eme'.
Están sus diversas dimensiones, pero detrás, o junto en realidad, a su Premio Nacional de Literatura, de las distinciones que fue recibiendo en Chile y en el mundo, por los méritos de su extensa bibliografía, está el hombre esencial.
Está por cierto su nervadura personal, la de un hombre de familia, de ternura, de hijos, de nietos, de allegados diversos, de camaradas, de amigos, con los cuales cultivaba una relación a pesar de las distancias y los exilios.
Varas fue un militante, desde su juventud, de las causas de la democracia, de la justicia social, del pensamiento libre, de una revolución que se inspiraba en ideales nobles como esos de La Internacional: 'Que la tierra dé todos sus frutos/dicha y paz a nuestro hogar,/ que el trabajo sea el sostén que a todos/ de su abundancia hará gozar'.
Incluso cuando las circunstancias lo marginaron de las filas del Partido al que entregó sus esfuerzos, su capacidad y su creatividad – algo particularmente doloroso e injusto en su vida- nunca dejó de mantener sus ideales, su compromiso, su lealtad a lo esencial: el pueblo, sus luchas, sus esperanzas.
Por eso vibraba, con una esperanza plena de alegría, con la lucha de los estudiantes por un cambio en el sistema, por la profundización de la democracia, por la pasión libertaria de los jóvenes, el brote de una creación sin limitaciones ni dogmas.
Así también como disfrutaba y sentía la pasión del tango, el ritmo contagioso de la cumbia, el sentido popular de la cueca chora, del sentimiento romántico del bolero o la profundidad conceptual, la inmensidad esteparia y la épica de Dmitri Shostakóvich, o el mensaje sinfónico y coral de Ludwig van Beethoven.
Disfrutaba de una buena conversación como de un buen vino y se sentía a sus anchas en un asado junto a los suyos- que eramos todos los que llegábamos a su mesa- en las tertulias cotidianas que organizaba con esmero y amor, Iris Largo, su eterna compañera enamorada.
Famosas son aún las 'cumbiaterapias' bajo cero, en su casa en Moscú, donde acogían a medio mundo, es decir a quien se asomara por allí en los duros trances del exilio, de la clandestinidad, para sobrellevar la nostalgia de la patria, de la familia lejana, y el dolor por tantas pérdidas. O las heridas de la prisión y la tortura.
Nada de la vida le era ajeno, en realidad. Por eso irradiaba humanidad en gestos y sus actos.
En Moscú, en el espacio humano, político y profesional que fue el programa 'Escucha Chile', de Radio Moscú, entre 1973 y 1990, José Miguel Varas, desplegó talento y compromiso y todas sus cualidades humanas.
Fue el alma, la cabeza fría y el corazón ardiente de una tarea apasionada, cotidiana, de las 24 horas, de una de las páginas de oro del periodismo chileno de todos los tiempos, de la lucha por la democracia, de la solidaridad internacional, de la denuncia de la dictadura y sus crímenes, la voz de los que no tenían voz, la tribuna de todos quienes luchaban- en la escena internacional y en las barricadas, en La Bandera o La Victoria o en Paris y Estocolmo, por la democracia, por la justicia, por la verdad.
La contribución de José Miguel Varas a la recuperación de la democracia en Chile, a la consolidación de un movimiento solidario y de ayuda económica y política, en todos los países de la diáspora chilena, aun no ha sido plenamente reconocida ni valorada.
'Escucha Chile', bajo la conducción de Varas, fue el medio de comunicación 'chileno', que la dictadura, a pesar de su odio y la saña con que lo persiguió, nunca pudo acallar.
Al mismo tiempo permitió a todos los sectores que contribuyeron, desde sus distintas perspectivas a la derrota de la dictadura y dar espacio a la reconstrucción democrática de Chile, entregar sus mensajes al país.
En medio de esa tarea estaba José Miguel Varas, siempre animoso, siempre serio (hasta su sentido del humor permanente tenía un rasgo de seriedad hasta que explotaba o el sarcasmo o la buena risa), siempre responsable, exigente, fraterno y acogedor, haciendo del compromiso ético, profesional y humano que emanaban de su humanidad y su talento, un testimonio a seguir, un impulso, un estímulo para emular.
Lo cierto es que tan trascendente como las páginas que escribió, donde testimonió su amor por el pueblo y sus personajes entrañables, como en Porai o 'Elena y Galvarino, o en 'Chacon, en 'Las Pantuflas de Stalin', o la imaginación del Coreo dee Bagdad' y sus cientos de cuentos, fueron las historias, anécdotas y aventuras las que protagonizó en primera persona.
Por eso, además de sus personajes literarios, de los escenarios literarios, de su pluma, deja su vida plena como enseñanza, como testimonio y como herencia.
SANTIAGO, CHILE (25/SEP/2011).- Con su partida nos deja su vida, porque detrás del Premio Nacional de Literatura, año 2006, del prolífico autor y periodista; de la voz de los sin voz desde la lejana Moscú en tiempos de la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990), el de la reconstrucción democrática de Chile, el hombre de radio y de batallas políticas por la democracia, estaba el hombre pleno.
Así de cruel es la vida cuando se asoma la muerte y nos arrebata lo querido, lo indispensable, lo cercano.
Así de sabia es la vida, porque aún en la etapa postrera, nos colma de imágenes, de recuerdos, de experiencias, de la presencia del ser querido, del hombre pleno, infinito, que fue José Miguel (12 de marzo de 1928—23 de septiembre de 2011), 'Jota Eme'.
Están sus diversas dimensiones, pero detrás, o junto en realidad, a su Premio Nacional de Literatura, de las distinciones que fue recibiendo en Chile y en el mundo, por los méritos de su extensa bibliografía, está el hombre esencial.
Está por cierto su nervadura personal, la de un hombre de familia, de ternura, de hijos, de nietos, de allegados diversos, de camaradas, de amigos, con los cuales cultivaba una relación a pesar de las distancias y los exilios.
Varas fue un militante, desde su juventud, de las causas de la democracia, de la justicia social, del pensamiento libre, de una revolución que se inspiraba en ideales nobles como esos de La Internacional: 'Que la tierra dé todos sus frutos/dicha y paz a nuestro hogar,/ que el trabajo sea el sostén que a todos/ de su abundancia hará gozar'.
Incluso cuando las circunstancias lo marginaron de las filas del Partido al que entregó sus esfuerzos, su capacidad y su creatividad – algo particularmente doloroso e injusto en su vida- nunca dejó de mantener sus ideales, su compromiso, su lealtad a lo esencial: el pueblo, sus luchas, sus esperanzas.
Por eso vibraba, con una esperanza plena de alegría, con la lucha de los estudiantes por un cambio en el sistema, por la profundización de la democracia, por la pasión libertaria de los jóvenes, el brote de una creación sin limitaciones ni dogmas.
Así también como disfrutaba y sentía la pasión del tango, el ritmo contagioso de la cumbia, el sentido popular de la cueca chora, del sentimiento romántico del bolero o la profundidad conceptual, la inmensidad esteparia y la épica de Dmitri Shostakóvich, o el mensaje sinfónico y coral de Ludwig van Beethoven.
Disfrutaba de una buena conversación como de un buen vino y se sentía a sus anchas en un asado junto a los suyos- que eramos todos los que llegábamos a su mesa- en las tertulias cotidianas que organizaba con esmero y amor, Iris Largo, su eterna compañera enamorada.
Famosas son aún las 'cumbiaterapias' bajo cero, en su casa en Moscú, donde acogían a medio mundo, es decir a quien se asomara por allí en los duros trances del exilio, de la clandestinidad, para sobrellevar la nostalgia de la patria, de la familia lejana, y el dolor por tantas pérdidas. O las heridas de la prisión y la tortura.
Nada de la vida le era ajeno, en realidad. Por eso irradiaba humanidad en gestos y sus actos.
En Moscú, en el espacio humano, político y profesional que fue el programa 'Escucha Chile', de Radio Moscú, entre 1973 y 1990, José Miguel Varas, desplegó talento y compromiso y todas sus cualidades humanas.
Fue el alma, la cabeza fría y el corazón ardiente de una tarea apasionada, cotidiana, de las 24 horas, de una de las páginas de oro del periodismo chileno de todos los tiempos, de la lucha por la democracia, de la solidaridad internacional, de la denuncia de la dictadura y sus crímenes, la voz de los que no tenían voz, la tribuna de todos quienes luchaban- en la escena internacional y en las barricadas, en La Bandera o La Victoria o en Paris y Estocolmo, por la democracia, por la justicia, por la verdad.
La contribución de José Miguel Varas a la recuperación de la democracia en Chile, a la consolidación de un movimiento solidario y de ayuda económica y política, en todos los países de la diáspora chilena, aun no ha sido plenamente reconocida ni valorada.
'Escucha Chile', bajo la conducción de Varas, fue el medio de comunicación 'chileno', que la dictadura, a pesar de su odio y la saña con que lo persiguió, nunca pudo acallar.
Al mismo tiempo permitió a todos los sectores que contribuyeron, desde sus distintas perspectivas a la derrota de la dictadura y dar espacio a la reconstrucción democrática de Chile, entregar sus mensajes al país.
En medio de esa tarea estaba José Miguel Varas, siempre animoso, siempre serio (hasta su sentido del humor permanente tenía un rasgo de seriedad hasta que explotaba o el sarcasmo o la buena risa), siempre responsable, exigente, fraterno y acogedor, haciendo del compromiso ético, profesional y humano que emanaban de su humanidad y su talento, un testimonio a seguir, un impulso, un estímulo para emular.
Lo cierto es que tan trascendente como las páginas que escribió, donde testimonió su amor por el pueblo y sus personajes entrañables, como en Porai o 'Elena y Galvarino, o en 'Chacon, en 'Las Pantuflas de Stalin', o la imaginación del Coreo dee Bagdad' y sus cientos de cuentos, fueron las historias, anécdotas y aventuras las que protagonizó en primera persona.
Por eso, además de sus personajes literarios, de los escenarios literarios, de su pluma, deja su vida plena como enseñanza, como testimonio y como herencia.
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