Cultura

El jardín de las palabras

Rodolfo Hinistroza y Pura López Colomé se presentan en el Salón de la Poesía de la FIL

GUADALAJARA, JALISCO (04/DIC/2013).- Día a día, el Salón de la Poesía corre el riesgo de repetirse. Los elementos que lo componen, como en un jardín a primera vista, son los mismos: meseros y meseras de chaleco atildados, edecanes con buenas piernas y expresión de extrañamiento, en las paredes los anuncios del tequila patrocinador y, tras los autores, el logo de la FIL impreso en la pared, junto al nombre del país invitado por turno: para el caso, Israel, cuyo nombre ha desatado en esta ciudad las más extremas pasiones de sólo mencionarlo.

Aislado el salón del trajinar de periodistas, lectores, autores y curiosos de todas las edades por gruesos cristales que recuerdan el silencio de las peceras, el escaso público que admite el espacio alfombrado se dispone a escuchar a quien leerá –si todo sale bien– como pez en el agua. El día anterior tocó el turno a uno de los poetas peruanos más significativos, Rodolfo Hinostroza, y en esta ocasión en el estrado comienzan a colocarles el micrófono a la invitada Pura López Colomé y a su presentador, Daniel Saldaña.

Daniel se ve joven aunque con aspecto formal, más bien adulto; mientras que Pura, nacida en noviembre del 52, de pantalón y blusa negros, saco gris, cabello corto y peinado hacia su izquierda, lentes modernos y elegantes color negro y turquesa, dice de sí misma, sonriente, hallarse en la tercera edad. La ganadora del premio Xavier Villaurrutia 2007 –junto con Elsa Cross– por su libro Santo y seña estrena este año sus Poemas reunidos 1985-2012, un volumen de nada menos que 324 poemas, donde prescindió de uno que otro de sus primeros ensayos.

Ayer, Pura y Daniel entrabaron una conversación que rozaba lo familiar. Daniel hizo una pequeña semblanza de ella, para luego evocar el jardín que la poeta visita generalmente los fines de semana en una fría montaña en Cuernavaca, “una construcción cultural del paisaje” donde es difícil mantener algunas especies. La poeta observó, a su vez, que su huerto “nada tiene que ver con la botánica estilística”. Allí crecen mangos sin fruto, higueras, aguacates, orquídeas…

Rodeados de margaritas amarillas y color cereza que poco a poco abandonan las bandejas para quedar vacías sobre mesas de madera oscura, los poetas leen en ocasiones a dos voces, a instancias de la poeta y traductora, como aquél titulado “Letanía en el huerto”. “Cada quien tiene su letanía en su propio huerto”, subraya Pura, y algo más: “La música del poema es intraducible. No explico los poemas. La poesía explica la poesía, lo que hay que hacer es leerla”.
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