Cultura

El cuentacuentos del camión hizo parada en la FIL

Hace un año era uno entre los cientos de ambulantes

GUADALAJARA, JALISCO (05/DIC/2013).- Llegó a la FIL por uno de los caminos más entretenidos de la vida: antes fue terapeuta de ancianos, maestro, guardia de seguridad en un fraccionamiento privado, vendedor de pañales en un tianguis. En todos esos oficios don Alejo se sentía el más desdichado del mundo. Ahora es el “sembrador de cuentos” más feliz.

Alejandro Ruiz ha encantado con sus relatos a la gente que se acerca, desde el lunes pasado, al puesto de Cultura de Zapopan en la feria. Es muy curioso, porque los que más se le acercan son los adolescentes. Ayer uno reconoció: “Yo te he visto en el camión”, le dijo con bastante familiaridad.

Y con mucha razón. La parada del cuentacuentos en la FIL es rara. La mayor parte del tiempo, Alejandro, psicólogo de profesión, viaja en autobús. Ahí relata historias y fomenta la lectura. Le paga el Ayuntamiento de Zapopan.

No siempre fue así. Hace apenas un año era uno entre los cientos de ambulantes que cada día se trepan a los camiones de la ciudad, con la esperanza de ganarse unos pesos. Don Alejo se distinguía entre la bola porque él no vendía discos compactos ni libros de naturismo ni pomada para los callos. Él narraba cuentos.

De cómo llegó a los autobuses urbanos podría hacerse un cuento. El resumen es que el psicólogo tenía dos años buscando empleo. En esas había hecho de todo. Una tarde de desesperanza pasó por una librería de usado, junto con su esposa Mayra Durán, socióloga. Libros era lo único en lo que la pareja invertía. Compraron Consejos dorados padres e hijos, de Juan Pablo Valdés. Tal vez el título los atrapó porque su primer hijo tenía seis meses de edad. Se metieron a la Biblioteca Iberoamericana a leerlos y ahí se les ocurrió la idea que los salvó de una pobreza más absoluta de la que vivían.

Se salieron de la biblioteca, ensayaron una o dos veces y se transformaron en cuentacuentos urbanos. Su primer sueldo fue de 180 pesos.

Don Alejo pasó meses dispersando los cuentos por los camiones. También invitaba a la gente a leer. Hasta le aplaudían. En uno de esos autobuses iba la promotora cultural de Cultura Zapopan, Pilar Posada. Le echó el ojo y lo invitó a continuar el oficio, pero con un sueldo.

Servicios y Transportes le dio una credencial que lo acredita como sembrador de cuentos en sus camiones (el 275, 13, 24, 163 y 161). Como encontrárselo a bordo es difícil, hay tiempo de verlo en el puesto de Cultura Zapopan, donde estará las tardes del jueves y viernes.
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