Cultura
El Kunstmuseum de Basilea se rinde a Gabriel Orozco
El museo más importante de Suiza reconoce al creador mexicano, cuyos trabajos son ya clásicos del arte contemporáneo
Museo de Arte Moderno (MoMA) de Nueva York al
Kunstmuseum de Basilea. El artista mexicano de espíritu nómada Gabriel Orozco (Jalapa, Veracruz, 1962) cruza el océano Atlántico para mostrar a partir de este domingo en Suiza una amplia retrospectiva en la que se pueden ver piezas como La DS (1993), una de las obras más reconocidas del autor y que protagoniza un auto Citroen reducido a dos tercios de su tamaño original por el creador, dándole al vehículo una singular forma y sensación de velocidad.
Minuciosamente espontáneos y heterogéneos, además de “renovar” la escultura, sus objetos abarcan un espectro de técnicas y disciplinas que se resisten a la categorización y lo han convertido en uno de los principales exponentes de su generación, la última del siglo XX, y a ser considerado uno de los 10 creadores más importantes e influyentes del mundo, y uno de los renovadores de las artes plásticas de los últimos años.
Gabriel Orozco hace que algo común se vuelva poesía. Puede ser la foto de un balón de futbol desinflado sobre el asfalto gris, convertido en un cuenco, o un auto que partió en dos y luego unió para transformarlo en un monoplaza.
La retrospectiva que le dedica el Kunstmuseum de Basilea examina dos décadas de trabajo, con más de 80 obras que revelan cómo el artista deambula libremente y de manera fluida entre el dibujo, la fotografía, la escultura, la instalación y la pintura para crear un conjunto heterogéneo de objetos. Obras que en su conjunto reflejan una carrera que en la actualidad tiene base en México, Nueva York y París, aunque fue forjada en años de viajes alrededor del mundo, haciendo y mostrando su trabajo.
Pese a que Gabriel Orozco creó cada objeto en respuesta a una ocasión o lugar específicos, el contexto de una exposición le brinda una nueva resonancia. Así, obras aparentemente no relacionadas dialogan entre sí a través de motivos y metodologías en común.
Quienes ofician en el arte contemporáneo saben que su nombre tiene eco en los “templos” más importantes del arte y tras su paso por el MoMA de Nueva York y el museo más importante de Suiza, la obra de Gabriel Orozco continuará su gira internacional por el centro Georges Pompidou de París (de septiembre de 2010 a enero de 2011) y la Tate Modern londinense (de enero a abril de 2011).
– ¿Cómo dar la carga poética a elementos de la vida diaria?
– Al recuperar los objetos, trato de extender sus funciones originales. Trato de entender las cualidades de los materiales con los que están hechos estos objetos “familiares” y trato de conservar su razón como objetos funcionales. El resultado de esta “recuperación” es, a veces, una especie de accidente funcional, como la imagen extendida de un charco en la calle por el que se puede navegar en bicicleta en el reflejo del cielo o una pelota ponchada que se convirtió en un recipiente invertido que contiene agua, además de aire.
– Parece ser muy paciente. ¿Hasta qué punto su obra está preconcebida?
– Soy paciente cuando estoy interesado trabajando, cuando estoy inventando algo, aunque, a veces, me divierten más los trabajos mecánicos repetitivos que las labores en las que se tiene que tomar una decisión a cada instante. Me encanta trabajar viendo futbol. De hecho, no soy tan paciente, sólo cuando hago más de tres cosas a la vez y todas me interesan mucho.
– ¿Qué tan importante es que los objetos tengan una carga que queda impresa en la gente por el uso o por su cercanía?
– El resultado poético o emocional o el sentido del humor en un objeto transformado por un artista corren en gran medida a cargo del espectador cuando lo recibe. El artista lo intenta, pero es poco probable que el resultado de su obra genere algo poético o emocional o siquiera chistoso. No es nada fácil. Sucede poco, en realidad, y nunca sin la ayuda del espectador.
– ¿Cómo escoge un tema?
– Siempre escojo tema libre. Luego empiezo a notar que se repiten siempre mis mismos temas libres. Entonces, me pongo a pensar en qué se me antoja hacer en ese momento. Por ejemplo, salir a caminar, porque el día está soleado y la luz está bien para observar qué pasa alrededor y tomar fotografías. Así, saco mi cámara y me voy de paseo. Más que el tema libre, trato de encontrar o escoger el momento indicado. El tema llega solo, después de encontrar la situación indicada.
– En un mundo saturado de imágenes, ¿dónde radica el poder de las suyas?
– Trato de que sean sintéticas, de que tengan varios niveles de lectura y confronten desde diversos ángulos la percepción y la conciencia del espectador. Están cargadas de información, pero, al mismo tiempo, son relativamente simples en apariencia. Creo que eso intriga y puede molestar también.
– ¿Vive el arte como algo divertido o, por encontrario, lo sufre?
– Es bastante divertido para mí. Creo que se nota que mi trabajo fluye fácilmente y que estoy muy ocupado en mis investigaciones geométricas callejeras. Me lo paso bien, aunque tengo que admitir que toma su tiempo liberarse de la presión de los demás, especialmente de algunos de mis paisanos que me quieren convertir al cristianismo para verme sufrir y así, finalmente, hacer buen arte sacro y serio. Definitivamente, hay gente que prefiere ver sufrir al artista para creerle. Pero, como diríga John Cage, “son preferibles las risas del público que las lágrimas”.
– ¿Cómo define su trabajo como artista?
– Tengo 47 años y aún no lo sé. Cambio mucho mi trabajo y, honestamente, ni mi esposa sabe lo que voy a hacer mañana por la mañana, aparte de llevar a mi hijo Simón a la escuela, claro.
“El arte es bastante divertido para mí. Creo que se nota que mi trabajo fluye fácilmente”.
Gabriel Orozco, artista contemporáneo.
BRASILEA, BRASIL.- Del
Minuciosamente espontáneos y heterogéneos, además de “renovar” la escultura, sus objetos abarcan un espectro de técnicas y disciplinas que se resisten a la categorización y lo han convertido en uno de los principales exponentes de su generación, la última del siglo XX, y a ser considerado uno de los 10 creadores más importantes e influyentes del mundo, y uno de los renovadores de las artes plásticas de los últimos años.
Gabriel Orozco hace que algo común se vuelva poesía. Puede ser la foto de un balón de futbol desinflado sobre el asfalto gris, convertido en un cuenco, o un auto que partió en dos y luego unió para transformarlo en un monoplaza.
La retrospectiva que le dedica el Kunstmuseum de Basilea examina dos décadas de trabajo, con más de 80 obras que revelan cómo el artista deambula libremente y de manera fluida entre el dibujo, la fotografía, la escultura, la instalación y la pintura para crear un conjunto heterogéneo de objetos. Obras que en su conjunto reflejan una carrera que en la actualidad tiene base en México, Nueva York y París, aunque fue forjada en años de viajes alrededor del mundo, haciendo y mostrando su trabajo.
Pese a que Gabriel Orozco creó cada objeto en respuesta a una ocasión o lugar específicos, el contexto de una exposición le brinda una nueva resonancia. Así, obras aparentemente no relacionadas dialogan entre sí a través de motivos y metodologías en común.
Quienes ofician en el arte contemporáneo saben que su nombre tiene eco en los “templos” más importantes del arte y tras su paso por el MoMA de Nueva York y el museo más importante de Suiza, la obra de Gabriel Orozco continuará su gira internacional por el centro Georges Pompidou de París (de septiembre de 2010 a enero de 2011) y la Tate Modern londinense (de enero a abril de 2011).
– ¿Cómo dar la carga poética a elementos de la vida diaria?
– Al recuperar los objetos, trato de extender sus funciones originales. Trato de entender las cualidades de los materiales con los que están hechos estos objetos “familiares” y trato de conservar su razón como objetos funcionales. El resultado de esta “recuperación” es, a veces, una especie de accidente funcional, como la imagen extendida de un charco en la calle por el que se puede navegar en bicicleta en el reflejo del cielo o una pelota ponchada que se convirtió en un recipiente invertido que contiene agua, además de aire.
– Parece ser muy paciente. ¿Hasta qué punto su obra está preconcebida?
– Soy paciente cuando estoy interesado trabajando, cuando estoy inventando algo, aunque, a veces, me divierten más los trabajos mecánicos repetitivos que las labores en las que se tiene que tomar una decisión a cada instante. Me encanta trabajar viendo futbol. De hecho, no soy tan paciente, sólo cuando hago más de tres cosas a la vez y todas me interesan mucho.
– ¿Qué tan importante es que los objetos tengan una carga que queda impresa en la gente por el uso o por su cercanía?
– El resultado poético o emocional o el sentido del humor en un objeto transformado por un artista corren en gran medida a cargo del espectador cuando lo recibe. El artista lo intenta, pero es poco probable que el resultado de su obra genere algo poético o emocional o siquiera chistoso. No es nada fácil. Sucede poco, en realidad, y nunca sin la ayuda del espectador.
– ¿Cómo escoge un tema?
– Siempre escojo tema libre. Luego empiezo a notar que se repiten siempre mis mismos temas libres. Entonces, me pongo a pensar en qué se me antoja hacer en ese momento. Por ejemplo, salir a caminar, porque el día está soleado y la luz está bien para observar qué pasa alrededor y tomar fotografías. Así, saco mi cámara y me voy de paseo. Más que el tema libre, trato de encontrar o escoger el momento indicado. El tema llega solo, después de encontrar la situación indicada.
– En un mundo saturado de imágenes, ¿dónde radica el poder de las suyas?
– Trato de que sean sintéticas, de que tengan varios niveles de lectura y confronten desde diversos ángulos la percepción y la conciencia del espectador. Están cargadas de información, pero, al mismo tiempo, son relativamente simples en apariencia. Creo que eso intriga y puede molestar también.
– ¿Vive el arte como algo divertido o, por encontrario, lo sufre?
– Es bastante divertido para mí. Creo que se nota que mi trabajo fluye fácilmente y que estoy muy ocupado en mis investigaciones geométricas callejeras. Me lo paso bien, aunque tengo que admitir que toma su tiempo liberarse de la presión de los demás, especialmente de algunos de mis paisanos que me quieren convertir al cristianismo para verme sufrir y así, finalmente, hacer buen arte sacro y serio. Definitivamente, hay gente que prefiere ver sufrir al artista para creerle. Pero, como diríga John Cage, “son preferibles las risas del público que las lágrimas”.
– ¿Cómo define su trabajo como artista?
– Tengo 47 años y aún no lo sé. Cambio mucho mi trabajo y, honestamente, ni mi esposa sabe lo que voy a hacer mañana por la mañana, aparte de llevar a mi hijo Simón a la escuela, claro.
“El arte es bastante divertido para mí. Creo que se nota que mi trabajo fluye fácilmente”.
Gabriel Orozco, artista contemporáneo.
Síguenos en