Cultura

Don Mario lector de caras y detector de robado

Un experto en actitudes sopechosas que recorre las ferias del país

GUADALAJARA, JALISCO (08/DIC/2013).- “Si me viste te reíste, si no me viste te jodiste”. Así define don Mario su oficio en la FIL Guadalajara, la más difícil de todas las que conoce. En las otras ferias, presume, él es el que manda en su puesto, en una de las librerías más prestigiosas de Iberoamérica. Acá no. Acá se transforma en un detector. ¿En un detector de qué?

Después de más de diez años de feria en feria por el país, don Mario es un especialista en leer las caras de los que salen por montones del puesto que montó su editorial.

Si los de la Mozad tuvieran unos quince Marios como este en la Expo Guadalajara, el Comité Organizador de la FIL se habría ahorrado la instalación de aparatos detectores de cosas raras en la entrada del recinto.

Don Mario lee caras por cientos y miles al mismo tiempo. “Es un trabajo estresante, no crea. Lo de menos es estar de pie todo el día.

Lo que friega es el cansancio mental, la gente pasada de lanza, el escaneo de los rateros especializados no de los nuevos; esos son fáciles”, suspira con un acento defeño, mientras se jala hacia atrás el cabello canoso.

Sus asistentes jóvenes deben hacer el mismo trabajo, parados sobre unas sillas que instalaron en las salidas del puesto.

Los chicos llevan puestas camisetas fluorescentes y fruncen la cara. Don Mario mantiene un perfil bajo y conveniente. Se postra, como si en eso le fuera la vida, al ras del piso, relajado. Desde ahí escanea rostros, manos, envoltorios, bolsas sospechosas, actitudes, sudor, disimulación, descaro.

Busca la mirada de los sospechosos, buscando ahí mismo la vista gorda.

¿Cómo los reconoce? Algunos vienen en parejitas, muy abrazados y se pasan el material por el costado del vientre.

Otros comienzan a hablar por celular cuando desean salir bien librados del puesto y del hurto. Varias señoritas se ponen poca ropa para que sus partes descubiertas cubran el crimen.

“¿Sí me permite revisar que trae entre los periódicos?”, le pide a una mujer que jala a un niño en cada mano. La mujer reacciona dócil al principio y encorajinada después.

Accede de mala gana. Entre los periódicos trae unos libros que no son de esta editorial.

Don Mario echa la cabeza para atrás. Está estresado. “Hay de todo, viera… De-to-do”. ¿También hay viejecitas dulces que jalan maletas llenas de mercancía robada? “Hasta eso la mayoría son jóvenes con cara de intelectuales. Mujeres con tremendas bolsas… Como la usted. No se vaya a ofender: ¿me deja ver que trae ahí?”.
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