Cultura

Diego Luna deja oír su aullido en la FIL

Las fotos fueron inevitables, aunque se pidió a los asistentes no tomarlas

GUADALAJARA, JALISCO (29/NOV/2012).- El Salón Enrique González Martínez está a reventar. Varios de los asistentes a la lectura dramatizada del poema "El Aullido" se decepcionan al quedarse fuera.  

"Ya no deberíamos dejar pasar a ninguna joven en edad reproductiva", comenta una encargada de seguridad.  

A las 20:00 horas, el local comienza a vibrar con la música de Jaime López y Diego Luna sale a escena; el público, entre el que destacan las mujeres, aplaude.  

Ruidos leves, la escena se convierte en Nueva York. El actor hace algunas jugadas de ping pong con Jaime López, antes de pronunciar las emblemáticas palabras: "He visto a las mentes más brillantes de mi generación...".

Tras la primera parte, Jaime López interviene con un furioso jazz, prepara todo para el regreso de la voz de Diego.

Luego, un silencio acordado invade el foro, se extiende como una niebla. El público, emocionado, se compenetra con cada gesto del actor. Algunos de los más jóvenes muestran sorpresa ante el crudo contenido sexual y político del texto.

"Yo no conozco para nada el poema", dijo antes de entrar una de las chicas asistentes. Sus amigas celebraron con risas tímidas la confesión de Laura. "Sólo venimos por Diego", aclara otra joven.

Pero no todo está lleno de fanáticas de Diego, algunos también vienen a disfrutar la música de Jaime López. Otros tantos son incondicionales de la poesía: quieren ver "El Aullido" cobrar vida en una voz distinta a la propia.  Uno de ellos trae su ejemplar del libro y sigue la lectura a la par de la actuación. Al mismo tiempo, su acompañante femenina comienza a dormirse en el hombro de él.

Diego recorre el auditorio e interactúa con el público. Las fotos son inevitables, aunque se pidió a los asistentes no tomarlas.  

Tan súbitamente como empezó, el viaje a la sombría y convulsa Nueva York concluye. El público aplaude, emocionado. Algunos lucen confusos y otros satisfechos, pero ninguno indiferente. Las puertas del salón se abren, es momento para ellos de volver a su propia realidad.  

EL INFORMADOR / EDNA MONTES
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