Cultura

Decálogo del amor, y no tanto

La narrativa y el teatro, entre otros géneros, han recurrido con frecuencia a los afectos y las pasiones como tema inspirador

Decálogo del amor, y no tanto
GUADALAJARA, JALISCO (14/FEB/2013).- “Y vivieron felices para siempre”. Así terminan las telenovelas comunes y corrientes y así lo hicieron, antes de ellas, muchos cuentos de hadas. En unos y otras, el amor de la princesa y el príncipe (o la mucama y el empresario, según el caso) triunfa sobre todas las cosas, sin importar las circunstancias y los años. La vida y la buena literatura, por fortuna, no tienen que ver con esas fórmulas inmutables y han permitido que distintos creadores, a lo largo de los siglos, tomen las pasiones, los afectos y los diversos tipos de cariño como materia de interés a partir de una complejidad mayor. El menú es amplísimo, prácticamente inagotable, e incluye relaciones amorosas que pueden ser desafortunadas, desesperadas, heroicas y hasta gratas, pero casi siempre difíciles. Ya Byron observó que los amores más estéticos eran los que fracasaban.

Del mar de historias posibles, se pueden seleccionar algunos ejemplos. Maestro en narrar los horrores a los que podía llevar el amor fue, sin ir más lejos, William Shakespeare, cuya soberbia retórica continúa atrayendo lectores por miles en todo el mundo luego de cuatro siglos y que en la tragedia Otelo, el Moro de Venecia, resaltó para siempre la capacidad destructora de los celos: Otelo, casado con la rubia y fiel Desdémona, presta oídos a las intrigas de Yago, un murmurador, y termina por enloquecer y asesinar a su inocente amada.

Otro es Goethe, quien en la novela Las desventuras de Werther, narra el amor sin esperanza de un joven por una chica que está por casarse. Al cabo de las páginas y ante la seguridad  de que su creciente cercanía con ella terminará mal, Werther opta por el suicidio. En el relato La dama del perrito, del ruso Anton Chejov, un hombre de mediana edad, casado con una mujer demasiado fría y severa, se enamora durante unas vacaciones de una sensible joven, quien luego le confiesa ser esposa de un sirviente. Los requiebros sentimentales de ambos, sus esperanzas y culpas dan forma a un texto inolvidable, del que Raymond Carver llegó a decir que era el mejor cuento de todos los tiempos.

Un pedestal aparte merecen novelistas británicas como Jane Austen o las hermanas Brontë, quienes tomaron elementos del romanticismo y la narrativa costumbrista para dar forma a clásicos como Sensatez y sentimientos (obra maestra de la primera), Jane Eyre o Cumbres borrascosas, historias pletóricas de huérfanos, herencias, despojos, matrimonios forzados y pasiones acalladas que combinaban la intriga familiar con una agudeza psicológica que las hizo justamente famosas y sentó las bases de todo un género.

La narrativa del siglo XX, más carnal que la decimonónica, dio un vuelco a los conceptos románticos en el amor, lo sacó del lecho conyugal y terminó con el monopolio de la pareja tradicional. Proust, Joyce o Henry Miller fueron, en sus propios términos, escritores  profundamente interesados en las diferentes formas del amor, desde lo lánguido y cerebral hasta lo físico y lo místico. Por otro lado, narradoras como Colette, Anaïs Nin o Marguerite Duras, entre muchas más, realizaron exploraciones al erotismo desde una posición muy diferente a la de sus colegas varones.

En idioma español, autores como Cortázar o García Márquez ganaron legiones de lectores fascinados, además de otros atributos de su prosa, por los desgarros sentimentales de los personajes de Rayuela o Cien años de soledad. Más recientemente, obras como Los enamoramientos, de Javier Marías, El pasado, de Alan Pauls o Brama, del mexicano David Miklos han ahondado en los infinitos quebrantos que aguardan a los amantes en sus empeños.

El amor, pues, es un tema eterno para las letras. Dentro de todas las posibles, se anotan aquí algunas notables apariciones.

El pasado, de Alan Pauls

El divorcio de Rímini y Sofía da pie a una exploración detallada de la psicología de la ruptura amorosa contemporánea, las culpas y los horrores de la renovada soledad de los amantes, los intentos por recobrarse y continuar y las recaídas. Para quien sea flojo para aventurarse en la prosa hábil e irónica de Pauls, hay versión de cine actuada por Gael García.

Demasiado lejos, John Updike


Esta colección de cuentos que integran, de algún modo, una suerte de novela, presenta la historia de los Maple, una pareja cuya relación recorre el camino que va del coqueteo universitario al matrimonio, el nacimiento de los hijos, la pérdida y el redescubrimiento mutuo, la infidelidad, la separación, el divorcio y una suerte de tibia  reconciliación. Retrato de la generación del medio siglo en EU, la primera que comenzó a divorciarse masivamente, no es una de las obras mayores de Updike pero sí un libro memorable, recomendado para lectores de media edad para arriba.

El amante, de Marguerite Duras

Autobiográfica, de prosa limpia y evocativa, esta novela narra el temprano amorío de la autora, entonces una adolescente, con un chino de buena familia en el Vietnam (entonces Indochina) colonizado por Francia en los años treinta del siglo pasado. El romance, claro, se complica, la familia de ella se hunde en una decadencia feroz y el joven chino es amenazado por su padre, quien le arregla un buen matrimonio y lo orilla a la ruptura. La versión cinematográfica no logra equipararse con el intenso original.

Lolita, de Vladimir Nabokov


Humbert Humbert, un profesor de mediana edad, desarrolla una pasión incontrolable por Lolita, la hija de la mujer con la que contrae matrimonio tan solo para estar cerca de su ninfa. Tras un corto romance, huyendo de motel en motel ante la sospecha general, ella escapa. Controvertida desde su misma aparición, llevó a cuestas durante años la etiqueta de prohibida. Incluso en la actualidad algunos grupos religiosos y otros que combaten la paidofilia la convierten en blanco de críticas.

Las batallas en el desierto, José E. Pacheco


La educación sentimental de varias generaciones de jóvenes lectores nacionales ha corrido por cuenta de esta breve novela, que aborda, en un escenario de nostalgia por la Ciudad de México de los años cuarenta, el enamoramiento de Carlos, un niño de primaria, por Mariana, madre de su compañero Jim. Cuando Carlos confiesa a Mariana sus sentimientos, ella se muestra comprensiva, pero el escándalo estalla y al niño lo cambian de escuela. Años después, Carlos se entera de algunos rumores de que ella se suicidó y busca las huellas de su viejo amor.

Los misterios de Pittsburgh, de Michael Chabon


Art Bechstein, hijo de un mafioso, es un joven universitario que oscila entre una amistad cada vez más íntima con otro Art, elegante, talentoso y gay, y su atracción por Phlox, una bella punk de clase trabajadora. A la vez que Art explora sus sentimientos, se desarrolla una trama policial que implica a su amigo Cleveland, un matón de la organización de su padre. Buen reflejo de la ambigüedad hacia las relaciones de la generación de los ochenta en EU, el final de la historia, repleto de sangre y despecho, es el de todo un melodrama.

Romeo y Julieta, de William Shakespeare.

La historia de amor por antonomasia. Romeo y Julieta, adolescentes nacidos en dos familias que combaten por el poder en Verona, Italia, a principios del Renacimiento, se enamoran y deben enfrentarse a la incomprensión y la ira generales. La historia, desde luego, termina muy mal, con Romeo pensando que Julieta ha muerto envenenada y suicidándose para que ella, que despierta porque lo ha fingido todo, se apresure a alcanzarlo en el más allá.

Madame Bovary, de Gustave Flaubert.


Emma Bovary es el epítome de la casada aburrida. Lectora asidua de novelas románticas, contrae matrimonio con Charles, un hombre leal pero rutinario que no le ofrece ninguna aventura. Así, Emma se hace amante de León, un estudiante, y de Rodolphe, un donjuán. Llena de deudas y abandonada por sus amantes, termina por recurrir al arsénico. Charles, cabe aclarar, la sigue amando hasta su propia muerte.

Anna Karenina, de Lev Tolstoi.

Anna, una aristócrata casada con el funcionario Karenin, se enamora del Conde Vronsky, más apuesto y mundano. El galanteo termina en la cama y Anna resulta embarazada. Abandona a su marido y se marcha con Vronsky pero la negativa de Karenin a concederle el divorcio y la hipocresía y fariseísmo de la alta sociedad rusa provocan un creciente repudio social en su contra, que la recluye en su casa y convierten en martirio incluso sus mínimas visitas al teatro. Vronsky, sin embargo, es tolerado y reanuda su vida social. Anna, cada vez más desesperada, termina arrojándose a las vías del tren.

El maestro y Margarita, de Mijail Bulgakov.

Obra maestra de la sátira, el eje de esta novela del genio ruso es, sin embargo, la historia de amor entre el Maestro, un novelista frustrado que ha terminado encerrado en el manicomio, y Margarita, una devota joven que, en busca de salvarlo, acepta una oferta de Satán en persona para convertirse en bruja y ejecutar sus planes. En medio de una interminable serie de mascaradas y farsas que ametrallan a la Rusia de Stalin y de una historia paralela al respecto de la novela perdida del Maestro (cuyo personaje es ni más ni menos que Poncio Pilatos), Margarita obtiene la libertad de su amado y elige abandonar sus poderes y vivir una existencia mísera a su lado.

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