Cultura

De lecturas varias

Desafortunadamente no hay estadísticas serias que informen, como en otras partes, cuáles son los libros más populares

Los últimos días antes de Navidad las librerías se ven como si fuéramos un país de lectores. Es un buen dato, sea cual sea el peso específico de las ventas en temporada navideña en relación con el resto del año, porque significa que no es tan raro que a la gente se le ocurra que un libro es un buen regalo.

Desafortunadamente no hay estadísticas serias que informen, como en otras partes, cuáles son los libros más populares, ni qué volúmenes alcanzan las ventas, así que sólo se puede calcular a ojo de buen cubero qué y qué tanto es lo que la gente compra viendo qué es lo que se exhibe y la afluencia de público. Gandhi lleva su propia lista de best sellers, y sin duda lo harán otras librerías (ya podría hacerlo Sanborns, que se dice que es la tienda que más libros vende), pero no deja de ser más que un indicador aproximado, y no hay periódico mexicano que publique algo al respecto.

En las mesas de novedades se ven por estos días montones imponentes de libros de Vargas Llosa, en tirajes viejos y nuevos, incluyendo el más reciente, El sueño del celta. Otra novedad muy cotizada es el último libro de Umberto Eco, El cementerio de Praga, rapidísimamente traducido al español, pues incluso en Italia apenas salió el pasado otoño. Otro récord de velocidad en la traducción es sin lugar a dudas el de Luz del mundo, la larga entrevista que le hizo el periodista alemán Peter Seewald a S.S. Benedicto XVI.

Misterios del mundo editorial: desde 2009 está en versión castellana, y también en inglés, la novela más reciente de Orhan Pamuk, El museo de la inocencia, pero en francés aún no se publica, lo cual es un enigma en el marco de una industria tan seria y profesional, y más increíble aún, cuando es el primer libro de Pamuk después del Nobel, y además es extraordinario y definitivamente garantiza superventas. Otrosí (pero en sentido contrario): una novelista gringa, Elizabeth Kostova, sacó hace cinco años una novela si no extraordinaria, sí muy divertida, La historiadora. Bueno, pues ahora escribió otra, que en inglés se llama The Swan Thieves, que es francamente mala, pero que por ignotas razones se tradujo volando y ahora hay alteros del mamotreto en las librerías.

De cualquier modo, quizá sea mejor no enterarnos qué es lo que compra la mayor parte de la gente para no deprimirnos demasiado, porque si se tratara de apostar, la apuesta segura sería que los libros más vendidos son esos numerosísimos engendros calificados de “autoayuda”, indudablemente la industria editorial más prolífica de los últimos 30 años; posiblemente vendrían después los innumerables títulos de patrañas esotérico-místicas, seguidos de cerca por los más recientes partos de los periodistas que explotan el filón de las historias de narcos y otros horrores, o las “autobiografías” de divas y divos tan trascendentales para la cultura nacional como Ricky Martin et al.
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