Cultura
Cuatro guerreros tratan de 'revivir' a Monsiváis
Carlos Monsiváis murió hace cinco meses por una insuficiencia respiratoria y en la FIL sus exhalan su esencia, los asistentes la reconocen
El primer intento lo hizo Braulio Peralta: “O ya no entiendo lo que está pasando o ya pasó lo que estaba entendiendo. Cómo contar lo extraño que va a ser no ver a Carlos Monsiváis escudriñando los libros, dando un autógrafo a la gente, escuchando lo que le dicen los 'chavos' que lo confunden con una estrella de rock”.
Al momento que el auditorió rompió a carcajadas en silencio contenido durante minutos, Sergio Pitol rio, deshizo el nudo en que mantenía sus brazos y se pasó por las comisuras de los labios un pañuelo rojo. Peralta continuó con su discurso.
“Carlos, ajonjolí de todos los moles, tu voz nos va a hacer falta. Carlos está en la FIL. Hay un libro suyo que se presenta el viernes y aquí está, en el rostro de cada uno. Él, rebelde, decidió no morirse nunca, como alguien se lo pidió a gritos destemplados en este mismo auditorio Juan Rulfo.
No habló de su amistad con Monsi y es enfático al decir que “Monsi es un aforista mexicano de primer nivel. Nos cuesta trabajo aceptarlo todavía, pero Carlos va más allá de la crónica.”
Para Peralta, Carlos Monsiváis no es difícil de leer; a él le parece “simplemente magistral”.
El segundo intento lo hizo Francisco Gómez Ruiz; aunque no le fue muy bien. El escritor que se distinguió en la mesa por la brillantez del cráneo, se refirió a la obra de 'Monsi' como el hombre al que su escritura lo llevó a reivindicar los usos de la memoria.
Gómez Ruiz lo definió como uno de los motivos por los que la gente se acercó a la cultura en México; para acercarse al ensayo, a la literatura. Lo llamó el “fotógrafo, el paisajista de la cultura en México”. Y siguió leyendo.
Todo el tiempo que leyó Francisco Gómez Ruiz, Sergio Pitol se movió como niño hiperactivo: apuró tres tragos de la botella de agua que estaba frente a él y se enjugó la boca otras varias; bromeó con Margo Glantz, que enfundada en un traje negro y de cuyo cuello descendía finamente un collar de cuentas plateadas, le replicaba con discretas gesticulaciones de cómplice aburrido. Pasados unos minutos el escritor veracruzano le guiñó un ojo y acto seguido hizo con los dedos movimientos certeros de tijera como diciendo, “que este cuate ya le corte”.
En su oportunidad, Sergio Pitol se disculpó por estar enfermo. Ya con el micrófono en mano, con voz de niño en sus primeras y tímidas lecciones de lectura, el escritor se recordó su entrañable amistad con Monsiváis:
“Conocí a Carlos Monsiváis en 1953 en Guatemala. Participamos en un comité de solidaridad. Recolectamos firmas de protesta. Acudimos juntos a una manifestación en la Plaza de Santo Domingo. Vivimos ahí mucho tiempo junto a Frida Kahlo, Carlos Pellicer entre otros. No mucho después de conocerlo llegó a mi departamento a leerme un cuento. Sólo recuerdo que no tenía nada que ver con la literatura mexicana”
El escritor veracruzano refiere que un rasgo de la personalidad de Monsiváis era el interés por la cultura popular, el lenguaje de los barrios bravos y una pasión por la prosa.
Minutos después, con la misma dificultad para leer con la que comenzó su participación, se despidió: “Carlos fue muchas cosas pero fue una conciencia lúcida y penetrante. A su muerte hay en el ámbito una suerte de desamparo. Nadie podrá tomar su lugar. A través de sus libros sigo dialogando con él como desde aquel 1953”.
En su oportunidad, y con presteza, Margo Glantz le dio la estocada final al auditorio. “Yo también conocí a Monsi en una manifestación, también estaba Pitol, José Emilio Pacheco; pero ellos no me conocieron a mi. Yo era totalmente desconocida”. Dice la ganadora del Premio FIL de Lenguas Romances.
Comparó a Monsiváis con Pancho Villa. Para Margo, las semejanzas de ambos se cifran en que a nunca se les vio llorar en público (ni cuando falleció su madre, Monsiváis soltó una lágrima). Ni siquiera cuando moría uno de sus queridos gatos. “Nunca me dejó darle un beso en la mejilla: se volteaba tenuemente la cara y me dejaba adorarle las orejas”.
Con la frase final, Margo Glantz terminó de esculpir el recuerdo de Carlos Monsiváis en la FIL a la vez que hizo que romper en aplausos al auditorio entero: “Cuando muera y llegue allá arriba lo primero que haré será saludar a Carlos Monsiváis. Lo veré redactando el prólogo de la Biblia. Usará un ‘montblanc’ con el fin de corregir y modificar… las Sagradas Escrituras”.
EL INFORMADOR/ GONZALO JÁUREGUI DÁVILA
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