Cultura

Comer libros, ¿placer o necesidad?

Existen diversos cursos que prometen hacer que una persona devore libros gracias a técnicas de lectura veloz; promotores culturales se muestran escépticos

GUADALAJARA, JALISCO (23/AGO/2012).- El encuentro se desarrolla en un cubículo poco iluminado. De un lado del escritorio, toma asiento un supuesto posible cliente; frente a él, el empleado del área comercial. Éste le da la bienvenida al primero y después de anotar su nombre, correo electrónico y profesión, lanza unas sencillas instrucciones:

“Le voy a realizar un diagnóstico de lectura. Le voy a decir cuántas palabras lee por minuto y qué grado de compresión tiene. Va a leer de aquí hasta acá, una sola vez y en silencio. Si no entiende nada no se preocupe, siga leyendo. Lo importante es que me lea de aquí a acá una sola vez y sin releer”.

El cliente en potencia hace lo que le piden, sin poder evitar cierto grado de nerviosismo por la presión del cronómetro. En exactamente 49 segundos, lee los tres o cuatro párrafos de la fotocopia acerca de un estudio social realizado en Pakistán.  

En el examen posterior, el supuesto posible cliente responde correctamente a tres de las cinco preguntas de opción múltiple y el vendedor se apresura a hacer un diagnóstico: “usted lee un promedio de 298 palabras por minuto y tiene un grado de comprensión del 60%, lo que me dice que usted tiene que echar una segunda o tercera lectura para poder entender un texto”.

Dicho esto, el vendedor acentúa la entonación de un discurso que conoce a la perfección y lanza su oferta aparentemente irresistible: “mi programa le garantiza que leerá 2 mil palabras en un minuto con comprensión total en tan sólo cuatro meses de asesoría académica especializada. Mi programa le desarrolla memoria, comprensión, retención, interpretación, lógica, síntesis y análisis”.

–“¿Usted ya lo tomó?”, pregunta tímido el examinado.

–“No, todavía no”, responde el vendedor.  

El supuesto posible cliente pone cara de asombro y pregunta por qué, a lo que su interlocutor responde veloz con un par de ejemplos para justificarse.

–“Si usted trabajara en la Mercedes, ¿debería por obligación manejar un Mercedes? Si usted vende ataúdes, ¿necesita estar muerto?”.

La promesa de la lectura veloz

Las empresas que ofrecen cursos de lectura rápida prometen que, después de 16 semanas, los interesados acabarán leyendo al menos 2 mil palabras por minuto, en lugar de las 250 a 300 que se consideran dentro del rango de lo normal.

Aunque tengan distintos nombres, dependiendo la empresa que lo ofrece en la ciudad  las múltiples opciones que se pueden encontrar en internet,  el método de lectura veloz se basa en ir más allá de las palabras individuales, y concentrarse en grupos de palabras que constituyen una unidad de pensamiento. Los precios sí pueden ser muy diferentes. En algunas nominalmente puede costar alrededor del 30 mil pesos, aunque en el mismo momento ofertan el curso casi por un tercio de ese monto; o se puede optar por una App de 36 pesos.

Se parte de la necesidad de eliminar los malos hábitos de lectura en las personas. Entre ellos se encuentran –según estas empresas— la percepción lenta de palabra por palabra, el estrecho campo visual, las vocalizaciones y las regresiones, que es lo mismo que la pérdida de concentración por pensar en todo menos en las letras que se tienen en frente.

El éxito para una lectura veloz, según el director de Mental Tech, Iván Darío Álvarez, es practicar los ejercicios de “gimnasia mental” sugeridos en los manuales de estudio. Durante quince minutos, dos veces por día. “Es como cuando tienes un pésimo estado físico pero te metes al gimnasio tres meses para correr un maratón, cuando antes apenas corrías tres cuadras. Después del entrenamiento puedes correr el maratón y llegar como si nada, porque condicionaste todo tu físico para eso”, ejemplificó el ejecutivo.

Como se trata de ejercitar el cerebro, se plantea que este tipo de aprendizaje no sólo sirve para leer más rápido sino que también mejora el dominio del lenguaje, se enriquece la creatividad individual, sirve para aprender idiomas fácilmente, e inclusive para tomar mejores decisiones.

Es bien sabido que el presidente estadounidense John F. Kennedy fue un gran promotor de la lectura rápida. Después de haber tomado un curso con su hermano Bobby Kennedy, sugirió a todos los miembros de su gabinete a hacer lo mismo, lo que sin duda contribuyó a popularizar el método inventado por la profesora Evelyn Wood a principios de los años cincuenta.

¿Verdad o mito?

La excesiva mercadotecnia que estos programas utilizan para vender sus servicios puede levantar sospechas sobre su efectividad. Será que realmente funcionan y que, como afirman todos los testimonios levantados por las mismas empresas, ¿pueden cambiar la vida de las personas?  O será que son un engaño y que funcionan más bien como dijo alguna vez el cineasta Woody Allen: “Tomé un curso de lectura rápida y fui capaz de leerme Guerra y paz en veinte minutos. Tiene algo que ver con Rusia”.

Juan Domingo Argüelles es promotor de la lectura y autor de una decena de libros sobre el arte de leer, de ahí que esté familiarizado con la teoría de estos cursos de lectura rápida. Después de haber estudiado uno de sus manuales didácticos, Argüelles llegó a la siguiente conclusión:

“La lectura rápida se inventó a partir de conceptos tecnocráticos y empresariales, con el objetivo de tener una información más que un conocimiento profundo”. Para el también poeta y crítico literario, la promesa de que, con estos programas de lectura veloz se podrá comprender en pocos minutos y al 100 por ciento la lectura de 100 páginas, “es algo que a la mayor parte de la gente le interesa, porque obviamente leer les aburre”.

Según Argüelles, estos cursos pueden ser de utilidad para obtener las ideas importantes en documentos ejecutivos o burocráticos y que, con una ojeada veloz, las personas tengan elementos para tomar decisiones empresariales.

“Lo otro es una tomadura de pelo”, afirmó categórico: “pensar que vas a leer Cien Años de Soledad, Crimen y Castigo, El Quijote o La Divina Comedia, pasando velozmente sobre estos grandes libros, es una enorme falsedad”.

Sara Velasco, maestra en letras y lectora empedernida desde los ocho años, es de la misma idea. “Leer lento es para saborear las palabras, específicamente en literatura. No nos conviene leer rápido porque cómo saboreamos, cómo disfrutamos”, se preguntó quien ha sido profesora de literatura en todos los niveles, desde primaria hasta universidad.

“Habrá personas que puedan leer muy rápido”, añadió, “pero generalmente el cerebro humano necesita por naturaleza un tiempo, unos segundos, para ir asimilando la información”.

Para Argüelles, los cursos de lectura rápida son reflejo “de una sociedad que no quiere detenerse en nada”. Algo parecido a los libros de autoayuda y superación personal, expresó el académico, destinados “a gente insegura que no quiere esforzarse y quiere que le digan como resolver su vida”.

Además, dijo Juan Domingo Argüelles, leer va más allá de simplemente pasar los ojos sobre la página: “hay una interacción entre lo que leemos y lo que somos. Vamos recreando sentidos, formándonos opiniones, y lo más importante, la cultura escrita nos va formando intelectual y emocionalmente”.

PARA SABER
Algunas opciones


Mental Tech

http://www.mentaltech.com.mx

Técnicas Americanas de Estudio


http://www.tecnicasamericanas.com/

Capto Lectura (software)


http://www.capacitaciontotal.com.mx/lecturarapida/index.html

Leer más rápido

App para iPad. Se compra a través de iTunes.
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