Cultura
Coelho hace magia en Ciudad Juárez
El mundo entero podría estar lleno de buenos si todos leyeran a Coelho
GUADALAJARA, JALISCO (27/NOV/2012).- “Coelho: eres lo peor que le ha pasado al mundo después del catolicismo”. No lo digo yo. Lo escribió A. Mojica, en un muro blanco dedicado al escritor brasileño de títulos optimistas o, mejor dicho, dedicado a sus felices seguidores, afuera de una casa editorial que cada año hace agosto con la obra de Paulo Coelho.
“¡Cómo puede ser que alguien piense de esa manera! ¡Es todo lo contrario de lo que a Paulo le gustaría!”. Tampoco esa voz es mía ni de la madre del autor, sino de Ingrid Wernick, una administrativa de la Librería de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, una de las urbes más violentas del mundo, en la frontera Norte de México. Esto lo dicen los que conocen de seguridad pública.
Por la forma en la que habla de su terruño, uno podría pensar que Ingrid, tan confianzuda con Paulo, se ha leído por lo menos El Alquimista, Aleph y El vencedor está solo: ella jura que en Ciudad Juárez no ocurre nada. ¿Cuál explotación obrera? ¿Cuáles mujeres asesinadas? ¿Cuál cártel?
Lo sorprendente es que la administrativa no lee más que libros sobre la Segunda Guerra y facturas de la librería. Lo bueno para ella es que las facturas presentan números felices, justo gracias a Paulo Coelho.
La hija de Ingrid Wernick, de 16 años, es fan del brasileño y es muy buena niña, suspira la madre, con una cara de quien tiene de veras una buena niña y un tono de que el mundo entero podría estar lleno de buenos si todos leyeran a Coelho.
Por eso, Ingrid prefiere dirigir su mirada grande, clara e iluminada a mensajes positivos que los admiradores del brasileño han apilado en el muro del pasillo G: “Has (sic) el amor y no la guerra”, “Somos frutos que cuelgan de las ramas del universo”, “No se trata de pedir amor, sino de darlo”, “No se deverían (sic) talar pinos para adornar tu casa” y otros de esos, justo hoy que en el poblado de Jesús Carranza, muy cerca de Juárez encontraron 15 fosas y 20 cuerpos. No lo digo yo. Lo dicen los diarios del Norte.
“¡Cómo puede ser que alguien piense de esa manera! ¡Es todo lo contrario de lo que a Paulo le gustaría!”. Tampoco esa voz es mía ni de la madre del autor, sino de Ingrid Wernick, una administrativa de la Librería de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, una de las urbes más violentas del mundo, en la frontera Norte de México. Esto lo dicen los que conocen de seguridad pública.
Por la forma en la que habla de su terruño, uno podría pensar que Ingrid, tan confianzuda con Paulo, se ha leído por lo menos El Alquimista, Aleph y El vencedor está solo: ella jura que en Ciudad Juárez no ocurre nada. ¿Cuál explotación obrera? ¿Cuáles mujeres asesinadas? ¿Cuál cártel?
Lo sorprendente es que la administrativa no lee más que libros sobre la Segunda Guerra y facturas de la librería. Lo bueno para ella es que las facturas presentan números felices, justo gracias a Paulo Coelho.
La hija de Ingrid Wernick, de 16 años, es fan del brasileño y es muy buena niña, suspira la madre, con una cara de quien tiene de veras una buena niña y un tono de que el mundo entero podría estar lleno de buenos si todos leyeran a Coelho.
Por eso, Ingrid prefiere dirigir su mirada grande, clara e iluminada a mensajes positivos que los admiradores del brasileño han apilado en el muro del pasillo G: “Has (sic) el amor y no la guerra”, “Somos frutos que cuelgan de las ramas del universo”, “No se trata de pedir amor, sino de darlo”, “No se deverían (sic) talar pinos para adornar tu casa” y otros de esos, justo hoy que en el poblado de Jesús Carranza, muy cerca de Juárez encontraron 15 fosas y 20 cuerpos. No lo digo yo. Lo dicen los diarios del Norte.
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