Cultura

Chopin, vigente 200 años después

Más que un compositor al uso, Chopin fue el inventor de un tipo de piano que ayudaría a precipitar la modernidad musical

GUADALAJARA, JALISCO.- Este lunes se cumplen 200 años del nacimiento Fryderyk Chopin (Polonia, 1810-Francia, 1849), uno de los compositores que más contribuyeron a la modernidad como instigador de un nuevo pianismo, al que Guadalajara rinde tributo desde 2001 con una estatua del músico polaco emplazada en avenida Alcalde, en la colonia Barranquitas.

Los calificativos de “romántico”, “amanerado”, “conservador”, “poeta del piano” y “cursi” no han hecho sino difuminar y hasta distorsionar la realidad del autor de pentagramas en los que “se hallan muchas de las verdaderas raíces de la música contemporánea”, en palabras del compositor y director de orquesta ruso Nikolái Rimski-Kórsakov.

Más que un compositor al uso, Chopin fue el inventor de un tipo de piano que ayudaría a precipitar la modernidad musical. Un piano íntimo, que no estaba hecho para ser escuchado en una sala de conciertos, sino en la familiaridad de un salón o en la soledad del intérprete frente a su instrumento.

Un artista aparte

Además de ser uno de los compositores más populares de la historia de la música, Chopin fue un artista aparte, sin el menor parecido con cualquiera de los músicos de su tiempo, como reconocía su amigo Héctor Berlioz. Detrás de su aspecto asequible que parece tocar directamente el corazón sensible del oyente, su música oculta una personalidad “honda y violenta como un cráter en el océano”, por utilizar la expresión de su paisano Ignacy Jan Paderewski.

“A Chopin -escribe su amante George Sand- no lo conoció, ni lo conoce todavía, la gran masa. Será menester que se operen grandes progresos en el gusto de la inteligencia del arte para que sus obras se popularicen. Llegará un día en que todo el mundo sepa que aquel genio tan inmenso, tan completo, tan sabio como cualquiera de los grandes maestros que asimiló, encerraba una individualidad más exquisita incluso que la de Johann Sebastian Bach, más poderosa todavía que la de Beethoven, más dramática incluso que la de Weber. Es como los tres juntos, pero también él mismo, es decir, más refinado en el gusto, más austero en la grandeza, más desgarrador en el valor”.

Hoy, 200 años después de su nacimiento, estas palabras quizá exageradas se mantienen vigentes. Su modernidad implacable permanece intacta.

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