Cultura
Biógrafa argentina revela el ''sufrimiento'' del Che
Cuándo joven leía mucho a Gandhi, comprendió entonces que lo único viable era la revolución
Nacida en Argentina pero afincada en Londres desde hace cuatro décadas, Álvarez de Toledo ofrece en su libro una imagen más cercana del Che, producto de su conocimiento del entorno de la infancia y la adolescencia de Guevara.
Traductora e intérprete, la escritora vivió en el mismo barrio porteño que los Guevara y compartió actos sociales con el joven Ernesto, una vivencia que recoge en su libro, publicado inicialmente en inglés y revisado por Álvarez de Toledo para su versión en castellano.
"Este personaje es muy conocido por su gesta guerrillera, yo quería dar a conocer otros aspectos de su personalidad que no habían sido tan destacados porque nos quedábamos siempre con el tema de la guerrilla, del marxismo, de la lucha armada", explica la autora en una entrevista en Buenos Aires.
"He descubierto el sufrimiento de este hombre, él tenía un mandato, tenía una idea de lo que tenía que hacer, había hecho una elección de vida, eligió la lucha armada", continúa.
Aunque cuando era joven Ernesto Guevara leía a Gandhi, "comprendió bien temprano que el problema de los latinoamericanos solo se podía resolver con la lucha armada", apunta la escritora.
"Todo el mundo cree que cuando lo decidió se puso la boina y partió por los caminos del mundo, pero no es así, sufrió mucho por tener que hacer esta elección, pero este sufrimiento suyo no ha sido ni registrado ni comprendido", insiste.
Para acercarse a la figura del Che y ofrecer, según sus propias palabras, una "visión más íntima" del guerrillero, Álvarez de Toledo rebuscó en su propia memoria, habló con amigos de infancia de Ernesto, indagó entre viejos documentos, viajó a Cuba para conocer su viuda, Aleida March, y a sus hijos, y siguió la ruta de Guevara en Bolivia.
"Hay una carta dirigida a su esposa en la que el Che le dice que todo el mundo piensa que él es una especie de robot que tiene que luchar, pero él tiene sentimientos, sufre mucho por no ver crecer a sus hijos", relata la biógrafa.
Guevara, asegura Álvarez de Toledo, "tenía la esperanza de que, si lo mataban, sus hijos tuvieran alguna vivencia suya, le recordaran, por eso les mandaba cuentos y cartas. Nunca vi una exposición clara de este aspecto de este hombre que complementa el personaje total".
La autora no oculta una suerte de "enamoramiento" juvenil por la figura de Guevara, cuyas andanzas en la revolución cubana llegaron muy pronto a oídos de los jóvenes de la burguesía porteña y a sus vecinos del residencial Barrio Norte de Buenos Aires.
"Yo tenía 18 años y la prensa lo sacaba en titulares y fotos", recuerda, "el Ejército argentino lo había descartado porque no tenía buena salud, pero ahí estaba, en Cuba le hicieron comandante, en una gesta tremenda".
"Era un hombre carismático, guapo, simpático, en la línea de Gardel", continúa la autora, que durante la preparación del libro encontró, revisando viejos recuerdos de su familia, una entrada de un partido de rugby de su infancia en el que jugó Ernesto Guevara.
"Entonces me di cuenta de que lo había visto en un partido del club San Isidro, pero todavía no era el Che, era Ernesto Guevara. Yo no sabía quién era Ernesto entonces. Fue un desencuentro, quién me iba a decir que iba a pasarme el resto de mi vida rastreando a ver quién era".
Cuarenta y cinco años después de su muerte a manos del Ejército boliviano, el 9 de octubre de 1967, Ernesto Guevara "sigue entre nosotros y aún seguirá", sostiene la autora.
"Tenemos Che para largo rato", concluye Lucía Álvarez de Toledo.
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