Cultura
Bibliotecas de la UdeG padecen por el maltrato y robo de libros
La mayoría de los ejemplares 'no localizables' se concentra en las preparatorias del Sistema de Educación Media Superior
La mayoría de estos ejemplares perdidos, se encontraban en las bibliotecas del Sistema de Educación Media Superior (SEMS), donde están las preparatorias.
El coordinador de Bibliotecas de la UdeG, Sergio López Ruelas, precisa que estos libros no son, propiamente, robados sino que están en un estatus de “no localizables”, porque en muchas ocasiones los libros son sacados de las estanterías por años para realizar investigaciones de largo aliento.
“Algunos libros no son robados sino que están extraviados. No los han regresado a pesar de los controles… otros de plano están mal acomodados entre la estantería a propósito. Porque luego hay usuarios medio tramposos, que para que no les ganen los libros que están leyendo, van y los esconden en lugares donde no corresponden”.
El funcionario señala que estos 42 mil libros que están “extraviados” desde hace 14 años, puede deberse a “un hurto de los propios usuarios, a libros extraviados, a libros mutilados y otros libros desactualizados. Estos últimos pueden ser los de computo: un libro con más de cinco años, puede estar totalmente desactualizado”.
La Red de Bibliotecas de la UdeG cuenta con un presupuesto de 64 millones de pesos, pero la mayor parte de ese dinero se va a la compra de licencias para bases de datos, libros electrónicos y tres millones son los que se destinan a la compra de libros físicos, sobre todo durante la Feria Internacional del Libro, cuando aprovechan la variedad de editoriales que se presentan en la máxima feria del libro en español.
Que la cantidad de libros extraviados sea mayor a lo esperado por las autoridades universitarias, habla de que las 270 bibliotecas universitarias son visitadas por un millón 900 mil usuarios, y que estos libros “ojalá fueran robados para ser leídos, aunque no nos gusta que se los roben, ojalá que les sirvan a quienes se los llevan”.
Cultura no asigna recursos para más adquisiciones
Hace año y medio, un joven llegó a la Biblioteca Central de la Secretaría de Cultura y dejó a todos sorprendidos. Llevó consigo más de 35 libros que dejó en una de las mesas y después explicó: a lo largo de cuatro años había estudiado la carrera de Derecho, pero como no tenía dinero para comprar los libros ni para visitar cotidianamente la sede estatal, se los “adueño” temporalmente.
Al principio fue uno por semana; luego por meses. Sin embargo, cuando sintió que el personal de la biblioteca ya estaba sospechando de él, les pidió a sus primos, familiares y amigos que fueran sustrayendo los libros necesitaba para prepararse y sobresalir en la escuela. Una vez que concluyó sus estudios, el abogado regresó los ejemplares.
La historia la cuenta Laura Patricia Cortes Sahagún, directora de la Red de Bibliotecas del Estado, que administra la Secretaría de Cultura. Ante la incredulidad de sus interlocutores, la funcionaria relata que es muy común que el “robo” de los ejemplares sea, en promedio, de hasta dos mil 500 piezas al año.
Lo más preocupante es que la dependencia no cuenta con recursos propios para la compra de más libros sino que dependen totalmente de las participaciones federales y los envíos que hacen las instancias centrales, como el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes.
El presupuesto operativo de las bibliotecas de Jalisco oscila entre los cuatro y los cinco millones de pesos anuales. Pero ese recurso se invierte en el mantenimiento y la reparación del equipo, en el transporte de bienes y en la limpieza de los inmuebles.
¿Cómo le hacen para hacerse de nuevos libros?, se le pregunta: “Nosotros conocemos lo que quieren nuestros lectores, pero (la oficina de) México lo ve desde otro punto de vista. En cada región ellos hacen sus valoraciones, pero la compra de libros en bloque, abarata los costos. Ahorita estamos con la compra de libro digital”.
Las colecciones que se renuevan constantemente son aquellas que sirven para la formación académica de los lectores, y que por la propia dinámica social tienen que actualizarse de manera constante. “Recibimos todos los años una colección de la carrera de Derecho, porque todos esos libros hay que estarlos dando de baja por las reformas que hay constantemente”.
En 2014, la Secretaría de Cultura contabilizó una dotación de 26 mil nuevos ejemplares que entraron a las 283 bibliotecas públicas que tiene repartidas en todos los municipios del Estado.
Sin embargo, la mayor parte de los libros que tiene el Gobierno del Estado se concentran en la Zona Metropolitana de Guadalajara, pues aquí se cuenta con 85 bibliotecas del total.
Una de las apuestas que hacen las bibliotecas públicas es convertirse en espacios híbridos de consumo cultural. Es por ello que la mayoría de las bibliotecas cuenta con el servicio de internet, mientras que la Red Estatal ya tiene más de tres mil ejemplares distintos en formato digital.
El problema es que el robo de materiales físicos sigue pegando en las bibliotecas jaliscienses. “Tenemos gente que sí va con la intención de robarse los libros para venderlos, pero existen muchos otros que los pierden en el préstamo externo que tenemos. ¿Qué hacemos? Si una persona se tarda más de la fecha en que lo debe devolver, se le hace una amonestación. Si repite esta conducta por tres ocasiones se le veta por un año”.
Hay gente “mañosa”, dice Cortes Sahagún, “porque tenemos con cinta el libro y lo pasan por arriba de los arcos detectores. Cuando ves una persona así, lo que tenemos que hacer es poner atención”.
Librerías de usados, destino final
Alberto Cervantes atiende una librería de libros usados en el Centro Histórico de Guadalajara. La suya es una “joya” entre los locales de la zona: rodeada de tiendas chinas, tiendas comerciales y mucho ambulantaje. Su espacio permite que los individuos lean contraportadas en medio del caótico primer cuadro de la ciudad.
Alberto es sincero y no gana nada con mentir. Dice que es muy raro que llegue una persona a ofrecerle un libro con el sello o la cinta magnética que denuncie que es un ejemplar que perteneció a una biblioteca pública. “A veces llegan, la verdad es que trato de no comprar esos libros, pero tampoco me siento con la autoridad moral de decirle a un chavo que vaya a devolverlo. Ellos lo hacen por alguna necesidad, y si lo leyeron antes, pues cada quien lo puede juzgar como quiera. Yo no”.
Cada librero tiene sus métodos para darle el valor a un libro. Las primeras ediciones de libros como Pedro Paramo de Juan Rulfo, 100 años de Soledad de Gabriel García Márquez o Rayuela de Julio Cortázar se pueden cotizar en miles de pesos.
Este librero habla que su método es simple: cada libro pierde dos terceras partes de su valor, cuando un lector busca venderlo. Pero en el estira y afloja se encuentra el talento por conseguir mayor margen de ganancia.
“Cada quien tiene su sistema. En libros de línea se considera el autor, el libro (como contenido) y el estado en el que se va a comprar”. En el plano de las novedades editoriales, “es muy difícil que lleguen porque tardan en salir… y hay que tener en cuenta que la mayoría son libros que ya se leyeron por lo menos una vez”.
Lo cierto es que no existen mecanismos de control para que las librerías de viejo, los puestos ambulantes o los tianguistas puedan adquirir libros robados, sobre todo que provienen de alguna de las bibliotecas públicas.
De acuerdo con datos de la Asociación Mexicana de Internet (Amipci), los lectores digitales dedican al menos cinco horas diarias para leer en la red, mientras que los lectores de libros impresos dedican tres horas semanales a la lectura.
Y aunque el uso de nuevas tecnologías ha provocado que los lectores digitales dediquen más horas a contenidos en pantalla que a los libros físicos, también es cierto que el costo elevado de los libros nuevos perpetúan estos mecanismos para abaratar costos.
EL DEBATE ENFRENTA A ESCRITORES Y ESPECIALISTAS
¿Robar para leer?
Tres días antes de que concluyeran las actividades de la Feria Internacional del Libro (FIL) en 2014, la policía de Guadalajara informó que había detenido a tres jóvenes estudiantes que hurtaron decenas de libros de las estanterías de ventas. La suma se calculó en 18 mil pesos, pero los chavos fueron liberados al día siguiente, pues las editoriales perjudicadas no hicieron las denuncias ante la Fiscalía General del Estado.
Hechos como este hace que especialistas, escritores y promotores de lectura debatan sobre la pertinencia de que el Estado regule de mejor manera las novedades editoriales, pues consideran que un libro tiene un precio por encima de las capacidades económicas de las clases populares del país.
Esto es lo que dijeron:
"Robarse un libro de una biblioteca habla de la falta de solidaridad. Robarse un libro de una librería es distinto, si se roba para leerse. El crimen entre uno y otro es que, el primero es un robo de un bien público, un robo hacía todos. El segundo, aunque no deja de ser un delito, en un país como México, robar para leer alcanza los 100 años de perdón "
Hugo Gutiérrez Vega, poeta y periodista.
"Es criminal robarse libros. Para los que amamos los libros, nunca será caro o un desperdicio la compra de uno que esperamos leer con impaciencia. El problema no es de las bibliotecas, sino de las familias que no enseñaron a sus hijos a respetar. Y eso hace falta, que haya más comunicación para decirle que los libros de las bibliotecas son de todos "
Felipe Garrido, Premio Jalisco de Literatura 2011.
"Robar un libro de una biblioteca es gravísimo porque allí se roba a todos. Es ilegal, pero también es una necesidad que no se logra cubrir cuando los precios de los libros son tan altos.
No hago apología del robo, pero si el libro que se van a robar es uno, cuesta caro y lo deseas leer con toda el alma… bueno… "
Benito Taibo, escritor.
"Aunque el robo puede ser condenado en abstracto, no es lo mismo robarse un libro de una biblioteca pública (del Estado o de la UdeG), que es de todos los ciudadanos, a robártelo de un stand comercial en la Feria Internacional del Libro, librería o centro comercial. No lo justifico, pero bueno… en México se lee muy poco "
Antonio Ortuño, escritor.
"Es muy penoso que vuelva uno a las bibliotecas y ya no estén los mismos libros que habías leído antes. Eso es: roban la oportunidad de más personas para encontrarse con la lectura.
Sin embargo, es una realidad que el libro es caro y que no está al alcance de toda la gente, pero para eso existen las bibliotecas públicas "
Sara Velasco, Premio Jalisco de Literatura 2012
SABER MÁS
Sin recuento histórico
La Red de Bibliotecas Públicas del Estado no cuenta con el histórico anual de libros “no localizables”, por lo que sólo se estima que la cifra asciende a 23 mil ejemplares en una década.
DATO
Celebración
Este jueves, en la Rambla Cataluña, se efectuará el maratón de lectura dedicado a Alicia en el país de las maravillas, dentro de los festejos por Día Mundial del Libro.
Alicia en el país de las maravillas se leerá hoy en el Día del Libro
Este 23 de abril, cientos de lectores darán voz al universo creado hace 150 años por Lewis Carroll, autor inglés que será homenajeado en el maratón de lectura en voz alta que se realiza con motivo de la celebración del Día Mundial del Libro.
La sede principal será la Rambla Cataluña y habrá lecturas espejo en más de 100 sedes de Jalisco, en el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente, en la Biblioteca Francisco Xavier Clavigero de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México y en los 166 planteles del Sistema de Educación Media Superior de la Universidad de Guadalajara.
TELÓN DE FONDO
Abandonan en bodegas más de 500 mil libros
Esta casa editorial publicó en octubre pasado que en los almacenes de la Secretaría de Cultura y de la Universidad de Guadalajara (UdeG) se encontraban, apiladas por cientos de miles, biografías de jaliscienses distinguidos, monografías, guías y rutas de arquitectura y arqueología, investigaciones de diversas temáticas, catálogos, así como ediciones de poesía, teatro, novela, crónica, ensayo, historia y fotografía.
Por ejemplo, si se quisiera consultar todo ese acervo cultural sería imposible. Se trata de libros que, con el paso de los años, se han ido quedando en el olvido: 469 mil 917 ejemplares están en las bodegas de los centros universitarios y de la editorial de la UdeG; mientras otros 26 mil 981 en el almacén de la Calzada de Las Palmas número 40, junto al Parque Agua Azul, en donde la Secretaría de Cultura tiene su principal bodega. “Un libro abandonado en bodega es una tragedia”, reconoció la secretaria de Cultura, Myriam Vachez Plagnol. Lo mismo se puede decir que permanezca almacenada una inversión estimada en dos millones 896 mil pesos en esos libros editados por esta dependencia, sin distribuirse desde administraciones pasadas.
En las bodegas universitarias y de Cultura reposaban las letras de ejemplares publicados desde el siglo pasado, esperando que llegue el día en que puedan ser leídas. Eso si corren con suerte y no terminan en la trituradora: “Hay que reconocer que muchos libros ya perdieron su vigencia y será imposible colocarlos en canales comerciales. Debe haber una suma considerable de ellos”, aceptó el director de la Editorial Universitaria, Edgardo López Martínez, “una acción es que todos se clasifiquen e identifiquen, y los que ya no tengan vida posible que se manden a la trituradora. Hay una buena cantidad de libros que ya no tiene caso que estén siendo contabilizados”.
Lograr la distribución del conocimiento producido en la Universidad, explicó, suele ser una labor difícil de concretar. “Los mercados no son tan comerciales, pero además, distribuirlos tiene un costo y regularmente los centros universitarios no tienen promotores editoriales para sacar los libros de almacén”. A diferencia de la Dirección de Publicaciones y Fomento Editorial de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en la Universidad de Guadalajara no existe una instancia que coordine las publicaciones de todos sus centros universitarios, mucho menos que se encargue de su distribución.
Ambas instancias prefieren no pronunciar el plazo en el que podrían quedar vacías. Tampoco permitieron acceder a esas bodegas para conocer las condiciones físicas de los ejemplares abandonados.
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