Cultura
Asesinan a Nepomuceno Moreno por buscar a su hijo
El sonorense formaba parte del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad
“Yo me llamo como el pintor de su tierra, Juan Rulfo”, contó a reporteras tapatías y a otras víctimas del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad en la frontera con Guatemala, en una noche calurosa de septiembre, mientras comía tamales y chocolate chiapaneco.
¿Cómo que pintor? “Ah, sí, sí, era escritor y se llamaba como yo, Nepomuceno, pero su nombre completo era Juan Nepomuceno Carlos Pérez Rulfo Vizcaíno”. Todos se ríeron y don Nepo pidió permiso para contar chistes “pelaos”. Don Roberto, quien también busca a su hijo –campeón de ajedrez- desaparecido en Monterrey, no dejaba de echar carcajadas. No se separaba de don Nepo, tal vez porque era el único que lo hacía reír a pesar de tanto dolor.
Nepomuceno Moreno Núñez era su nombre completo y estaba muy orgulloso de llamarse como el autor de El llano en llamas. A Don Nepo lo mataron dos días después de que el escritor Fernando Vallejo dijera en la inauguración de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara que estaba muy contento de estar en la tierra de Rulfo, “donde los muertos hablan”. En Guadalajara, también, dos días antes se encontraron 26 cuerpos en los Arcos del Milenio, a unas cuadras de la FIL.
En la Caravana del Sur, el sonorense, hablador, dicharachero y “echa’o pa’delante”, pedía un poco de consuelo, justicia y ayuda para encontrar a su hijo, a quien, según las investigaciones que el mismo Nepomuceno hizo, se lo llevaron policías municipales de Obregón en contubernio con la Procuraduría Estatal de Sonora (acababa de obtener
las pruebas de que se hicieron llamadas de la procuraduría al celular de su hijo, horas después de que lo “levantaron”).
Cuando se enteró de lo anterior, comenzó a protestar en el Centro de Hermosillo y desde agosto, comenzó el hostigamiento. Por esta razón, don Nepo le entregó al presidente Felipe Calderón el expediente de la desaparición de su hijo, durante el segundo diálogo con el Movimiento por la Paz. Y aún así, a Don Nepo lo asesinaron a los 56 años, mientras viajaba por la calle Pesqueira, en Hermosillo, Sonora.
Aquella noche de septiembre en la frontera con Guatemala, don Nepo sacó las fotos que guarda de su hijo. “Siempre andaba con su hermano”, les contaba a todos. El hijo, siempre sonriente, con amigos, con la familia, con uniforme de secundaria…
Don Nepo estaba tan desesperado y hostigado que el día que supo al poeta Javier Sicilia en la tele, fue a un cyber para pedirles que lo ayudaran a buscar cómo contactar al poeta con el hijo muerto. Ahí, le buscaron el correo del Movimiento por la Paz y le enseñaron a abrir un correo. Les escribió y le respondieron de inmediato. Comenzaron a documentar su caso y se unió a la Caravana del Sur.
Y ahí, en la Caravana del Sur, se le veía siempre con la pancarta de su hijo, su expediente en la mano y llorando cuando escuchaba las historias de las demás víctimas, como María Herrera, a quien le desaparecieron cuatro hijos.
Por las noches echaba su pancarta al suelo y encima ponía una cobija. Por las mañanas, a levantar la pancarta lo más alto para que todos supieran quién era su hijo.
Nepomuceno Moreno prometió que la siguiente caravana sería para su tierra “y les voy a preparar unos pajaritos (mariscos que sólo hay en Mazatlán), uuuuuna chulada,no van a dejar de chuparse los dedos”.
Durante el casi año y medio que buscó a su hijo, don Nepo entregó impreso el siguiente poema: “Primero se llevaron a los judíos, pero como yo no era judío, no me importó. Después se llevaron a los comunistas, pero como yo no era comunista, tampoco me importó. Luego se llevaron a los obreros, pero como yo no era obrero tampoco me importó. Más tarde se llevaron a los intelectuales, pero como yo no era intelectual, tampoco me importó. Después siguieron con los curas, pero como yo no era cura, tampoco me importó. Ahora vienen a por mí, pero ya es demasiado tarde”.
El Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad ofrece hoy una rueda de prensa sobre el tema. Javier Sicilia dijo en una entrevista televisiva que culpaba al gobernador de Sonora por el asesinato de Nepomuceno Moreno, “ya vimos que los delincuentes están adentro”. Testimonio textual de Nepomuceno Moreno sobre la desaparición de su hijo “Si me permite poquito, es que estuve llorando por el testimonio de la señora (María Herrera). Está bien duro eso (la historia de la desaparición de los cuatro hijos), y me aflojó el moco, como dicen. Yo soy Nepomuceno Moreno Núñez, vengo de Hermosillo, soy del ejido La Sangre, nacido ahí pero vivimos en Hermosillo.
Me sumé al Movimiento por la Paz por la injusticia y la impunidad que existe en mi Estado, y la represión que tiene el gobierno ahorita en contra de mi familia, porque, yo no había querido hablar, no me había manifestado ante el Estado, les di oportunidad de que investigaran, pero mejor yo investigué y concluí que estaba involucrado el Estado. A mi hijo… está desaparecido. Se llama Jorge Mario Moreno León. Se lo llevaron junto con José Francisco Mercado Ortega, el otro es Giovanni Otero, el 1 de julio de 2010. Ese día también mataron a Mario Enrique Díaz.
Hace poco hice una encuesta en Hermosillo sobre este caso, que es muy aterrador, de tres jóvenes desaparecidos y uno puesto en libertad con los dedos apuntados. Nadie sabía nada, por la impunidad que hay. Ellos salieron a divertirse a Obregón el último día de junio de 2010. Salieron de un antro y se les atravesó un carro con gente armada, les hicieron parada, se asustaron, siguieron adelante y los corretearon, agarraron rumbo al Norte y al pasar por la caseta, derribaron los conos, de ahí se fueron y les empezaron a disparar, hasta que se
descontroló el carro y se fueron al monte. Ahí se dispersaron en la oscuridad como a las 12 de la mañana y uno de los muchachos murió esa misma noche. Carlos Alvarado Gálvez salió al monte, está vivo. Mi hijo también se fue al monte, alcanzó a llegar a un oxxo, en Vícam, Sonora.
Se esperó afuera con una muchacha que le regaló 30 pesos de saldo y le compró un gatorade para que se hidratara. De ahí me habló, ‘apá, nos correteó la policía y una bola de “#$%. No sé dónde están los demás muchachos, aquí estoy en un Oxxo’, me dijo. ‘No te vayas a mover, voy a mandar a un muchacho de Guaymas, para que vaya por ti y te recoja’. Y ya le metimos saldo a su celular, no dejamos de hablar con él y mi hija estaba hablando con él cuando le dijo, “ya vienen por mí, me van a llevar, me van al llevar…’, y en eso entraron y le arrebataron el teléfono a mi hija.
Ahí empezó la tragedia. Insistimos a su teléfono y contestaron, ‘aquí las preguntas las hacemos nosotros, somos policías municipales. Estos muchachos andan muy mal, son gente de los Beltrán Leyva. Y a uno que andamos buscando es Mario, hijo del 2000, un mafioso que andaba por acá con los Zetas. Yo les dije, ‘sabe qué, está equivocado, Mario Díaz es hijo del doctor Díaz, director de Salud del municipio de Hermosillo. Pepito es hijo de Don Goyo, tiene una taquería en la universidad de Sonora. Y de mi hijo, tengo negocio de mariscos. Y me dijo, ‘¿sabe qué? hagamos una cosa, denos 30 mil pesos y los soltamos’.
Conseguí el dinero y les hablé. ‘Estamos esperando al comandante’, y colgaban. Luego me pasaron a mi hijo.
—¿Qué pasó mijo cómo estás?
—Estoy bien apá, no te mortifiques, dile a mi amá que estoy bien, que ahí le caigo a Hermosillo más tarde, no se mortifiquen— Se escuchaba la voz muy bien. Me quedé tranquilo y le hablé a mi esposa, ya hablé con Jorge Mario y que está bien. Pero luego nunca me volvieron a contestar.
(…) Me puse a investigar y llegué a la conclusión que eran los policías, porque mi hijo los mencionaba y con mi investigación confirmé que era cierto. Tengo una llamada –saca una lista de llamadas-, es la número 55. Dice 1 de julio 2010, 10:18 horas, de un teléfono de la procuraduría del Estado de Hermosillo. El teléfono es 6622898800, y si quiere comprobarlo, marque y ahí verá. De ahí hablaron al teléfono de mi hijo. La llamada fue como de un minuto 46 segundos. ¿Cómo platicaron? Ahí vi que eran polis de la procu que hablaban con los polis de Obregón.
(…) Desde ahí, íbamos a ver al procurador, no nos recibía. Me manifesté en Palacio de Gobierno y de ahí empezó el hostigamiento, me mandaron patrullas a mi casa. Y yo tengo una carreta para vender comida, mariscos, pero ya ni me da chance, porque uno anda con el temor de que nos maten”.
EL INFORMADOR / ALEJANDRA GUILLÉN
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