Cultura

Arriesgada puesta en escena divide al público

La obra de Benedikt von Peter, dividió a los asistentes en fanáticos y detractores.

BERLÍN, ALEMANIA.-  La arriesgada puesta en escena post-industrial de "Fidelio", firmada por el alemán Benedikt von Peter, con un gigantesco contenedor de basura dominando el escenario, dividió hoy al público de la Komische Oper berlinesa en fanáticos y detractores.

La pieza cosechó a su término intensos abucheos y acalorados vítores del respetable, que sólo coincidió en su ovación unánime para el reparto, encabezado por la soprano danesa Ann Petersen en el personaje de Leonore, y para la orquesta.

El escenario de la Komische Oper se presentó en el estreno de la única ópera de Ludwig van Beethoven desnudo, sin ambages, con engranajes, poleas, y pasarelas a la vista, a modo de antigua nave industrial y con un gran contenedor de basura como elemento primordial del 'atrezzo'.

De una estética industrial, con albañiles desatornillando butacas y lámparas y capataces con chalecos fluorescentes -que en un primer momento provocaron desconcierto-, la ópera evoluciona al aliento de los ideales libertarios y de la devoción de Leonore disfrazada como Fidelio, hasta alcanzar la catarsis colectiva final.

El contenedor se convierte por su envergadura en un enésimo personaje de la trama y aporta a la composición un marcado acento lúgubre que se torna en siniestro cuando Florestan, el encarcelado marido de la protagonista, surge medio muerto de debajo de los desechos.

El ambiente revolucionario de los presos de la cárcel de la cárcel sevillana, -Van Peter eligió la primera versión de "Fidelio" de 1805- lleva a los reclusos a enarbolar los más distintos lemas libertarios, desde el alemán "Wir sind ein Volk" a "No pasarán. Madrid será la tumba del fascismo", en castellano.

Bajo la batuta del estadounidense Carl St. Clair, director de la Komische Oper, la nueva versión de "Fidelio" deja además espacio para el absurdo, con personaje tras personaje emergiendo del contenedor, cual diligente caja de Pandora, y con el uso de precinto policial como metáfora de la privación de libertad.

Los límites del escenario no fueron suficientes para contener el ímpetu vocal del reparto, que empleó la platea como prolongación de la tribuna o bien para duelos vocales entre protagonistas o bien para incluir al público en la revuelta popular final, salpicada de emblemas blancos, que circularon entre los espectadores.

La victoria de la libertad, la igualdad y la fraternidad que propone la ópera, con un coro enaltecido por esos ideales de nuevo cuño, permite conjurar el período de tiranía anterior y, en ese sentido, la propuesta de Van Peter exalta con fervor el triunfo de la esperanza y de la utopía sobre la opresión y el cinismo.
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