Cultura

Alondra de la Parra asume y marca el ritmo a la Filarmónica

La nueva directora artística de la agrupación musical jalisciense mostró una vez más en el ensayo de ayer el nivel de calidad y rigor que pretenden serán su sello

GUADALAJARA, JALISCO (31/MAR/2012).- “No voy a bajar a mi nivel. Ustedes tienen que subir”, le confirma Alondra de la Parra al concertino de la Orquesta Filarmónica de Jalisco (OFJ), Sava Latsanich Belecanich.

En las palabras y en los hechos, esa fue la tónica de ayer en el ensayo previo al concierto de la noche, donde la mexicana, recién elegida nueva directora artística de la agrupación musical, mostró cuál será el sello de su trabajo durante lo que resta del año, periodo para el que fue contratada, por lo pronto.

En su primer día de actividad con este nombramieto, De la Parra permitió la entrada a un grupo de siete alumnos de la Escuela de Música de la Universidad de Guadalajara (UdeG), quienes desde la luneta vieron actuar a una de las  batutas jóvenes más famosas y destacadas del país.

Es la primera vez que los chicos ven un ensayo y están sorprendidos con todo lo que suceden en escena. Con la puntualidad de Alondra de la Parra y su ropa: unos jeans, una blusa negra y blanca y unos mocasines beige.

Hay una botella de agua, la cual no toca la directora durante todo el ensayo, porque, se asume, no hay tiempo que perder.  

El final del ensayo está dedicado al  Concierto No.23,  de W. A. Mozart. El oído de la directora está en el  Allegro de la obra.  “Saber el ritmo exacto es lo más importante en Mozart”, se escucha decir a De la Parra, quien una y otra vez exige un mejor desempeño.

Ella con su voz indica el ritmo de la pieza y pide eso de los músicos. Detiene el ensayo para señalar que el corno llegó tarde. La directora se voltea hacia el público y pregunta: “¿Gaby, escucharte el corno?”.

Una joven con unos papeles en mano, que pasaba como una estudiante más, responde: “sí, lo escuché mejor”. Es la solista, la pianista Ana Karina Álamo, de quien la directora demanda su presencia. Siguen las correcciones, una y otra vez, la exigencia es para los violines.

La directora mira el reloj y expresa: “Tenemos 30 segundos. ¡Vamos!”. “Seguridad y estilo” es otra frase de Alondra de la Parra, quien al finalizar el ensayo habla con el concertino porque no le gustó el desempeñó de los violines segundos y pide compromiso de los músicos para lleguen al ensayo con la partitura estudiada.

“No tocan los ritmos ni las notas”, expresa la directora, quien también sabe reconocer el buen desempeñó y aplaude a los percusionistas

Ella se acerca con los músicos para explicarles  sus errores y espera que las ganas se noten durante el concierto.

Los avisos para los músicos no los hace De la Parra, sino el jefe de personal, César Tena, quien pide puntualidad para el concierto de este domingo, a las 12:30 horas, ya que el cambio de horario puede confundir.  

Alondra de la Parra sugiere adelantar ya los relojes para evitar ese tipo de contratiempos mañana, cuando el grupo repita el programa seis, con el cual se cierra la primera temporada de 2012 de la OFJ.

ANÁLISIS
... y sobre todo, talento

Jaime García Elías

Si Alondra de la Parra hubiera “vendido” —permítase usar ese verbo— a la Orquesta Filarmónica de Jalisco su juventud y su belleza, cabría el temor de que se hubiera hecho una mala inversión. La juventud, ya se sabe, es fugaz; la belleza, ¿quién lo ignora?, se marchita...

Si, en cambio, la OFJ decidió apostar “su resto” a la juventud y el encanto de Alondra, sí, pero también a su energía, su magnetismo, y, sobre todo, a su talento, cabe esperar que tal decisión —sin hacer comparaciones— resulte más afortunada, por fructífera, a la mayoría que se han tomado en la historia del ensamble.

De entrada, la contratación de Alondra como responsable de la dirección artística de la OFJ constituye un golpe mediático. Si la presencia femenina en los atriles es un fenómeno relativamente novedoso en las grandes orquestas, una mujer en el podium, hoy, sólo se explica como signo de los tiempos. Toscanini, Furtwangler, Walter, Klemperer, Celibidache, Bohm, Carlos Kleiber y demás, forjaron el paradigma del director de orquesta como un tirano intransigente y hasta temible, aunque su bastón de mando —la batuta— pareciera insignificante.

En las varias actuaciones que ha tenido en el Teatro Degollado, como titular de la Orquesta Filarmónica de las Américas y como directora huésped de la OFJ, Alondra de la Parra ha dejado plena constancia de sus atributos musicales: pese a su aparente fragilidad, es enérgica; pese a su juventud, es respetuosa de las partituras; demanda una lectura cuidadosa de la letra pequeña que aparece junto al pentagrama y el estricto sometimiento al tempo que impone el compositor; es, por tanto, exigente con los músicos; las suyas son auténticas interpretaciones, y no meras lecturas superficiales y reproducciones artesanales de las notas. Cumple, pues, con las dos funciones esenciales de un director: hacer que la obra suene como ella la entiende, y transmitir al público, con gestos y movimientos, el mensaje que el autor quiso dejar por medio del sonido.

Colofón: al margen del atractivo que su sola presencia pueda significar, de Alondra de la Parra puede esperarse, porque ya ha demostrado que puede hacerlo, que saque el mejor sonido —inédito tantas veces— de que es capaz la Orquesta Filarmónica de Jalisco.
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