Bugatti Chiron: No hay nada mejor
Ningún otro auto une los extremos del confort y deportividad como el deportivo francés
1500 (sí, mil quinientos) caballos de fuerza. 0 a 100 km/h en 2.4 segundos. 0 a 200 en 6.5 segundos. 0 a 300 en 13.6 segundos. Velocidad máxima (limitada electrónicamente): 420 km/h. Precio: 56 millones de pesos mexicanos. Sí, son números que impresionan a cualquiera. Pero solo cuando sentimos en el vientre lo que es capaz de hacer el Bugatti Chiron, entendemos realmente su capacidad.
Mantenemos el coche detenido, accionamos el sistema automático de máxima aceleración, o launch control, en ese instante la presión de las fuerzas G sobre nuestro cuerpo sube al corazón y se transforma en pasión de manera instantánea. Una sola vez que lo hagas es suficiente. A partir de ahí habremos caído en su hechizo. Nada, al menos que esté sobre ruedas y bajo nuestro control, es capaz de darnos algo similar.
Era una hermosa mañana de viernes en la pequeña ciudad de Molsheim, en Francia, cerca de la frontera con Alemania, cuando llegamos a la casa de Bugatti. El famoso “chateau”, donde se toman las fotos oficiales de cada nuevo auto de la marca y donde vivió Etore Bugatti, exhibía el coche que recién logró el récord mundial de velocidad con nada menos que 490 km/h. Andy Wallace, el piloto británico que lo consiguió nos dijo: “Hasta 450 km/h todo va bien. A partir de ahí cualquier pequeño movimiento del volante produce una enorme reacción del auto. Sí te da miedo, pero tenía que ir por el récord”. Un poco más tarde sentiría algo de esto personalmente.
Todo es superlativo en un Chiron, incluso las cosas más inesperadas, como el confort. Porque hacer un deportivo con un precio elevado no es tan complicado, tanto que en años recientes hemos visto el nacimiento de miles de “hiperautos” de nombres exóticos y producción limitada. Pero hacerlo cómodo, lujoso, amplio, seguro y con buena visibilidad, es otra cosa. El Chiron puede ser tu auto de todos los días, si quisieras. Ruedas con él con suavidad por las calles y con un botón en el volante puedes levantar el frente para pasar un tope, por ejemplo. Pero más vale que no seas tímido, porque a tu paso verás cabezas volteadas, sonrisas amplias y manos sacando celulares de lugares insospechados para hacer fotos y videos mientras sus mentones se desmoronan.
El paseo del rey
Es como si una pantera circulara por la calle de manera tranquila, con absoluta serenidad. Todos la voltearían a ver con respeto, porque saben de qué es capaz. También saben que no deben provocarla. Pero si lo hacen...
Cuando aceleras firmemente un Chiron, al auto le toma menos tiempo llegar a velocidades de vértigo que que nuestro cerebro en acostumbrarse a ellas. Tenemos que procesar rápidamente el hecho de que nuestra visión periférica muestra las orillas de la carretera viéndose borrosas, como si alguien pusiera el, “fast forward” en una película. Cuando llegas a 200 km/h, lo que ocurre en la mitad del tiempo que le tomaría por ejemplo a un Jetta Clásico para llegar a 100 km/h, las ventanas se van a cerrar automáticamente y el alerón trasero se despliega para que el aire presione el coche hacia el piso y así evitar que despegue como un avión. “Cuando llegué a 490 km/h el auto seguía empujando. Yo sentía que era de capaz de llegar a 500 o más, pero ya no había pista, tenía que frenar”, dijo Wallace. Es la sensación que nos deja manejar un Chiron, la de que el auto puede acelerar de manera indefinida.
Al contrario de lo que muchos piensan, no es un auto solo para rectas. Su capacidad de curveo es muy elevada. La suspensión de horquilla doble en ambos ejes hace bien su trabajo y controla las dos toneladas de peso del Chiron con mucha gracia y absoluta precisión.
La dirección es tan rápida que nos deja la impresión de que adivina qué queremos hacer antes de cualquier movimiento. Lo mismo es válido para la caja automática de doble embrague y siete velocidades. Los discos de frenos, de 420 milímetros adelante y 400 atrás, son mordidos con tal fuerza por las pinzas que desde 100 km/h le toma solo 31 metros detenerse. A un auto normal, en buen estado y con buen piloto, le tomaría al menos 10 metros más.
El Chiron es todo menos un auto normal. Y qué bueno. Es un objeto de deseo, un sueño que pocos pueden realizar, algo que nos hacer ir más allá de nuestros límites no sólo físicos, incluso cerebrales. Fuera de las famosas carreteras alemanas, no hay otro lugar público donde disfrutar a plenitud todo lo que puede hacer, por esto es un auto para pocos. No sólo por su precio. No por el hecho de que solo 500 serán construidos. Sino porque el que puede hacerse de uno de ellos necesita conformarse con saber qué es capaz de hacer su coche, aunque difícilmente lo pueda experimentar.
¿Vale la pena? Sí. Porque la experiencia de manejar uno cambia tu vida. Como lo hizo con la mía.
Sergio Oliveira / Molsheim, Francia
Para comprar un Chiron
56 millones de pesos son suficientes para comprar muchas cosas. Puede ser una cantidad de dinero capaz de resolver una familia por más de dos generaciones. También puede ser bastante apenas para una noche de locura en Las Vegas. Pero para quien ya no necesita resolver su vida, financieramente hablando, una de las posibilidades es hacerse de un Bugatti Chiron.
Para ello no solo es necesario tener el dinero. También es indispensable tener paciencia, puesto que la fábrica donde lo construyen, totalmente a mano, entrega solo entre 78 y 80 autos cada año.
Lo ideal es cada cliente viaje a Francia para configurarlo de la manera que guste. El resultado a veces es estéticamente desastroso pero el cliente, claro, manda. Si no se sabe de qué color quiere que sea pintado el exterior, que tipo y color de piel para el interior o si las costuras tendrán algún tono especial y si serán o no visibles, la marca provee diseñadores para sugerir, lo que es una buena idea en la mayoría de los casos.
Además, la visita a la fábrica y a la antigua casa de la marca es algo que de por sí vale la pena. Sólo una observación: en vigilancia te piden el pasaporte. Y lo retienen hasta que te vayas. Claro, sólo por una justificada precaución.
No solo el dinero era necesario
El Château St Jean es más chico de lo que parece cuando lo vemos en las fotografías de cada auto nuevo lanzado o que marca un punto histórico en la marca francesa. Es muy ancho, pero poco profundo. En ese lugar Ettore Bugatti recibía a clientes e invitados. Hoy la planta baja guarda algunas piezas de museo de la marca, miniaturas de automóviles clásicos como el Royale o el Atlantic y hasta sillones inspirados en la forma que hasta hoy guarda la parrilla del coche: la de una herradura.
Con mucha frecuencia lo que quería Monsieur Bugatti era ver el nivel de educación de los posibles clientes. Por ejemplo, si no sabían usar de manera apropiada los cubiertos, no le parecían dignos de poseer un auto con su apellido. Y por más dinero que tuvieran, no se los vendía. El fundador de la prestigiosa marca solía decir que nada era “suficientemente bello ni suficientemente caro”.
Inventivo en todos los ámbitos, el arco que da entrada a los hermosos jardines del Château St Jean fue diseñado por Bugatti de tal forma que cuando él llegaba montado en su caballo no necesitara bajarse de él para abrir el cancel, porque el caballo lo hacía por él. Le encantaban las frases de efecto. Un día, criticado por los frenos de sus autos, Bugatti contestó que construía coches “para correr, no para parar”.
A pesar de haber nacido en Italia, fue en Francia donde hizo su vida y donde se encuentra su cuerpo hasta hoy. Su hijo Jean, diseñador y cuya muerte resultó devastadora para su padre y para la empresa, fue el responsable por las líneas del Type 57 SC Atlantic, del que cuatro fueron construidos, tres sobreviven y solo dos se sabe donde se encuentran: uno en la colección privada del también diseñador Ralph Lauren y otro en el museo Mullin, en Oxnard, California. Su precio en el mercado se estima en más de 40 millones de euros. Es considerado por muchos el automóvil más bonito de la historia. Se estima que, de encontrarse el auto que está aún perdido, sería el coche más caro de todos los tiempos.
Todo con Bugatti era y es superlativo. Igual que la emoción que produce conducir uno de ellos.
No apto para tímidos o cortos de dinero
No es suficiente pagar 2.5 millones de euros por un Chiron. También hay que mantenerlo, algo para el cual pocos tienen la capacidad. Cuando lo recibes un juego de tres llaves son entregadas en una gran caja de madera finamente pulida. En ella están la llave estándar, que te permite ir a una velocidad máxima de 380 km/h; otra deportiva; que libera el auto hasta 420 km/h y una tercera de repuesto. Pero si quieres —y puedes— alcanzar esos 420 km/h, necesitas saber que los sistemas de seguridad del auto verificarán el estado general del coche antes de otorgarte el permiso para hacerlo.
Una de las cosas que se verifica es la edad de los neumáticos. Si tienen más de dos años (o más de 4 mil kilómetros rodados), el auto no te dejará conducirlo a más de 380 km/h. No es que eso sea poco, pero no es todo por lo que pagaste. ¿Cómo sabe el sistema si las llantas tienen la edad correcta? Simple, los neumáticos solo pueden ser cambiados en la fábrica. Si tienes un Veyron el costo de cada rueda (los rines deben ser reemplazados también) oscila entre 30 y 42 mil dólares. El servicio anual sale por 20 mil dólares. En un Chiron los neumáticos, sin los rines que ya son vitalicios, salen por 2,500 dólares cada uno.
Por esto solo gente con ingresos del nivel que tienen Tom Cruise, Cristiano Ronaldo, Simon Cowell, Tom Brady o Jay Leno pueden tener uno en sus cocheras. Porque pueden y porque están acostumbrados a robar miradas a su paso. Con o sin un Bugatti.