Viernes, 29 de Noviembre 2024
Tecnología | Megaman 2, el videojuego de los 80 que puso a prueba la originalidad de una generación

Robots asesinos y estrés genuino de la vieja escuela

Megaman 2, el videojuego de los 80 que puso a prueba la originalidad legítima de una generación

Por: EL INFORMADOR

Aunque la portada era horrible, la magia de Megaman 2 llama a seguir la pista del robotito azul de Capcom. ESPECIAL /

Aunque la portada era horrible, la magia de Megaman 2 llama a seguir la pista del robotito azul de Capcom. ESPECIAL /

GUADALAJARA, JALISCO (17/MAY/2014).- Liberé endorfinas cuando derroté por primera vez a Quick Man. Lo hice explotar cuando quedaba apenas "un respiro" en mi barra de energía, y defendiéndome apretando el botón B.

Pero la palabra triunfo (y de paso la palabra Quick, asistido por el buen Larousse) la conocí antes de eso: cuando llegué a las cortinas metálicas que anunciaban mi próximo encuentro con él, y el fin de su abusivo escenario.

Fue un martirio. La fórmula de avanzar y derrotar a los enemigos que vas encontrando no representa mucho problema, pero eventualmente llegas a una zona donde debes caer al precipicio y esquivar unos lásers que salen de los lados, y cuyo ligero roce significa la muerte inmediata.

Una vida. Dos. Incontables vidas perdidas en esos rayos mortales. El pobre Megaman estallaba una y otra vez, y mi sentimiento de frustración crecía a cada intento en el que fallaba.

Pero el pleito ya era personal. Por eso la victoria fue tan deliciosa.

Llegó. A la enésima ocasión, pero llegó. Finalmente burlé todos los lásers y me planté al final del escenario para reclamarle a Quick Man con mi cañón de plasma.

Me mató. Aventé el control.

Pero ya había encontrado una estrategia, y me prometí que con ella lograría vencerlo... la siguiente vez que lo tuviera en mis manos, porque ya era domingo en la noche y el lunes tempranito debía regresarlo a VideoVisa, de donde lo renté el sábado.

La señora que atendía el establecimiento ya sabía que elegiría el del "robotito" azul. Era ese y ya. A veces, para variar, elegía Lolo o Mario Bros 3. Pero sólo cuando alguien más ya había tomado la única copia de Megaman 2 en el sitio.

Nunca lo terminé. Acaso alcancé a llegar al dragón gigante de la segunda escena del Doctor Willy, y éste me tiraba al vacío con una facilidad impresionante. Estoy seguro que se reía de mí, pero no pude comprobarlo.

Sin embargo, vencí a Quick Man y a los otros siete robots. Detoné sus propias armas en su contra.

Ese fue mi primer gran logro a los siete u ocho años, y pasando el rato con él aprendí, de paso, qué significaba Wood Man, Bubble Man o Crash Man. Las clases de inglés que siguieron al autodidactismo brindado por los videojuegos ya fueron un mero trámite.

Capcom y su genialidad de finales de los 80 marcó un hito. También la dificultad de sus juegos.

Pero la fórmula de elegir al rival con el cual pelear, atravesar su escenario y robar su arma al vencerlo, eran prueba de una originalidad legítima, sobre todo en fechas en las que el videojuego plataformero era un émulo de Mario o de Contra.

Y aunque las portadas de sus juegos eran horribles (al menos las dos primeras), la magia que hay en toda la experiencia de juego, incluidas sus buenísimas piezas musicales, llaman a seguir la pista del robotito azul que conocí en VideoVisa.

EL INFORMADOR / ISAACK DE LOZA

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