RESERVA DE SELENKAY, KENIA (28/SEP/2016).- Leiyio viste una tela roja sobre el torso y una azul anudada a las caderas, brazaletes multicolores en antebrazos y tobillos y pendientes en forma de media luna. A primera vista parece el típico guerrero masái, sólo que en vez de lanza lleva un GPS para proteger a los leones.Este Moran (joven guerrero masái) sostiene en la mano un pequeño aparato de geolocalización por satélite, como parte de un proyecto lanzado hace casi 10 años en la reserva de Selenkay, en el sur de Kenia.Su objetivo: convertir a los masáis -cazadores de leones- en protectores de estos animales para que el desarrollo de la fauna silvestre beneficie económicamente a la comunidad respetando su cultura. Es decir, reconciliar al hombre con la fauna.Cada día, "los guardianes de los leones", unos masáis empleados por la ONG "Lion Guardians", promotora del proyecto, recorren la zona.En una mañana de septiembre en la que los nubarrones impiden ver el Kilimanjaro, los masáis buscan a tres leonas que, la noche anterior, se aventuraron en el campamento de la ONG.Hace falta la experiencia de los masáis para seguirles la pista. La sabana es densa y es difícil leer huellas en el suelo, cubierto de hierba chamuscada. Por si fuera poco, las leonas se separaron para cazar.Después de dos horas de caminata, los "hombres de rojo" dan el alto: las leonas se encuentran a menos de 100 metros. Tuvieron poca suerte con la caza y se juntaron, a la sombra. - Ganado y niños perdidos - En otras circunstancias, la batida hubiera acabado en caza. Para los masáis, la muerte de un león encarna la valentía y confiere gloria y prestigio al cazador. Tenían por costumbre hacerlo en represalia a un ataque contra su ganado.Leiyio y los otros Moran del programa tienen claro que eso pertenece a otra época. Ahora, nada más encontrar a las leonas, envían la localización al campo base, de donde parte un coche con la responsable científica y cofundadora del proyecto, Stephanie Dolrenry, a bordo.Se junta el saber centenario de los masáis y la formación académica de esta mujer de 37 años que estudia el comportamiento de los leones en este territorio de tres mil 684 kilómetros cuadrados."El programa no se centra sólo en los leones" sino en toda la comunidad, explica Stephanie Dolrenry."Los guardianes pasan buena parte del tiempo buscando al ganado extraviado, a ganaderos o a niños perdidos. Están ahí (continuamente) y conocen la sabana", añade la estadounidense, que evalúa en un millón de dólares el valor del ganado restituido el año pasado a sus propietarios.Los Moran preservan su estatus de defensores de la comunidad. Son, por ejemplo, los primeros en intervenir cuando muere una vaca para impedir una batida en represalia. Además casi todos los empleados de las cabañas ecológicas de la reserva son masáis.Los resultados están ahí: entre 2007 y 2016 la población de leones se ha cuadruplicado, hasta los 150 ejemplares, según el doctor Dolrenry.Además, se ven búfalos, tras años de ausencia, manadas de elefantes y de especies como el alce de El Cabo o el gerenuc (gacela jirafa)."Lion Guardians", presente en Tanzania, Ruanda y Zimbabue, se financia gracias a filántropos. El coste del programa para la reserva de Selenkay no llega a los 300 mil dólares anuales.Cuando empezó había cinco guardianes de leones, ahora son más de 40. Cobran el salario mínimo keniata, unos 120 dólares por mes.Entre los últimos reclutas destaca uno: Mitiaki Kitasho, que asegura haber matado a cinco leones. Estuvo en la cárcel en dos ocasiones por haber matado a un elefante y a un león."No hay una especie animal (en la sabana) que yo no haya matado" para "proteger a la comunidad y para ser conocido y respetado", reconoce.Pero la bravura no le aportaba dinero y tras sus condenas decidió cambiar de bando. Ahora es él quien dice a los jóvenes Moran que no maten leones.