La talidomida 39 años después

GUADALAJARA, JALISCO (30/JUL/2012).- Fue el 30 de julio de 1973 que los tribunales ingleses dieron fin a una batalla legal que duró 11 años, sin embargo, será difícil olvidar los motivos que dieron lugar a este conflicto, y ojalá la humanidad jamás los olvide.

La talidomida, recordémoslo, se sintetizó por primera vez en el año de 1954 por los laboratorios alemanes Chemie Grünenthal, con el nombre molecular de alfa-phtalyglutamic-acid-imida.

Conocida por sus efectos sedantes e hipnóticos, y utilizada en el tratamiento del vómito asociado al primer trimestre del embarazo, a mediados de los 50 era la tercera droga más vendida sin toxicidad entonces reconocida, ya que fue probada en ratones en dosis de diez mil miligramos por kilogramo de peso, sin observar efectos colaterales fatales.

Aunque ya entrados los años 60 se empezó a experimentar como un medicamento con grandes bondades para el tratamiento de la lepra, el daño ya había sido causado a miles de personas que habrían de crecer con problemas de desarrollo.

A finales de los 50 y principios de los 60 nacieron más de 12 mil niños con graves deformaciones congénitas, de madres que habían ingerido el fármaco, caracterizadas por desarrollos defectuosos en brazos, piernas o bien alteraciones masivas internas.

En el Reino Unido, la demanda se centró contra el laboratorio concesionario en la elaboración de este fármaco y la batalla legal terminó un día como hoy, pero hace 39 años. Ninguna cifra económica podría paliar el drama que significaron los problemas en las familias y la inconveniencia de muchas personas que habrían de empezar su vida con un cuerpo con funcionalidad diferente. La indemnización que los tribunales ingleses dictaminaron fue de seis millones de libras esterlinas en créditos directos y también se crearía un fondo de 14 millones para cuidar el futuro de un poco más de 400 niños ingleses.

En el juicio, además del intercambio de acusaciones se proyectó lo bueno y lo malo de la humanidad, desde la fuerza interna de las familias cuyos hijos nacieron sin extremidades o con estas gravemente acortadas, hasta los intereses comerciales, que se reflejaban en los alegatos como aquel en el que, tras años de demoras y aplazamientos por los procesos judiciales, la compañía comercializadora se quejó de que los largos tiempos le impidieron demostrar que las acusaciones de negligencia que pesaron sobre la empresa eran infundadas.

En México la talidomida también tuvo su recorrido trágico en las salas de alumbramiento, pero los recursos legales no tuvieron la fortaleza para un resultado tan espectacular como el logrado en Inglaterra. La definición que en un principio se dio al resultado de la aplicación de la talidomida fue “focomelia” haciendo alusión a la estructura corpórea de las focas, que carecen de brazos y de piernas. Si la comparación resulta grotesca, más grotesco fue que el medicamento sólo se retiró del mercado sin compensaciones hacia las víctimas como último recurso ante algo irremediable.

Hace 39 años terminó en el campo legal un enfrentamiento, pero la batalla sigue en los cuerpos de muchos sobrevivientes que han enfrentado, la gran mayoría con una entereza envidiable, las desventajas de heredar un cuerpo con limitaciones que ellos mismos no eligieron, pero que están ahí, para recordarnos que la ciencia humana es imperfecta y en ocasiones se vuelve contra sus creadores.

Lección esta última, que la humanidad se empeña en olvidar a la luz de las posibilidades de enriquecimiento de terceros.

Pero no olvidemos que hay otra lección: la que nos entrega esa gente que día a día lucha y triunfa, corroborando que incluso en donde la oscuridad humana ha proyectado sus sombras, el alma con decisión es capaz de entregar luz.



EL INFORMADOR / ADRIÁN CASTAÑEDA FONSECA