Viernes, 22 de Noviembre 2024
Tecnología | Tan sólo en 2005 México pagó más de dos mil millones de dólares por la compra de tecnología extranjera

La epidemia de influenza humana demostró el abandono a la ciencia en México

Extranjeros nos dicen qué virus nos atacan, y venden la cura

Por: SUN

CIUDAD DE MÉXICO.- El abandono en ciencia “nos convierte en un país dependiente del extranjero; necesitamos que otros digan qué virus nos ataca y nos den los medicamentos para curarnos”, advierte Rosaura Ruiz, presidenta de la Academia Mexicana de Ciencias.

México destinará en este año 6.6% del PIB al rubro salud, del cual sólo 0.6% será para desarrollo de ciencia básica y aplicada, señaló. Entre las naciones de la OCDE, el país ocupa el último lugar en inversión: destina 0.33% del PIB de 2009, a diferencia de Suecia, que lidera la lista, con 4%. La organización recomienda una inversión de 2.26%.

Ruiz Gutiérrez dijo que no invertir en ciencia “sale muy caro: sólo en 2005 pagamos más de 2 mil millones de dólares por la compra de tecnología (...) Estamos pagando la factura de no tener la infraestructura para analizar el virus”.


Cuesta caro desaire a investigación

En 2009, México dedicará 6.6% de su Producto Interno Bruto (PIB) a la salud, pero sólo 0.6% de estos recursos será para desarrollo de ciencia básica y aplicada, lo cual, advierte Rosaura Ruiz Gutiérrez, de la Academia Mexicana de Ciencias, “nos convierte en un país dependiente del extranjero; necesitamos que otros nos digan qué virus nos atacan y nos den los medicamentos para curarnos”.

El atraso en programas de salud es el rubro en el que más se evidencia el abandono de la ciencia, “no es posible concebir un programa de atención a la salud que no desarrolle de forma paralela y constante estudios e investigaciones sobre las enfermedades de los mexicanos y la forma de tratarlos”, advierte Antonio Lazcano Araujo, miembro del Grupo de Análisis Evolutivo del Virus de la influenza tipo A.

En los últimos 20 años, la inversión en México para investigación científica y tecnológica no creció al ritmo de la población y sus necesidades. En 1990, el gasto público en este rubro fue de 0.97% (16 mil 850 millones de pesos) del Presupuesto de Egresos de la Federación, cuando había 81 millones de habitantes; en 2008 alcanzó 1.52% (39 mil 86 millones de pesos), ya con 106 millones de habitantes. En 2009, a pesar de un incremento poblacional de 25 millones de personas respecto de 1990, la designación presupuestal para innovación científica y tecnológica sólo aumentó 22 mil 236 millones de pesos —sin contar el efecto de la inflación.

Entre las naciones de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), nuestro país ocupa el último sitio en inversión para investigación y desarrollo (I+D), al destinar .33% del PBI de 2009. Suecia encabeza la lista con 4.0% de su Producto Interno Bruto, seguido de Finlandia y Japón, con 3.5% y 3.2%, respectivamente. La OCDE recomienda que la inversión sea de al menos 2.26%.

En su informe Reviews of Innovation Policy: Mexico, presentado en enero de este año, asienta: “En 2007 y 2008, México ha perdido competitividad en actividades basadas en el conocimiento. Tiene el más bajo nivel de los países miembros de la Organización en productividad científica, formación de recursos humanos en ciencia, inversión en ciencia y tecnología, educación de la ciencia y en solicitudes de patentes”.

El secretario general adjunto de la OCDE, Pier Carlo Padoan, señaló entonces que antes de 2010 nuestro país necesita aumentar su inversión en investigación e innovación tecnológica; el número de doctores en ciencia, de 2 mil a 3mil 600, y el de científicos, de 15 mil a 20 mil.

Un diagnóstico de la política estatal científica, tecnológica y de fomento a la innovación (2000-2006) elaborado por el Foro Consultivo Científico y Tecnológico revela que, además del problema presupuestal, persisten carencias que limitan la contribución de la ciencia nacional a la solución de las necesidades del país. La excesiva concentración territorial e institucional de las capacidades en el Distrito Federal y en unas pocas instituciones dificulta la diversidad y competencia indispensables para garantizar el camino hacia la excelencia científica.

 
Caro, no invertir

Rosaura Ruiz Gutiérrez, presidenta de la Academia Mexicana de Ciencias, asegura que no invertir en investigación y desarrollo de la ciencia “le sale muy caro a México. Sólo en 2005 pagamos más de 2 mil millones de dólares por la compra de tecnología. Somos un país maquilador, somos un país de inventores, pero ya no patentamos, ya no exportamos, estamos pagando la factura de no tener la infraestructura instalada para analizar un virus que le afecta a nuestra población y que tuvimos que mandar a estudiar a Estados Unidos y Canadá”.

Señala también que “los investigadores queremos servir a México, que la gente entienda lo que hacemos, pero necesitamos el apoyo del gobierno federal para cambiar esa postura neoliberal en la que la salud y la ciencia son vistas como un negocio. No se ha entendido la importancia de la ciencia en el desarrollo de un país, lo que es también una irresponsabilidad, porque estamos en el siglo llamado del conocimiento y estancados por cuestiones burocráticas e ideológicas”.

En su ensayo “Importancia de la ciencia y la tecnología en el desarrollo de México y estrategia de fortalecimiento”, que presentó a la Cámara de Diputados en septiembre de 2008, precisa que de 1999 a 2008 disminuyó la asignación de fondos públicos a este rubro, pasando de .42% a .37% del PIB, siendo éste uno de los menores presupuestos asignados en las últimas dos décadas.

Refuerzan su perspectiva cálculos de la OCDE según los cuales la inversión en ciencia y tecnología genera 25% del crecimiento en los países en desarrollo y 50% en los desarrollados, además de que por cada punto porcentual de aumento en investigación la productividad crece 0.17%.

Esther Orozco, directora del Instituto de Ciencia y Tecnología del DF, considera que “hay un gran desaire hacia la investigación; la experiencia que nos deja el virus de la influenza tipo A es que la ciencia no es un lujo ni un negocio, que es necesaria para atender la salud de los afectados por una enfermedad que todavía podría contagiar a más gente”.

Lamenta asimismo que “tenemos como dos décadas en que el apoyo a la ciencia y la tecnología se ha venido abajo, incluso se han cerrado instituciones; por ejemplo, la labor en materia de salud que realizaba el Instituto Mexicano del Seguro Social prácticamente ya no existe, por cuestiones burocráticas y de presupuestos; de hecho, el anterior director, Juan Molinar Horcasitas, aseguró que sólo se haría investigación si era negocio”.

Por visiones como ésta, añade, la salud de los mexicanos depende de las grandes empresas y de otros países. Sin ciencia, tecnología, innovación y patrimonio intelectual la crisis que nos aqueja puede ser más aguda. “No entendemos qué hay detrás de esas políticas, no queda claro por qué esa manera de actuar tan a corto plazo; quisiéramos que quienes gobiernan actuaran a mediano y largo plazos, que planificaran lo que va a ser este país dentro de cinco, 10 y 100 años, como se hace en otras partes del mundo. Con planeación se vería la importancia de apuntalar a México en tres grandes rubros que son transversales a todas las actividades de la sociedad: educación, ciencia y tecnología”.

En su reporte de la primera semana de mayo, el Centro de Estudios Económicos del Sector Privado destaca que “el gobierno federal tiene la obligación de canalizar los mayores recursos a actividades que redunden en un beneficio de la población”, incluyendo fundamentalmente “un sistema de salud que tenga la capacidad de atender a toda la población, pero en especial, de hacer frente a cualquier contingencia sanitaria, como la que actualmente aqueja al país”. Dentro de las reformas estructurales requeridas, se concluye, está mejorar la cobertura médica, la investigación científica y la eficacia ante contingencias sanitarias.

 
¿Excéntricos viejitos?

En parte, está la incomprensión. “Los políticos y la gente todavía nos ve como a los excéntricos viejitos, despeinados, que hacemos cosas que nadie entiende, como los personajes de las películas del Santo contra las momias. Pues eso no somos, pero el gran desconocimiento y el desaire social y gubernamental hacia la ciencia nos ha reducido en número y descalificado lo importante que puede ser nuestra labor”, afirma el doctor en Ciencias Antonio Lazcano Araujo.

En México es reducido el número de científicos respecto al tamaño de la población, además de que hay áreas de la ciencia que no están cultivándose por falta de investigadores. “Somos pocos y el promedio de edad de los científicos es más o menos de 50 años, que aunque es gente con una gran vitalidad intelectual, el potencial de los jóvenes mexicanos se está desperdiciando por falta de recursos; no se abren plazas y con ello se pierde la continuidad generacional y se rompe el desarrollo de proyectos en los que se han invertido años de trabajo”.

Datos de la OCDE difundidos en 2008 muestran que mientras en México hay 1.2 científicos por cada mil habitantes, en España son 5.7; en Canadá, 7.7; en Japón, 11, y en Estados Unidos, 9.7. El promedio es de 7.3 y nuestro país está muy alejado de él.

Ahora bien, si se consideran los datos del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, en una década el número de investigadores pertenecientes al Sistema Nacional de Investigadores (SNI) del país aumentó más del doble, al pasar de 6 mil 287 profesionales en siete áreas de conocimiento registrados en 1997, a 13 mil 485 en 2006. Sin embargo, de las siete áreas de conocimiento que abarca el SIN, la de Medicina y Ciencias de la Salud están entre las que menos investigadores ha desarrollado.

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