Vergüenza y dignidad

GUADALAJARA, JALISCO (02/MAR/2014).- Uno de los personajes es un periodista caído en desgracia, un hombre petulante al que las “noticias suaves” de interés humano le parecen un asunto profesional muy poco digno, y de interés exclusivo de los lectores más vulgares. El otro de los personajes es una anciana, bastante dulce, que arrastra un secreto de juventud.

Philomena reúne ambas personalidades y del contraste hace ver cómo nace la empatía.

La historia tiene varios hilos con potencial de escándalo, pero se mantiene ecuánime ante todos ellos. Ese admirable equilibrio en el tratamiento de los temas resulta una expresión perfecta del flemático espíritu británico. Ni se acentúan las congojas de la señora en busca de un hijo, ni se recalca la perfidia  de la orden religiosa ciega e inclemente con los dictados de la naturaleza humana. Incluso el debate entre la fe y el escepticismo que ocurre entre los dos protagonistas queda en un intercambio que se puede calificar de justo.

El principal instrumento narrativo del director son los actores. Más que trucos de edición o una trama de estructura compleja, el realizador confía en la fuerza de los rostros y las miradas. La anciana entrecierra los ojos, el periodista los abre. La expresión de ella puede ser concentración, firmeza de ideas; la de él manifestación de duda y desconcierto. Una proyecta vitalidad a pesar de la horrible situación, el otro cinismo y jactancia.

El realizador también es capaz de dotar de humor distintos momentos. Hay una escena en el aeropuerto donde Philomena le cuenta a Martin la novela romántica que acaba de leer, que se vuelve muy simpática porque el recuento se extiende más de lo esperado. En otro momento ese sentido de la ironía tiene algo de trágico, como cuando el mismo personaje no tiene más remedio que meter el pie para que no le cierren la puerta en las narices.

El argumento de la cinta tomó como base un reportaje del diario The Guardian que tuvo un  encabezado alarmante: “La Iglesia católica vendió a mi hijo”. Como lo ocurrido en España, también en Irlanda las monjas esclavizaron a jóvenes huérfanas para trabajar en lavanderías, y cuando una de las chicas quedaba embarazada la orden se encargaba de “tapar el pecado”. Esa pugna con los procedimientos desarrollados por la institución religiosa alimenta la escena climática y muestra una confrontación que se resuelve con gran dignidad.

Steve Coogan, el actor que interpreta a Martin, hizo la adaptación de la pieza noticiosa pensando en dibujar un personaje que transitara del cinismo a la solidaridad, abarcando un rango amplio de estados emocionales. Sin embargo, en el producto final la figura más vigorosa terminó siendo Philomena gracias a la muy sensible caracterización que le da Judi Dench. Caracterización que le otorga a la actriz su octava nominación al permio Oscar.