GUADALAJARA, JALISCO (26/MAR/2017).- Cuale está allá arriba, cobijado por un mar de montañas que hacen olvidar a los climas tropicales de junto al mar. Cuale está tan alto que los micro climas que se suceden a cada metro vuelven loca a la naturaleza que, en esos lugares le da por mezclar sin ton ni son, pinos con platanares, gaviotas con pájaros carpinteros, fríos con calores y, vistas del mar y de las serranías. El antiquísimo nombre náhuatl de… ‘un lugar cerca del cielo’ le viene como anillo al dedo porque, desde Cumbre Blanca -casi a los dos mil metros de altura- nace el famoso Río Cuale que luego, aturdido va a desembocar al mar entre un verdadero maremágnum de tiendas y restaurantes en Puerto Vallarta.En esta ocasión llegamos a Cuale después de unas buenas horas de brecha polvorienta y angosta. En ocasiones, unos treinta centímetros nos separaban del voladero; cincuenta metros en caída libre precedían a los trescientos que faltaban para caer al río. Los deslaves entre las cañadas son frecuentes por los ‘lloraderos de agua’ que dificultan la marcha.En Puerto Vallarta, el camino a Cuale arranca desde la desviación que está bajo el puente del libramiento. Unos veinte kilómetros delante encontrarán San Pedro, una anodina ranchería que no tiene mayor chiste que ser el lugar de descanso de los peregrinos que van a Talpa. Diez kilómetros después llegarán a la ranchería ‘Las Mesas’, y luego ‘Los Lobos’ donde habrán de hacer un alto en el camino para disfrutar del panorama montañoso que parece no tener fin. Quince kilómetros más, entre curvas muy angostas y el temor de encontrar una troca veloz que venga en sentido contrario… aparecerá impávida la cúpula de la iglesia de Cuale, cobijada entre los pinos y los cerros de la Sierra Madre Occidental. Los húmedos y brillantes tejados parecieran dar la bienvenida al viajero abrumado por el trajinoso camino. Aqui no hay nada: hubo, sí. Ahora solamente hay paz, cerros y gente amable ¡y también historias…! por montones.Nos estacionamos fuera del pueblo para no molestar a nadie, y dejar que el lugar, a su tiempo nos fuera contando… lo que quisiera contarnos.Las casas se veían muy solas. Nadie en las calles. Tres chiquillos nos miraron con asombro bromeando sobre nuestra presencia. Las risas hicieron eco en el húmedo silencio fascinante… ¡Nos enamoramos del pueblo!Calle abajo encontramos a un hombre solitario que caminaba… a ningún lado. ¡Ahí fue que empezaron las historias! Podríamos pasar unos veinte capítulos relatando lo que Don Raúl nos platicaba. Su conversación amena y pueblerina era más valiosa que la mejor misa cantada.En el siglo XIX -nos decía- Cuale fue un pueblo minero muy importante; aquí se instaló el primer teléfono de la región, mucho antes que en Guadalajara. El pueblo de ‘Las Peñas’ (Puerto Vallarta) no tenía más importancia que ser el lugar donde se recibían los materiales para las minas “la Grandeza” y “la Prieta”, que en 1850 tuvieron bonanza de plata, plomo y cobre.En esos tiempos, un personaje llamado Jesús Hernández Camarena, era dueño de vidas y haciendas desde Cuale hasta Jaltemba. Figúrense ustedes el poder que tenía este hombre... que en tiempos de la ocupación francesa -nos explicaba casi con interés histórico- él mismo inundó sus minas para evitar que el invasor se apropiara de ellas; se dice que lo hizo a sugerencia (mandato pues) de Benito Juárez -aseveró con cierta duda-. En 1940 durante la guerra, la fiebre del oro provocó que cientos de gambusinos -aquí les decíamos chorrilleros- vinieran a buscar pepitas de oro que dizque rodaban a montón por los arroyos; dicen que algunos en un solo día lograban encontrar hasta 20 o 30 gramos de oro entre las piedras (?)Mire, venga pa’cá… -me dijo alborotado- quiero que conozca a Don Pedro Carrillo, que es el último chorrillero viviente… Así fue como tuve la suerte de conocer a ese viejazo añoso, reliquia de otros tiempos, todavía fuerte y platicador, que me regaló el par de cuarzos que actualmente atesoro junto a las mil interesantes y divertidas historias, tan valiosas, o más, que los cristales mismos.La serena y tranquila hacienda -actualmente de la familia Mantecón oriunda del lugar- es la que completa el entorno de ese pueblo que se ufana de ser… “un lugar cerca del cielo”. Solo recuerda que… “para subir al cielo se necesita…”pedrofernandezsomellera@prodigy.net.mx