GUADALAJARA, JALISCO (19/FEB/2017).- Al Este del cerro zacatecano nombrado Santa Cruz, se encuentra la hermosa Hacienda Tacoaleche, “Don Antonio García construye entre 1891 y 1895, la Casa Grande de Tacoaleche en sustitución de la Estancia que le antecedió para hacer de ella su residencia aunque no habitual y que comúnmente residía fuera de Zacatecas. Entre 1904 y 1905 es muy probablemente el mural de la batalla de Austerlitz que decora el espacio conocido como el escritorio, lugar de la tenaduría de libros y administración (actualmente la Biblioteca Otilo Montaño)… (la vida en las haciendas. Jus. Méx. 1957).Del insólito mausoleo de la Hacienda de Trancoso, regresamos al crucero y tomamos la carretera rumbo a Zacatecas y a pocos kilómetros estábamos mirando los famosos silos de Santa Mónica, uno de ellos fue habitado por Francisco Goitia, quien los vivió, los percibió y los plasmó en oleo, sobre un lienzo de 68 X 130 cm. por el año de 1950. En primer plano, el esqueleto de una vaca, un nopal y unas matas, le sigue una barda y detrás de ella, veintiún hermosos silos, que pertenecían a Trancoso, del hacendado Francisco García Salinas.La hacienda fue ganadera y agrícola, destacando: maíz, frijol y trigo, granos que se almacenaban en los conos de piedra, con sus escalones salientes, que a mediados del siglo XX, fueron convertidos en cuartos de la “Posada de Indios Zacatecas Courts”, conversión que no prosperó. Luego de Zoquite llegamos a Tacoaleche, donde otros bizarros graneros nos dieron la bienvenida y a un corto tramo admiramos la hacienda porfiriana, la casa grande de dos niveles, el portal de trece arcos en medio punto, soportados por capiteles toscanos y columnas redondas, el séptimo arco corresponde con la puerta principal, con vistoso remate arqueado, los demás arcos concuerdan con una ventana, vertical y con forja, arqueada y con clave saliente, que sube a una cornisa arqueada. La treceava ventana se hizo puerta, y abre a la biblioteca mencionada.El segundo piso, con una terraza delimitada por columnas redondas y de fierro, trece puertas abren a ella. Detrás de la terraza, sobresale una atractiva torre octagonal, de dos pisos, con un vano por cara, vertical y arqueado, el segundo nivel con balcón circundante, para mirar los valles. Entramos a la biblioteca y vimos el mural, que expresaba toda una batalla. Luego recorrimos lentamente el agradable portal, en el zaguán un cartel nos indicó que la casa albergaba a la Galería de Artesanía nacional. Al pasar el zaguán apreciamos el fantástico patio de cuatro corredores, de planta cuadrada y de cinco claros cada corredor, delimitados por basas altas y esbeltas columnas redondas de fierro.La fachada posterior nos mostró una acogedora terraza, comprendida por seis columnas, sus basas abrazan un barandal y una escalera baja al segundo patio. Los corredores daban sombra a una exposición fotográfica y a unas vitrinas con artesanías (recipientes y muñecos), y las recámaras adaptadas a salas de diversas artesanías.La exposición era una colección de Jesús Noriega de ola O. Iniciaba con una foto de Antonio García García Rojas, 1890; una toma de los campesinos de la hacienda; la morisma de don Crucito Rodríguez, de 1908; niños del catecismo; personajes de la revolución; escolta de ejidatarios en el desfile de 1964; Antonio Aguilar y muchas más. Nos fuimos adentrando a las salas, una con textiles: bordados e hilvanados; en punto de cruz; ceremoniales y deshilados, de algunos estados. La sala vecina con barro moldeado, modelado, engobado y negro. A unos pasos: escultura huichol, “Las imágenes expresadas en su arte representan historias y leyendas de su mitología, que organiza cada aspecto de su mundo y de su vida”, esculturas de cantera, flechas votivas, jícaras cubiertas por chaquira, máscaras y tejidos.Una esquina estaba animada por un telar y una hiladora. Otra sala con artesanía de cartón y papel, alebrijes, catrinas y juguetes. Esculturas de cantera por doquier.