
LO ÚLTIMO DE Suplementos
“Soy totalmente… Medrano”
La historia de la frivolidad tapatía no sería la misma sin la calle Medrano, ahí todo lo que parece inalcanzable se puede adquirir. Lucir como las modelos de las revistas es toda una realidad si se recorren las calles que cruzan el lugar en donde se ubicó un edificio llamado Palacio de Medrano.
“Todo es más barato, si quieres unos zapatos como los que están de moda aquí los encuentras hasta por 150 pesos”, dice una de las asistentes frecuentes a la zona; la calidad y duración de los productos no le interesan, “yo lo que quiero es lucir actual y aquí me tienes cada mes”.
Ropa y accesorios es lo que más se vende, la gente camina apresurada, busca, sale de una tienda, entra a otra y los gritos de los comerciantes no faltan: “aquí tenemos la réplica original de su bolsa luis botón, barata, pásele”.
El término “réplica original” esconde la realidad de los que venden y compran: “pirata, pero muy parecida”.
Pero la calle Medrano tiene una historia poco conocida, de lo que fue el palacio, quedan los recuerdos en el Barrio de Analco.
La historia dice que en 1585 se trasladó el Palacio de Gobierno al Palacio de “Oñate”, llamado así por haber sido construido por Cristóbal de Oñate en 1542. Este Palacio, que a mediado del sigo XVII estaba en ruinas, fue reedificado en los años de 1640 a 1642 y desde entonces el pueblo empezó a llamarle “Palacio de Medrano”.
Parece que Romeo y Julieta tuvieron antecedentes a la tapatía en este lugar. El palacio era una casa en donde una familia había arreglado un matrimonio de conveniencia para una de las hijas. Ella estaba enamorada de otro hombre y a pesar de la negativa e indignación que manifestó, accedió para no confrontar a su padre.
El día de la boda, en el balcón de su cuarto, aparece el dueño de su corazón, al enterarse el recién marido de la visita, lo encara para enfrentarlo a un duelo, la mujer se pone en medio, lo salva del enfrentamiento, el novio asustado se pierde entre las sombras de aquella noche y la desconsolada enamorada corre al patio apretando fuertemente una cuerda al cuello para poner fin a su vida ahorcándose.
El relato anterior lo documentó el presbítero José T. Laris, en el libro de 1945 “Guadalajara de las Indias”. Ahí también se hace referencia de que en la década de realizada la publicación “de ese histórico recinto no queda piedra sobre piedra, porque al consumarse la tragedia, el palacio quedó abandonado y al consumarse la Independencia, permaneció cerrado por luengos años; después poco a poco se le fue destinando en cuartel, mesón y alcaicería, hasta que sacado en pública subasta, fue rematado por particulares que lo convirtieron en las fincas que se ven en nuestra época en ese lugar”.
De la historia de amor del lugar que da origen al nombre de la calle, nada más queda la historia; ahora esa zona de Guadalajara, es una de las más visitadas y concurridas por los cazadores de buenos precios, turistas y comerciantes que esperan encontrar alternativas para sus clientes.
Quizás son pocos los tapatíos que no se han dejado seducir por este lugar que tiene como antecedente un palacio…total, para lucir bien, prácticamente todo se vale.
Lee También
Recibe las últimas noticias en tu e-mail
Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día
Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones