Suplementos | El Presidente aguanta el 'castigo' que supone una elección intermedia ¿Premio o castigo? El Presidente aguanta el 'castigo' que supone una elección intermedia, sin embargo no todas son buenas noticias para su partido Por: EL INFORMADOR 21 de junio de 2015 - 04:08 hs La miopía sobre otros fenómenos de la elección podría conducir al Presidente a conclusiones autocomplacientes. NTX / GUADALAJARA, JALISCO (21/JUN/2015).- Nadie puede despojar al Presidente de sentir cierta satisfacción tras las elecciones intermedias. Los resultados del domingo 7 de junio para Enrique Peña Nieto no fueron malos. Y es que tras el escándalo de la Casa Blanca, la tragedia de Ayotzinapa y una economía que nomás no levanta, todos hubiéramos imaginado un contundente castigo en las urnas al proyecto de Peña Nieto. Sin embargo, los resultados electorales distan mucho de ser un “correctivo” al Presidente de la República. Incluso, podríamos decir que si las elecciones intermedias suelen ser un plebiscito sobre el Presidente y su proyecto sexenal, el mexiquense ha sobrevivido al juicio de las urnas. Los número están ahí: Peña Nieto perdió, bajo la marca PRI, sólo cuatro puntos porcentuales. Y si incluimos al Partido Verde, su socio en el Gobierno, la sangría porcentual apenas rebasa los dos puntos. Asimismo, la coalición gobernante (PRI-PVEM) se ha llevado 60% de los distritos del país y en número de asientos en la cámara de diputados, el PRI sólo pierde cuatro asientos (207 a 203), pero con el Verde crece 10 curules más (240 a 250). Esto quiere decir que la sangría de votos tras un turbulento 2014, y un inestable 2015, ha sido mínima para Enrique Peña Nieto. Sin embargo, ¿esta debe ser la conclusión? ¿Podemos decir tras los resultados que los más de 13 millones de votos que recibieron PRI y Verde son un mensaje de legitimidad para el proyecto de Peña Nieto? Claramente esta sería la lectura equivocada en Los Pinos. Por supuesto que la tentación del Presidente es “comprar” la interpretación de que el descontento y su baja popularidad son simplemente la opinión de unos pocos. Y que las urnas pusieron a cada uno en su lugar, dando al PRI con sus aliados del Verde y de Nueva Alianza, una mayoría absoluta en la cámara que ningún Presidente hubiera soñado en los 18 años de elecciones democráticas. Sin embargo, creo que la Presidencia se equivoca si hace una interpretación tan superficial de lo que ocurrió el 7 de junio. Al contrario, hay otros datos que seguramente no ven muchos priistas y que pintan un escenario distinto: las ciudades más importantes del país le dieron la espalda al PRI; el tricolor depende mucho de estados “zapato”; si bien no pierde muchos votos, el PRI roza su mínimo histórico y su peor resultado en elecciones intermedias. Las ciudades y el anti-priismo El antipriismo histórico se ha concentrado en las urbes. Ciudad de México, Monterrey, Guadalajara, Querétaro y Tijuana son ejemplos. Si revisamos los resultados que dejó la jornada del 7 de junio, lo que salta a la vista es el debilitamiento del PRI en las zonas conurbadas. Tomando Monterrey, por ejemplo, en los distritos ubicados en Monterrey y en San Nicolás de las Garza, elección a diputados locales, el PRI sólo ganó dos de 11. Y en la elección a gobernador, la victoria en votos del “Bronco” en estos distritos metropolitanos, fue de tres a uno (360 mil que obtuvo el candidato independiente contra 120 mil que registró la candidata del PRI, Ivonne Álvarez). Sólo en tres distritos de los 11 de Nuevo León, la candidata a la gubernatura del PRI obtuvo más del 20% de las simpatías de los electores. En Guadalajara, la realidad es similar. El PRI sólo pudo ganar dos distritos locales: el 4 de Zapopan y el 20 de Tonalá. El resto de los 12 municipios metropolitanos, los perdió por distancia. En la Zona Metropolitana de la Ciudad de México, el PRI ha encontrado notables resistencias. El PRI obtiene victoria en las delegaciones más pequeñas y con un caudal de votos, sumados entre las tres, de 59 mil sufragios. En el mismo sentido, el PRI sólo se lleva dos de 40 distritos. Es una constante en muchas ciudades, el debilitamiento del PRI y el surgimiento de opciones partidistas o no partidistas que capitalizan el voto antipriista. Mismo fenómeno ocurre en Tijuana, en donde el PRI pierde todos los distritos (el PAN gana los cuatro). En Querétaro el PAN se lleva no sólo la gubernatura, sino también los distritos federales en la capital. Mérida, Aguascalientes o León son otras ciudades en donde vemos el mismo fenómeno. El voto duro del PRI En muchas ciudades del país, entre ellas Monterrey y Guadalajara, la “fuerza” del voto duro del PRI fue un mito. En Guadalajara, por ejemplo, el tricolor registró el peor caudal de votos en su historia. Y en Monterrey, aunque logró ganar la Alcaldía, los votos para diputados locales, federales y para gobernador demuestran el desgaste de la marca. Revisemos la geografía electoral y veamos de dónde provienen la mayoría de las victorias en los más de 180 distritos federales que ganó el PRI, sólo o en su mayoría coaligado con el Verde: gana todos los distritos con la coalición PRI-PVEM en Chiapas; gana todos los distritos en Durango; una hegemonía amplísima en Zacatecas y Coahuila; en Yucatán, todos menos Mérida; en Chihuahua, todos los distritos menos la capital; en Tamaulipas todos los distritos; en Hidalgo también el PRI cuenta los distritos por “zapato”. Así, aproximadamente la mitad de los distritos que ganó el PRI de mayoría provienen de estados en donde o no habido alternancia o la hegemonía del PRI sigue siendo manifiesta: Coahuila, Durango, Estado de México, Veracruz, Chiapas o Campeche. En el mismo sentido, la geografía electoral también es rotunda: el PRI pierde fuerza en las ciudades y se lleva la mayoría de los votos en los distritos del interior de las entidades federativas. Esto quiere decir que el voto duro del tricolor sigue operando con eficacia en algunas zonas del país. Por lo tanto, se percibe un movimiento de fortalecimiento de la hegemonía del PRI en algunos estados, mientras pierde peso en ciudades y zonas conurbadas. Un efecto contrario a lo que vimos en 2009, cuando el PRI comenzó su repunte hacia la elección presidencial de 2012, ganando muchísimos votos en ciudades como Guadalajara, Monterrey, Tijuana, Querétaro o Aguascalientes. Los resultados de 2015 parecen fortalecer esta tendencia de un México de dos bandos: el priismo, muy afianzado en estados “duros” del PRI, contra el antipriismo sobre todo concentrado en las ciudades que superan los 700 mil habitantes. Cerca de su mínimo histórico y fragmentación Es la segunda vez que nos enfrentamos a una elección intermedia democrática con el PRI en Los Pinos. La primera fue en 1997 y el PRI de Ernesto Zedillo perdió la mayoría absoluta. Los albores de la alternancia y la primera vez en que las instituciones de la transición le asestaban un duro golpe al partido en el Gobierno. Por ello, debemos ser cautelosos con cualquier análisis. Sin embargo, lo que sí podemos decir es que de acuerdo a los resultados históricos del PRI, la elección de 2015 representa uno de los porcentajes más bajos de votos para el PRI. Con 29% en 2015, el PRI como marca sin sus aliados, está sólo un punto arriba de los 28 puntos obtenidos en 2006, considerando la elección a diputados federales. En términos llanos, el PRI obtiene 10 millones de votos, que es su segundo peor registro, sólo detrás de 2003 cuando obtuvo 7 millones de votos en plena crisis por la pérdida de la Presidencia de la República y las dañinas disputas internas. A lo que me refiero es que si bien no podemos negar que las elecciones intermedias son habituales castigos al partido que tiene el poder a nivel federal, lo que debemos ver es que el PRI se beneficia más de la fragmentación partidista que de un avance electoral propio. Si sumamos a toda la izquierda junta, como fue a la elección presidencial en 2012, suman 30 puntos porcentuales y empatan la marca PRI. Es decir, los socios de Gobierno del PRI le dan al tricolor 12 puntos extras para poder consolidar una mayoría absoluta en la Cámara de Diputados. Así, con menos fragmentación en 2018, el PRI podría vérselas difíciles para retener la Presidencia de la República. Nadie puede negar que tras lo inestable de su primera parte del sexenio, Peña Nieto tiene motivos para creer que el castigo en las urnas no fue tan grande como analistas y opinadores intuían. El tricolor sigue siendo el único partido realmente nacional, que compite en todos los estados (quitando el DF) y que tiene el piso mínimo de votos más elevado entre los partidos. Sin embargo, la miopía sobre los otros fenómenos de la elección podría conducir al Presidente a conclusiones autocomplacientes que no dimensionen adecuadamente lo que sucedió el domingo 7 de junio. El PRI tendrá con sus aliados la mayoría absoluta, sin embargo no puede dejar de ver la desconexión del PRI con el habitante urbano, la dependencia altísima del tricolor hacia los estados que concentran su voto duro y la pérdida de más de 2 millones de votos y ocho puntos porcentuales con respecto a la elección intermedia de 2009. Ése es el otro “7 de junio” que muchos priistas no han volteado a ver. Temas Política Tapatío Enrique Peña Nieto PRI Enrique Toussaint Orendain Elecciones intermedias México 2015 Lee También Así fue de difícil la relación de Silvia Pinal y Enrique Guzmán Xóchitl Gálvez propone Agencia de Aduanas binacional entre México y EU Hoy No Circula viernes 29 de noviembre: Autos que descansan en CDMX y Edomex Silvia Pinal y Enrique Guzmán; así fue su tormentosa relación Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones