Suplementos | Fatiga Crónica. David Izazaga Polvo eres… Era una tarde de botana y cervezas, hasta que una cruz de ceniza les recordó lo que son Por: EL INFORMADOR 23 de febrero de 2013 - 19:51 hs En la vieja cantina. “Pues fui a tomar ceniza a La Merced y había cola, por eso me tardé”. ESPECIAL / GUADALAJARA, JALISCO (24/FEB/2013).- La estancia de aquellos dos parroquianos no fue la misma en la vieja cantina del Centro de la ciudad luego de que supieron, casi accidentalmente, qué día era. Antes la risa era fácil, el comentario —aunque no fuera del todo atinado— era hecho casi a gritos: se sentían los dueños del lugar, una cualidad que sólo se logra asistiendo cotidianamente durante años. La cantina se encuentra en la esquina de la calle Juan Manuel y la Avenida Alcalde. El lugar tuvo mejores tiempos: hace al menos dos décadas, a la hora de la comida era difícil encontrar una mesa vacía. Hoy, a pesar de que hay un atractivo partido de fútbol que sólo pasan por SKY (primer juego de la Copa del Rey entre el Barcelona y el Real Madrid), a penas y se encuentra a la mitad de su cupo. De hecho sólo hay un mesero que también es cantinero y que sin problemas se da abasto para atender todas las mesas. En un rato llegarán dos meseros más, uno irá a la barra y la mujer, luego de ponerse una especie de delantal blanco, va a la mesa de los comensales y los saluda de la misma manera que se saluda al compañero de trabajo o de clase que está ahí diario. Uno de ellos le hace una broma a la mesera al tiempo que le pide limones y un plato. Son dos los comensales: uno toma brandy con cola y el otro cerveza. Tendrán alrededor de sesenta años: uno viste con playera, pantalón de mezclilla y tenis, el otro con camisa y pantalón de casimir y zapato negro. Cuando la mesera llega con los limones uno de ellos saca un tóper que traía en una bolsa de plástico negra y vacía su contenido en el plato. Se trata de una especie de jamón, aunque quizá sea queso de puerco, mortadela o algo por el estilo, porque su color es más oscuro que el del jamón. A eso le pone limón, salsa Valentina y ambos comienzan a comer, mientras de vez en cuando le echan un ojo a la televisión. Luego piden otra ronda. A pesar de que el partido está muy bueno, son pocos los que en realidad están sólo viéndolo: hay un grupo de estudiantes que han juntado tres mesas y que hacen mucho escándalo, parece que celebran el cumpleaños de alguno de ellos. En otras mesas hay más comensales, unos trajeados que seguro son abogados (los trajes lustrosos y los expedientes sobre la mesa los delatan) y algunos otros que incluso beben solos y absortos en su ensimismamiento muy de repente dan un vistazo a lo que sucede a su alrededor. Sin previo aviso el mesero le baja totalmente el volumen a la televisión y un hombre que salió quién sabe de dónde se sienta a tocar el piano. De repente hace su entrada un hombre con una gorra puesta que en cuanto cruza el umbral pasa rápidamente su vista por todas las mesas. Los parroquianos que ya casi se han terminado el jamón-queso de puerco-mortadela, al verlo, levantan las manos y se quejan de lo tarde que el otro ha llegado. Antes del saludo, uno de ellos le dice: “te perdiste de una botana riquísima que trajo éste, ya nos la acabamos, para qué llegas hasta ahorita”. Justo cuando el que va llegando se sienta, se quita la gorra dejando ver la cruz de ceniza sobre la frente. Los que estaban sentados se le quedan viendo como si hubieran visto al mismísimo Cristo recién crucificado. La escena ahora se congela, quedan como engarrotados: alguien ha tomado el control y puesto pausa. Se podría incluso escuchar el gordo paso de la saliva por el gañote de los que estaban esperando y el frenético parpadear del tiznado. “Pues fui a tomar ceniza a La Merced y había cola, por eso me tardé”, les dice mientras hurga entre los restos del plato. Y llega la pregunta que nadie quería escuchar en esa mesa: “¿Comieron carne? ¡Pero es Vigilia!”. Viene luego un deslinde de culpas: “pues éste”, “yo no sabía”, “carne carne lo que se dice carne no era”… hasta que todo aterriza en un: “pues si no estábamos conscientes no hay culpa, ni pecado”. Luego el silencio incómodo, las caras descompuestas, la frustración y las gotas de sudor en la frente. Y la extrañeza de la mesera cuando no piden otra ronda ya, sino la cuenta. Y salen de ahí, dejando al de la ceniza en la frente solo en la mesa, quizá yendo en busca de la suya para que les ayude un poco a redimir su alma compungida. david.izazaga@gmail.com Temas Tapatío Fatiga Crónica Lee También José Meléndez, de ser estratega interino a poderse convertir en campeón con el Tapatío Tapatío no se confía pese a la ventaja sobre Celaya Julián Quiñones celebró la eliminación de Chivas en el Plan-In FMF abre investigación por aficionados que invadieron la cancha en el Clásico Tapatío Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones