Jueves, 27 de Febrero 2025
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Playa Majagua

La Punta Carrizal y la Punta Solocoaguil, comprenden la hermosa 'Playa Majagua'

Por: EL INFORMADOR

La playa ofrece una vista de ensueño. EL INFORMADOR / V. García Remus

La playa ofrece una vista de ensueño. EL INFORMADOR / V. García Remus

GUADALAJARA, JALISCO (01/MAY/2016).- La Punta Carrizal y la Punta Solocoaguil, comprenden la hermosa “Playa Majagua”, árbol de flores moradas, frutas amarillas y de buena fronda, la playa más bella de Manzanillo. Solicitamos permiso para pasar el día en la referida playa y gentilmente se nos concedió. Alistamos la hielera, la canasta de emparedaros y botana, y partimos con rumbo a El Naranjo, donde viramos a la izquierda por una bonita alameda, que nos adentró a unos fértiles potreros de frutales y de siembra. Al ascender vimos parte de un campo de golf y su entrada, enseguida estaba la puerta de la playa. El camino, sombreado por una abundante y variada vegetación, continuó subiendo, hasta llegar a un fabuloso mirador, al sur admiramos unas elevaciones cubiertas de plantas, que delimitaban “La Rada”, de la Bahía Cenicero, formando una abierta V, ocupada por el maravilloso mar, azul zafiro, al centro de la V, una cañada se hacía notar. Al oeste, un fragmento de la Playa Majagua se dejaba ver, el extremo norte. Y al fondo, la preciosa Peña Blanca, asemejando el costado izquierdo de un gran elefante.

Del mirador bajamos a la casa de Majagua, que disfrutó la familia Bustamante, obra de Luis Barragán, con generosos corredores, vanos y patios. Entramos por la casa de servicio, unos muros de ladrillo, separados y parados de canto a 45° daban luz y ventilación a su patio. Cinco peldaños nos llevaron a un amplio pasillo de la casa, de planta rectangular, de dos pisos, que fue cubierta a dos aguas, grandes vanos se asomaban a la exuberante vegetación vecina, dominando el follaje de parotas. El primer piso comprendía: la cocina, un baño, comedor y sala, espacio abrazado por los dos niveles. El segundo, las recámaras, con grandes ventanas, la principal con balcón. En el lado norte de la casa estaba el inmenso jardín, delimitado por bardas, con dos albercas aledañas a la casa, una grande, cuadrada y escalonada y una chica, rectangular y con escalera, en todo su costado poniente, lado corto. Sombreadas por una añeja higuera. Nos sentamos al pie de la higuera a contemplar los detalles de la obra de Barragán, con agradables y amplios espacios, sencillamente relajantes.

De la casa bajamos a la paradisiaca playa y todos expresamos: ¡oh! Nos instalamos en una palapa, con mesas y sillas, ocupamos unas para observar aquel paraíso, de arenas finas, compactas y oleaje manso, proporcionado por sus puntas y por el gran elefante que custodia la playa. Nos cautivó un cordón verde que se adentraba un poco a la playa, nos acercamos y nos sorprendió un hechizante arroyo, de agua nítida, embellecido por palmeras, en las veras, huellas de venados y mapaches. Refrescamos nuestros pies en aquel lecho y lo seguimos con dirección a la playa, donde la Punta Carrizal y una piedra con pelicanos en su cresta, enmarcaban la Peña Blanca, y dando el giro, otras piedras enmarcaban la Punta Solocaguil. Piedras donde se manifestaban las olas a su encuentro, aguas blancas que se elevaban anunciando su presencia y cantando agua. La playa de arena fina, compacta y blanca, formaba una cautivadora herradura, animada por caracoles y conchas por doquier, bastantes caracoles vivos.

Caminamos la sensacional playa, admirando su insólito entorno, lleno de vida y color. La Punta Solocaguil, con diverso follaje, que terminaba en las paredes rocosas, acariciadas por el Pacífico. Chapoteamos en el suave oleaje, mirando la Peña Blanca, las puntas y las palmeras de la playa. Luego de haber disfrutado de un largo y fantástico baño, tomamos otro, pero de sol, percibiendo la fina arena y el arrullo de las olas. Más tarde fuimos a la palapa a gustar del festín que preparó Marisol, mirando la sensacional playa, por la cual brindamos. El sol se fue despidiendo, la Peña Blanca, fue perdiendo su color, y la hermosa playa blanca de Majagua se fue tornando dorada paulatinamente, junto con las pardelas que la acompañaban.

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