Sábado, 11 de Octubre 2025
Suplementos | María Magdalena había presenciado la muerte de Jesús al pie de la cruz

Nadie creía, pero de todos modos resucitó

“Vio las vendas en el suelo, y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte”

Por: EL INFORMADOR

El relato del evangelio de San Juan, tocante a la resurrección, describe lo que estaba sucediendo con algunos de los principales participantes, poco antes de que descubrieran que Jesús había resucitado de entre los muertos. Lo que llama la atención es que es evidente que no creían que esto pudiera suceder.

Veamos por ejemplo, el caso de María Magdalena: era una mujer muy sensible, que había presenciado los acontecimientos de la muerte de Jesús al pie mismo de la cruz, y cuyo deseo ese primer día de la semana era terminar con el proceso de embalsamamiento del cuerpo del Maestro. Ella no tenía en mente la idea de que Jesús fuera a resucitar, al grado de que cuando encontró que la piedra de la tumba había sido removida, su conclusión fue que se habían llevado el cuerpo del sepulcro, sin saber dónde lo habían puesto.

Otros dos discípulos, Pedro y Juan, siguieron patrones de conducta similares. Cuando recibieron noticias de que la tumba de Jesús se encontraba vacía, se dirigieron apresuradamente para allá, pero ninguno de ellos manifestó la esperanza de que Jesús hubiera resucitado, en realidad, ellos también pensaban que se trataba de un robo en la tumba; el relato de San Juan nos dice que este discípulo solo creyó cuando vio las evidencias irrefutables de que Jesús había resucitado, al comprobar que tanto el sudario, como las vendas se encontraban ahí, pero no el cuerpo del Maestro.

Esto tiene un gran valor histórico, porque al describir Juan que “vio las vendas en el suelo, y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte”, estaba aportando datos que validaban el hecho de que Jesús había resucitado. Ningún ladrón de tumbas habría tenido el tiempo y el valor de vencer a una guardia romana apostada a la entrada de la misma, y luego habría tenido la paciencia de extraer a un cuerpo muerto de su vendaje mortuorio, para luego llevarse el cuerpo y dejar todas las vendas calmadamente enrolladas y colocadas en su lugar en la tumba. Si la idea era robar el cuerpo, lo habrían hecho de prisa, y llevando a Jesús con todo y vendas, pero la descripción de la colocación de las vendas confirma el hecho de que el cuerpo de Jesús literalmente desapareció de su envoltorio mortuorio (por eso todo quedó en su lugar, y acomodado), y dio lugar a su presentación ante sus discípulos, con su cuerpo resucitado.

El punto es que Juan solo creyó cuando vio esta escena en la tumba; en cierto sentido, le pasó lo mismo que a Tomás, quien solo creyó cuando vio las marcas de los clavos en el cuerpo de Jesús. Ambos tuvieron que ver algo para creer, y lo mismo sucedió con cada uno de los discípulos de Jesús: todos creyeron hasta que tuvieron delante de sus ojos las pruebas irrefutables de que su Maestro se había levantado de la tumba.

De manera que podemos concluir, que prácticamente nadie creía que Jesús fuera a levantarse de la tumba al tercer día de haber sido crucificado entre dos malhechores, pero de todos modos resucitó. Dios nunca ha dependido de la opinión de las mayorías para hacer su voluntad; de hecho, en muchos casos, la opinión de las mayorías ha sido opuesta a la voluntad de Dios, y aún así el Señor ha hecho prevalecer su voluntad y su propósito.

Qué bueno que Dios no está preocupado por hacer lo que sea “políticamente correcto”, ni por “ser aprobado por la mayoría de los votantes”, ni por “ser favorecido por la opinión pública”. Qué bueno que tampoco depende del tamaño de la fe de los que dicen creer en Él, sino que obra conforme a su poder y voluntad. Qué bueno que nuestro Dios, sigue siendo Dios, y sigue tomando decisiones como Dios.

Angel Flores Rivero
iglefamiliar@hotmail.com

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