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Tráfico de primer mundo

Por: EL INFORMADOR

GUADALAJARA, JALISCO (03/JUL/2010).- Si algún tapatío –o regio, o poblano, o de cualquier lugar fuera del DF-  ya intentó decir a un capitalino que se quedó atorado en el tráfico, éste de inmediato pondrá esa cara conocidísima de superioridad y reirá, haciendo de paso, el odioso comentario: “¿Tráfico? ¿Pero si en Guadalajara no hay tráfico? Bueno, nada comparado a la Ciudad de México”. Expresiones como esta nos molestan tanto, que parece que estamos haciendo lo posible por tener el peor tráfico del mundo, sólo por vengarse de los habitantes de la capital. Para tanto, contamos con la amplia ayuda de Tláloc.

En esta semana, por lo menos, podemos reclamar una victoria sobre ellos. Estaba en Polanco a las cuatro de la tarde y mi vuelo de regreso a esta Noble y Leal Ciudad salía a las 19 horas. Tomé un taxi, no sin oír la siempre catastrófica observación de algunos: “¿Apenas te vas al aeropuerto? ¿Sales a las siete? Uhhh, a ver si alcanzas”.

45 minutos más tarde arribé al AICM. Pensé que con un poco de suerte, lograría adelantar mi vuelo y tomar el que salía a las seis de la tarde. Arribando a las 7:10, tomaría un taxi y debería estar en mi casa sin problemas alrededor de las ocho de la noche. Vamos, en el peor de los casos, a las 8:15. Fue como si los dioses, más específicamente el ya mencionado Tláloc, decidieran ensañarse en mi contra.

Subí al taxi -una inmensa camioneta Nissan Urvan, diseñada para transportar mucho más que yo y mi pequeña maleta- a las 7:20 pm y a los cinco minutos pensé que mi trayecto sería un poco más tardado, ya que la carretera a Chapala -que inexplicablemente sigue siendo la única vía de y hacia el aeropuerto- era un gran estacionamiento.
Sorteamos el entronque con El Salto y pedí que el chofer fuera por el periférico, pensando que las obras en el paso a desnivel en la entrada de Lázaro Cárdenas, retrasarían el trayecto. No fue la mejor decisión de mi vida, me queda claro ahora, después de que para no hacerles el cuento demasiado largo, tardé 1:50 minutos para ir del aeropuerto a La Calma.

Se juntaron dos cosas muy importantes: la lluvia y la hora pico, que son la tormenta perfecta para generar el caos. Sin embargo, esto sólo exhibe el hecho de que estamos luchando ferozmente para rebasar al DF como el tráfico más caótico del país.

En esta semana, el Siapa dejó en claro que estamos a la merced de las lluvias y que no hay dinero, pese a que hay proyectos (según ellos) para resolver el problema. Arterias como el periférico, Lázaro Cárdenas y López Mateos, por ejemplo, no pueden tener semáforos, aunque quitarlos no sea la solución definitiva.

El transporte colectivo debe mejorar y urgentemente. Y por transporte colectivo me refiero a los autobuses, de preferencia del estilo del mucho más eficiente Macrobús, o de un metro, que nos hace falta desde siempre.

Pero hace también mucha falta reducir el número de autos en la ciudad, o por lo menos no dejarlo crecer desmedidamente. Esto no se logra frenando la venta de autos nuevos, sino sacando a los muy viejos de circulación y, claro, deteniendo la entrada de usados desde Estados Unidos.

Muchos dirán que la medida es elitista. Y tienen razón. Pero se observan con algo más de cuidado, verán que el mundo es así. Quien tiene un auto es élite comparado al que viaja en autobús, que a su vez es élite comparado al que anda a pie. Y así hasta el infinito.

Pero las medidas impopulares son difíciles de tomar y no veo ningún político ni siquiera proponiendo sacar los autos viejos de circulación. Mientras siga así, estaremos al antojo del agua que cae en esta época del año y que nos hace tener un “tráfico de los cielos”.

Si sirve de consuelo para algunos, ya vamos empatando ese partido con el DF. Si el tiempo perdido en atascos es señal de progreso, ya estamos en el primer mundo.

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