Sábado, 23 de Noviembre 2024
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Motor de arranque

(In)movilidad tapatía

Por: EL INFORMADOR

La vialidad de Guadalajara fue muy cuestionada en esta semana, más que nada debido a un accidente en el que, por la volcadura de un camión en el anillo periférico (que no es un anillo y desde hace mucho, tampoco es periférico), se desató un caos que duró cinco horas. Políticos, periodistas, arquitectos, gobernantes, oposición y supuestos expertos en la materia, alzaron la voz para reclamar que algo necesita hacerse. Esta indignación colectiva puede ser, finalmente, lo mejor de todo, si tenemos, como sociedad, la sabiduría para aprender. Desafortunadamente, la historia muestra que el lado sabio de todos nosotros, suele esconderse tan bien que rara vez es visto.

Hay mucho de verdad en algunas opiniones. Una, afirma que es necesario otro periférico, interno. Esto es correcto, aunque casi imposible de realizarse. Otra, dice que es necesario un plan para atender con más velocidad a accidentes como el del citado camión volcado. También es cierto y, éste sí, mucho más factible, si el sentido común prevalece sobre los intereses individuales, políticos y financieros. En pocas palabras, es necesario rezar a la Virgen para que ocurra.

Otras más hablan de crear carriles interiores y exteriores en el actual periférico, lo que me parece también posible, pero en las circunstancias actuales podría generar menos espacio en la vía, al añadirse al menos un camellón más. Hay que estudiar con cuidado esa opción.

En lo que todos estamos de acuerdo, es que alguna acción es necesaria. Y hay que tomarla muy rápidamente. Porque los problemas viales en esta Noble y Leal Ciudad, no se resumen a un posible accidente que cierre parcial o completamente el periférico, López Mateos o Mariano Otero.

Uno de los graves problemas es la falta de estacionamientos. Seguimos observando al crecimiento desordenado de la ciudad. Negocios que se abren cada día, lo hacen sin que existan los cajones necesarios de estacionamientos para atender a los clientes que allí llegarán. En lugares como restaurantes y centros nocturnos, “resuelven” el problema con los “valet parking”, que lo que hacen en la mayoría de los casos es lo que deberían hacer los clientes, buscar un lugar más lejos de su destino para estacionarse propiamente. Esto, si se portan bien, porque en algunos casos estacionan mal o, peor, usan los autos de los clientes para divertirse un rato, conduciendo un coche que jamás podrían tener en sus manos con sus parcos ingresos.

La falta de estacionamientos también hace que las reglas para aparcar se rompan con frecuencia, reduciendo en al menos un carril, las ya estrechas calles de Guadalajara. Esto es, por supuesto, aún más válido en el centro de la ciudad. Las autoridades, por falta de dinero, personal, ganas o los tres, sólo de vez en cuando mandan a la policía para que, con la ayuda de grúas, lleven a los autos de los infractores al corralón o algo parecido. Y el público, sabedor de la forma de actuar de la autoridad, abusa, estacionando su vehículo donde sabe que no puede hacerlo, apostando porque, en el rato que su auto está parado, no le va a pasar nada. Como en la mayoría de las veces tiene razón, sigue comportándose así. Y que el resto de la población —incluso estos mismos infractores, en otro momento—     sufra por la pérdida de horas/hombre, el mayor gasto de gasolina y su consecuente más elevada contaminación, entre otros problemas que el exceso de tráfico genera.

Por último, pero no menos importante, están las manifestaciones. Sean éstas arregladas por alguien con un interés particular, o una legítima manifestación de rechazo de la población a alguna medida o problema aislado, el hecho es que cerrar vías públicas para gritar al mundo sus deseos, no puede transformarse, como se está haciendo, en la única forma de ser escuchado por la autoridad.
En Roma, se usa el Circus Maximus —una inmensa área plantada en el corazón de la ciudad, que se construyó en el Imperio para corridos de coches— para que la gente se manifieste. Así, por el número de personas, que puede llegar a 150 mil, se mide la fuerza de la protesta.

En Guadalajara, o en el DF, en Monterrey o en casi cualquier otra urbe mexicana, esto se hace en las calles, dañando el derecho colectivo de ir y venir.


Puede ser que la única consecuencia de una manifestación, un accidente que tarda en ser resuelto, un socavón o cualquier otro problema que afecte una vialidad, sea el mal humor por llegar tarde a la casa, al trabajo o algún compromiso menor. Pero la gravedad de este asunto puede llegar a implicar la pérdida de un gran negocio o, peor aún, de alguna vida que no logró llegar a un hospital, debido al tráfico pesado.

Así, ojalá y los gritos escuchados en esta semana, encuentren los oídos de la autoridad abiertos. Porque en este momento, ya no sabemos si lo que se discute es la movilidad, o la inmovilidad tapatía.

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