Sábado, 30 de Noviembre 2024
Suplementos | Un paseo por Mezquitán

Monumentos para la vida eterna

En este antiguo panteón, los mausoleos son una muestra de las corrientes arquitectónicas de varias épocas en Guadalajara

Por: EL INFORMADOR

El Panteón de Mezquitán posee interesantes símbolos en sus formas arquitectónicas. E. BARRERA  /

El Panteón de Mezquitán posee interesantes símbolos en sus formas arquitectónicas. E. BARRERA /

GUADALAJARA, JALISCO (23/JUL/2011).- Caminar por un cementerio es mucho más que andar entre senderos llenos de misterio y temor a lo desconocido, ante la posibilidad de que en esa tierra de muertos exista todavía una ráfaga de vida. Más allá de los fantasmas y las apariciones, un panteón resguarda historias individuales que al entrelazarse forman parte de la vida pasada de una ciudad.

Prueba de ello es el Panteón de Mezquitán, que entre sus lápidas y epitafios conserva los restos de familias que en su momento dedicaron su vida para forjar la Guadalajara que hoy conocemos y que, sin embargo, ya sólo existen en esas casas de fría piedra que a veces son tan ostentosas y elaboradas como lo fueron las que habitaron en vida.

Al cerrarse el Panteón de Belén, el de Mezquitán abrió sus puertas de hierro forjado allá por el año de 1896. Su cancel de barrotes con pequeñas figuras de calaveras con huesos cruzados, pocas veces llama tanto la atención como las bien logradas obras arquitectónicas que se ocultan en el interior: verdaderos mausoleos que describen con símbolos y detalles quien fue en vida la persona cuyos restos descansan en ese lugar. Un ejemplo de esto es el monumento en forma de capilla erigido entre las zonas francesa y alemana, donde se encuentran los restos mortales de don Jesús Flores, quien fuera propietario de la legendaria “Casa de los perros”.

Contraste cultural

El panteón abrió a finales del siglo XIX y prácticamente toda la arquitectura fúnebre del lugar posee las características reconocidas a lo largo del siglo XX, siempre con variantes de acuerdo a las creencias de la familia, los gustos y hasta la posición social y económica.

“Lo primero que se pude distinguir al entrar en el recinto, son detalles muy particulares como las diversas formas en que las culturas rinden homenaje mediante los sepulcros a sus muertos”, detalla el arquitecto Carlos Petersen, académico e investigador del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO).

A lo largo de la zona que conforma el panteón alemán y el francés, ambos con ubicación justo al entrada, de lado derecho, se distinguen las tumbas de las grandes familias de Guadalajara de principios del siglo XX, mientras que a la izquierda el espacio está reservado para los panteones que ostentan el título de inglés y americano. Cada uno de estos dice mucho sobre cómo las diferentes culturas e idiosincrasias rendían homenaje a sus muertos, ya que mientras en la zonas inglesa y americana apenas se ve una lápida sencilla en el piso, sin elementos llamativos u ostentosos, en el panteón mexicano hay muchas muestras que forman una gran leyenda donde se cuenta cómo los que siguen con vida, pasan sus días extrañando a los que ya se fueron. También hay fotografías y epitafios muy sentimentales.

En el panteón alemán predominan las cruces de mármol, mientras que el francés hace un homenaje general a toda su colonia, esto con “un gran obelisco rematado por un gallo que está en honor a los muertos de la guerra que perecieron antes de la apertura del panteón”, cuenta Petersen.

Sin embargo, todo esto es predominante en los sepulcros más antiguos, y es que de acuerdo con el arquitecto, el diseño en las construcciones funerarias se ha perdido, ya casi nadie entierra a sus muertos de manera especial, “pues como todo en la vida, esto también ha buscado la practicidad y muchas veces ésta se encuentra en la cremación”.

Peso a esto, agrega que sí hay varios sepulcros que vale la pena admirar, como algunos de los años cincuenta; uno de ellos de la familia Barragán, cuya lápida es una gran piedra laja en pie; así como algunas tumbas que hizo el arquitecto Ignacio Díaz Morales, como las correspondientes a la familia Moragrega y la de Eva Somellera.

“En las tumbas de las familias poderosas de la Guadalajara del siglo XX podemos apreciar la arquitectura neoclásica y neogótica, muy a la usanza en ese momento; digamos que es la misma arquitectura que se usó en la avenida Vallarta y Las Colonias, en general muy bellas”.

A pesar de que algunas de las tumbas están olvidadas y en mal estado, esto porque sencillamente se trata de familias que ya no existen, ver el paso del tiempo en ellas resulta por sí solo toda una experiencia.

En cuanto a la simbología, Petersen destaca elementos muy concisos. Cuando se trata de lápidas pertenecientes al catolicismo la constante son las cruces, ángeles, coronas y piedades llorando; en las protestantes las lápidas son apenas visibles sobre la tierra, con una destacada simplicidad que de igual manera las hace notorias. Por otra parte, las más recientes llegan a tener incluso la fotografía del difunto y un epitafio que Petersen describe como “el currículum vitae”, ya que detalla gran parte de la vida de aquella persona.

Practicidad, elemento actual

Hoy en día, de acuerdo con Petersen, la arquitectura funeraria no proyecta tanto como en épocas pasadas, ya que se trata de algo “muy plano y transparente”, que además resulta más fácil de mantener, caso contrario de los sepulcros muy detallados y con molduras que se dañan con la lluvia, los ácidos y las heces de las palomas.

Arquitectura de dos ciudades

De manera general, hacer un paseo por este lugar es encontrarse con un espacio que concentra las diferentes muestras arquitectónicas del siglo XX en Guadalajara: estilos, corrientes y más aún, esa clara división entre ricos y pobres que según el arquitecto, está muy marcada en este panteón.

“Se puede pasar de la parte de los ricos que está en la entrada, a la de los pobres que se ubica al final; de los grandes monumentos, a donde sólo se encuentran cúmulos de tierra; y de las cruces de mármol y cantera, hasta aquella zona en donde se encuentran las de madera que están incrustadas en la tierra y sostenidas con amarres de lazos. Con todo esto, queda claro que la ciudad de los muertos es, finalmente, un reflejo de la ciudad de los vivos”.

Como cualquier otro espacio de la ciudad, este cementerio es digno de conocerse pues en él se encierran historias, leyendas y muy bellas muestras arquitectónicas creadas para el descanso eterno de los que ya no pasean por las calles de Guadalajara.

''La ciudad de los muertos es, finalmente, un reflejo de la ciudad de los vivos.''
Carlos Petersen
Aquitecto

Tapatío

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