Miércoles, 04 de Diciembre 2024
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Mercado González Ortega

El amplio espacio lo ocupan locales de artesanías, de antigüedades...

Por: EL INFORMADOR

Especial. Uno de los puntos de encuentro para la sociedad zacatecana. EL INFORMADOR / V. García Remus

Especial. Uno de los puntos de encuentro para la sociedad zacatecana. EL INFORMADOR / V. García Remus

GUADALAJARA, JALISCO (25/SEP/2016).- Las calles zacatecanas: Hidalgo, San Carlos, Tacuba y la Plaza Francisco Goitia, abrazan el insólito Mercado González Ortega. Emilio Rodríguez puso en tinta: “Mercado Principal. El 15 de Septiembre de 1886, siendo Gobernador el Señor Marcelino M. Chávez, se puso la primera piedra para la construcción de este Mercado. Con este motivo, ante numerosa concurrencia y las principales autoridades del Estado y del Municipio, pronunció un discurso alusivo el Señor Fernando Calderón, habiendo apadrinado este acto los representantes de las colonias española, inglesa, francesa y alemana. Se terminó este edificio en 1892, en la época del C. Gobernador Jesús Aréchiga. Su costo fue de $ 26,271.96. Este mercado se incendió el 8 de Diciembre de 1901. Se procedió a su reconstrucción, habiéndose inaugurado el 15 de febrero de 1903. Ascendiendo su importe a la suma de $ 46,670.19”. A partir de 1921 se le llamó, “General Jesús González Ortega”. Y para 1980, dejó de funcionar como mercado y se transformó en centro comercial.

Continuando la plática de nuestra visita al Palacio de Gobierno, espacio destinado a la cultura, nos encontrábamos en una de sus salas, una bandera nacional entre maniquíes uniformados de militares y otros de revolucionarios, cerca, una reseña del General González Ortega y un cuadro de él montando un corcel parado de manos. Después una crónica de Genaro Codina Fernández, creador de la Marcha Aréchiga o Zacatecas, acompañada de una pintura del maestro tocando el arpa, al fondo su terruño y la simbólica piedra. Una mampara con la historia del Palacio y unos oleos, entre ellos, Francisco García. Subimos al segundo piso, la escalera nos enseñó un mural con frailes, reyes, capitanes, curas y demás personajes, obra de Antonio Pintor. Vimos un salón con los cuadros de los gobernadores y otro, el que mira a la plaza, con piso y techo de madera, grandes cuadros, elegantes cortinajes y varios candiles iluminando el señorial recinto.

Del Palacio, seguimos la calle Hidalgo y pasando la bella Catedral, fuimos cautivados por el edificio del Mercado. De planta rectangular, sobre un suelo desnivelado, que manifestó un nivel sobre la calle Hidalgo y dos en Tacuba. La fachada principal con pórtico de tres vanos, comprendidos por gruesas y altas columnas dóricas, pórtico que se repite en las fachadas laterales, cada vano corresponde con una puerta arqueada, de forja y con dos hojas. A los costados restaurantes, a la izquierda, “Acrópolis” y a la derecha, “El Mercader”. La fachada posterior muestra una hermosa y elegante terraza, delimitada por acero, columnas redondas con capiteles jónicos y arcos trilobulados con flores, quince arcos. El primer nivel alberga tiendas, una de artículos de piel y al Restaurante Saluti, que ofrece asado de boda y chile zacatecano. El interior consta de cuatro naves, divididas por columnas redondas con capiteles jónicos, de fierro y cubiertas por bóvedas arqueadas. La segunda nave ostenta de un precioso vitral a dos aguas, con forjas en forma de círculos, volutas y picos, vitral que brinda muy buena luz. El amplio espacio lo ocupan locales de artesanías, de antigüedades, de joyería, de dulces típicos, de artículos para la charrería, “El Potro”, y el delicioso Mercader, un claro abajo del vitral lo alegra un añejo carruaje que usaron los hacendados o dueños de mina.

Recorrimos pausadamente los pasillos, mirando los escaparates de cada local y luego fuimos a la terraza, que gozamos de su arcada y de sus vistas a románticas fincas con balcones, una con un fascinante saliente triangular, al costado izquierdo, un balcón corrido con tres puertas, en cada una se asomaba una dama con vestido largo y escotado, estaban un tanto rígidas, eran maniquíes, abajo, la tienda, “Aroma a la zacatecana”, a la derecha, “Las Chamo”, y a lo lejos, La Bufa. Ocupamos una mesa de El Mercader, mesa con vidrio, donde el vitral se reflejaba con donaire. Degustamos un tinto, una tabla de quesos finos y un salmón en salsa holandesa. 

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