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Suplementos | Es un artista que traspasó fronteras inspirado en el refugio de su silencio

Martín Ramírez (pintor)

Es un artista que traspasó fronteras inspirado en el refugio de su silencio y cuyo talento hoy es reconocido

Por: EL INFORMADOR

Una excelsa madona onírica de Martin Ramírez. EL INFORMADOR / P. Fernández

Una excelsa madona onírica de Martin Ramírez. EL INFORMADOR / P. Fernández

GUADALAJARA, JALISCO (21/DIC/2014).- Hojeando algunos catálogos de museos internacionales, me encontré con la extraña figura de un tal Martín Ramírez: ¡Un mexicano que está considerado como uno de los grandes valores de la gráfica del siglo XX…!  La sorpresa fue aún mayor cuando al seguir leyendo, me enteré que era de aquí de ¡Tepatitlán Jalisco!

Y luego, el colmo de mi azoro fue cuando me enteré de que las pinturas y los dibujos realizados durante su intrigante, misteriosa y desconcertante vida, se estaban cotizando en los mercados internacionales del arte; y las  famosas casas de subastas Christie’s y Sotheby lo tenían entre sus catálogos como un material que provoca interesantes y jugosas pujas. ¡300 mil dólares! fue el precio de salida de la última subasta. 

En uno de sus artículos el New York Times lo menciona como ¡uno de los más grandes artistas del Siglo XX…! y que sus trabajos —decía— están siendo catalogados a la par de Mark Chagall, Miró o Dubuffet.

Me enteré además, que sus obras actualmente aparecen en cuanto museo importante quieran ver. El Guggenheim presentó una impresionante colección de los  dibujos realizados en vasos de papel, servilletas, y cuanta superficie —dibujable— podía encontrar entre los desechos de los hospitales en donde, utilizando los elementos gráficos más elementales, expresaba sus sentimientos y los recuerdos que fugazmente pasaban por su mente. El American Folk Art Museum de Nueva York exhibió una retrospectiva del de Tepa, llevándola después a los mejores museos y galerías de los Estados Unidos. En Madrid, el Museo Reina Sofía se vistió de lujo con la exhibición de unas de sus mejores piezas; algunas de ellas de gran formato.

La historia de Martín es tan extraña como digna de ser conocida: intentaré narrarla brevemente.

Allá por los años del 1900 y tantos, cuando las revueltas cristeras y las guerras de reforma estaban en pleno apogeo, Martín Ramírez, siendo un rancherón de los altos y teniendo a su esposa embarazada y a tres hijitas en su casa, partió como bracero a probar fortuna en el vecino país del Norte. Sin un centavo, con un pésimo español y sin saber ni pizca de inglés, al llegar allá y sentirse solo e incapaz de comunicarse… ¡simplemente enmudeció! Las autoridades, al juzgar esta actitud como demencia, lo declararon como un paria más, que debía de ser confinado a alguno de los hospitales psiquiátricos de la localidad.

Desde entonces su vida transcurrió de manicomio en manicomio, siendo objeto de estudios y más estudios por los más prestigiosos analistas de la mente. Al persistir en su mudez, decidió refugiarse en si mismo, en su soledad y en sus dibujos; incluso renunciando a su propia liberación cuando le era ofrecida.

Sus extraños y delicados trabajos los hacía con los elementos más básicos que tenía a la mano: papeles desechados y colores que mezclaba con saliva y agua en olitas hechas del pan y la harina que le sobraban, cocinándolos en los mismos calentadores del hospital; y… ocultándose en cuclillas debajo de las mesas para librarse de las agresiones de sus compañeros trastornados.

El doctor que estaba a su cargo, recopilaba algunos de sus dibujos para usarlos en presentaciones académicas como ejemplos de locura y creatividad. Y así, guardados en cajas de cartón, pasaron de mano en mano como tales, quedando por muchos años —y hasta su muerte en 1963— encima de un refrigerador sin más pena ni gloria.

En 1970 un curador de arte tuvo la suerte de toparse con los dibujos de Ramírez quien, olvidándose de la supuesta locura del autor, los mandó a museos y galerías causando azoro y euforia entre los conocedores.
Se dice que su gran capacidad plástica, su fuerza dramática y su riqueza imaginativa son asombrosas. Mujeres, huaraches, coronas, vírgenes, charros, coches, trenes, túneles y viaductos, nos pueden llevar a tratar de  comprender el surrealismo que existe en alguna misteriosa realidad aparte.

Ortega y Gasset escribió: La historia es siempre historia de vida. Las obras de arte no nacen en el aire, son pedacitos de vida humana, y por tanto, ellas mismas son vivientes.

vya@informador.com.mx

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