MIAMI, ESTADOS UNIDOS (12/SEP/2016).- Cerca de dos tercios de los seis mil idiomas que se hablan en el mundo usan sonidos similares para describir los conceptos y objetos más comunes, según un estudio lingüístico internacional publicado el lunes.El reporte, publicado en las Actas de la Academia Nacional de Ciencias, desafía uno de los principios fundamentales de la lingüística, según el cual la relación entre el sonido de una palabra y su significado es completamente arbitrario.El estudio establece sólido vínculos estadísticos entre algunos conceptos básicos como las partes del cuerpo, de parentesco y objetos y fenómenos de la naturaleza con los sonidos humanos en todo el mundo."Estos patrones de sonidos simbólicos aparecen una y otra vez en todo el mundo, independientemente de la dispersión geográfica de los humanos y de linaje de la lengua", dice Morten Christiansen, profesor de psicología en la universidad de Cornell."Al parecer hay algo sobre la condición humana que conduce a estos patrones. No sabemos qué es, pero sabemos que está ahí", añadió Christiansen, director del laboratorio de neurociencias cognitivas de Cornell.Para el estudio, físicos, lingüistas e informáticos analizaron un centenar de palabras del vocabulario básico, como los pronombres, partes del cuerpo, animales, adjetivos y verbos para describir emociones, de 62 por ciento de las más de seis mil lenguas en el mundo.No todos, pero "una considerable proporción de las 100 palabras del vocabulario básico tiene una fuerte asociación con partes específicas de los sonidos humanos al hablar", afirma el estudio.Por ejemplo, en la mayoría de lenguajes la palabra "nariz" era incluida entre los sonidos "na" o "ou" (como en inglés, nose), la palabra para "lengua" generalmente tiene la "l" o la "r" para "rojo" y "redondo"."No quiere decir que todas las palabras tienen estos sonidos, pero la relación es más fuerte que lo esperado", añadió Christiansen.Sin embargo, hacen falta más investigaciones para entender porqué algunos sonidos están vinculados a ciertas palabras.Los coautores del estudio trabajan en las universidades de Zurich, Leiden y Leipzig y en el Instituto para la ciencia de la historia humana Max Planck.