Lunes, 02 de Diciembre 2024
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Los Roques: un bello archipiélago

Pese a lo extraño de sus nombres, los islotes de este grupo de arrecifes causan gran admiración

Por: EL INFORMADOR

FAUNA PLAYERA. Las gaviotas, nada tímidas, se acercan sin temor por un bocado.  /

FAUNA PLAYERA. Las gaviotas, nada tímidas, se acercan sin temor por un bocado. /

GUADALAJARA, JALISCO (15/JUL/2012).- Los Roques es un pequeño archipiélago de arrecifes de coral que se ha arraigado entre las rocas volcánicas que surgieron en el Mar Caribe hace unos130 millones de años y está situado a unos 200 kilómetros mar adentro, al norte de la costa venezolana.

Aguas cristalinas de cuánto azul se pueda imaginar. Aves nada tímidas revoloteando cercanas. Peces por miles, entre los corales. Sol brillante reverberando sin piedad. Arenas blanquísimas de coral. Islotes de todos tamaños con extraña vegetación. Límpidas aguas tornasoles que inventan paisajes de fotografía. Sol y más Sol, agresivo y aplastante… pudiera ser una atropellada imagen de este arrecife caribeño. ¿Bello? Ni hablar: bellísimo.

Cuatro enormes y descongraciados motores pintados de negro con brocha gorda que colgaban de las alas de un vetusto De Haviland, nos llevaron en menos de una hora, desde el aeropuerto de Maiquetía en Caracas, hasta un pequeño islote llamado El Gran Roque.

Al aterrizar, mientras el capitán nos comentaba las excelencias de su avión que podia aterrizar en pistas tan difíciles como ésta, un muchacho se llevaba nuestras mochilas que habían sido arrojadas al lado de la pista.

“¡Hey! ¿A dónde las llevas?”, le preguntamos

“Pos a la posada La Gaviota”, contestó.

“Y… ¿cómo sabes que es ahí a donde vamos?”.

“En su reservación aparece la descripción de sus personas; y… ese bigote y la belleza de su dama no dejan lugar a dudas”,  contestó con picardía.

“¡Oooleee…!”, contestamos al unísono el piropo, mientras divertidos lo seguíamos entre las calles de arena del poblado y sus pequeñas casitas pintadas –con detalle y buen gusto– de vistosos colores en acertadas combinaciones estrafalarias.

Unas cuadras adelante, mientras gozábamos del entorno, llegamos hasta donde un bello y anciano árbol de “mangle verde” hacía de vestíbulo –frente al mar rebosante de azul y un muelle repleto de gaviotas– de la pequeña posada, impecablemente blanca, con sus puertas y ventanas azules, en donde un letrero que decía “Posada la Gaviota”, casi con pena se asomaba sobre la fachada.

Apareció Delia, encargada de la posada; pequeña y morenita; de ojos vibarachos y sonrisa a flor de piel, que nos daba la bienvenida. Críspulo (Cris), súper moreno, con su bigote delineado, desde su cocina nos mandaba ya unos tragos celebrando nuestra aparición.

Javier, quien nos condujo al lugar, ya había llevado las mochilas a nuestro cuarto, mientras “J.La” se afanaba en las entrañas de cocina preparando un café. La amistad que en el curso de los días logramos hacer con todos ellos, llegó a tal punto que nos hicieron –a mucha honra– compadres. Les agradecimos su trato especial y tanta deferencia, como una de las pequeñas grandes cosas de la vida.

Todavía nos saboreábamos la impresión de sentirnos en casa, cuando apareció una pareja de turistas suecos (Bo y Marie), que también tenían su reservación ahí. El hielo se rompió con nuestros esfuerzos como traductores; y como sus intereses eran similares a los nuestros, la amistad duró todo el viaje. Hicimos excursiones juntos, y disfrutamos de largas pláticas a la hora de la cena. (Es la ventaja de viajar en solitario: se pueden conocer personajes interesantísimos).

Comentábamos durante la cena, mil temas de lo más variados, y nos causaban gracia los singulares nombres de los islotes del arrecife.

Viajamos en lancha hasta “Dos Mosquises” para visitar la estación biológica donde protegen las tortugas. Días después, visitamos Krasquí, Noronsquí y Rabusquí, después de haber estado en Madrisquí, Francisquí, Rasquí, Nordisquí y Mosquitoquí. Se cree que estos nombres –acentuados al final– sucedieron al mezclarse con  la palabra Key (cayo) de los colonos holandeses. De hecho Los Roques es una mala pronunciación de Las Rocas (?).

Aunque la sal y la pesca de langosta y de botuto (caracol gigante) ha sido la principal ocupación, el turismo florece ahora como una nueva fuente de ingresos; haciendo que las viviendas de antaño se conviertan en pequeñas, bonitas y bien cuidadas posadas, que hacen por demás agradable la estancia en este lejano arrecife caribeño.      

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