La zona de los Conventos, testigo de la evangelización

GUADALAJARA, JALISCO (06/JUL/2014).- Por todo el país, escritos en los capítulos de la historia nacional, quedan los trazos de la evangelización colonizadora que convirtió a México en la nación católica que es hoy. Al principio, los misioneros usaron métodos drásticos, como incendiar los centros ceremoniales indígenas y otros artículos religiosos, pues consideraban que eran cosas diabólicas.
Sin embargo, poco a poco transformaron su estrategia de destrucción y la cambiaron por una de persuasión para acercarse a los nativos. Uno de los aspectos más interesantes de esa transición es la arquitectura religiosa de la época: los templos con los que buscaron adaptarse las culturas locales, y que siguen de pie como testigos del pasado.

En el siglo XVI llegaron los primeros misioneros —franciscanos, dominicos y agustinos— a Indias. En las laderas del Popocatépetl, un volcán altamente simbólico para los mexicas, erigieron 14 monasterios entre los años de 1524 y 1533 que aún se encuentran perfectamente conservados para cualquiera que, en pleno Siglo XXI, quiera darse una escapada al sudeste de la Ciudad de México y conocerlos.

Los templos se encuentran principalmente en el territorio del Estado de Morelos, aunque tres de ellos están en distintos municipios de Puebla. Actualmente se les conoce como la Ruta de los Conventos o la Ruta de los Monasterios, y constituyen una buena opción de turismo para los residentes o visitantes de la Zona del Valle de México, pues permite admirar un glorioso paisaje y degustar su deliciosa gastronomía.

Los monasterios que pertenecen al Estado de Morelos son: Convento de San Mateo Apóstol en Atlatlahucan; Ex convento de la Asunción en Cuernavaca (actual Catedral de Cuernavaca); Convento de Santo Domingo de Guzmán en Hueyapan; Convento de Santiago Apóstol en Ocuituco; Convento de Santo Domingo en Oaxtepec; Convento de la Natividad o de la Anunciación en Tepoztlán; Convento de Santo Domingo de Guzmán en Tetela del Volcán; Convento de San Juan Bautista en Tlayacapan; Convento de San Guillermo en Totolapan; el Convento de San Juan Bautista en Yecapixtla; Convento de la Inmaculada Concepción en Zacualpan de Amilpas.

En Puebla se encuentran el Convento de San Francisco de Asís en San Andrés Calpan; Convento de San Miguel Arcángel en Huejotzingo y el Convento de la Asunción de Nuestra Señora en Tochimilco.

Sincretismo arquitectónico

Según la mitología mexica, el Popocatépetl fue un guerrero legendario llamado Popoca, que al regresar victorioso del campo de batalla se encontró con la inesperada muerte de su princesa amada, tras lo cual subió al pináculo del templo con ella en sus brazos y ambos se entregaron como ofrendas a los dioses.

Por eso no sorprende que los misioneros hayan escogido esta montaña de fuego para erigir sus templos, que sirvieron de modelo para otras construcciones en toda la Nueva España. A pesar de que el Popocatépetl es un volcán activo, ningún monasterio ha sido afectado por esta actividad; aunque algunos han sido dañados por la actividad sísmica.

Los monasterios fueron reconocidos por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad en 1994, porque son un ejemplo de una innovación arquitectónica en la que los espacios abiertos cobraron mayor importancia.

La característica no es fortuita, por el contrario: los frailes conectaron el objeto edificado con el paisaje natural para procurar una convivencia más armónica entre las dos culturas. Todas las celebraciones religiosas del culto prehispánico eran llevadas a cabo en espacios abiertos, por lo que los misioneros pensaron que la adaptación a los nuevos ritos sería más fácil si se asemejaban a los antiguos. Es decir, fue una estrategia para el sincretismo religioso.

La composición

Durante el siglo XVI, la organización del territorio urbano se hizo principalmente en torno a los monasterios. Algunos cumplían con las funciones de escuela, hospital, e incluso albergue, además de que el abastecimiento de agua, por medio de acueductos, se planeaba con base en la localización del monasterio.

La mayoría de los monasterios tiene los siguientes elementos: un atrio, que es el espacio que precede a la iglesia, una capilla abierta, cuatro capillas posas en las esquinas del atrio, una cruz en medio del atrio, un camino procesional paralelo a los muros del atrio, un vía crucis, un templo techado, y el edificio propio del monasterio construido alrededor de un claustro.

El espacio requerido por el atrio se lograba con muros que nunca excedieron los cinco metros, pero que logran darle la intimidad y el misticismo necesarios para la realización de celebraciones.

Las capillas abiertas son consideradas la mejor aportación de la arquitectura novohispana a la arquitectura mundial, y normalmente se encuentran situadas a un costado de la iglesia, con la misma orientación que ésta. Las capillas posas, como su nombre lo indica, servían para posar ahí al Santísimo en las procesiones de la celebración de Corpus Christi; estaban hechas de piedra y se situaban en las esquinas del atrio.

Los templos casi siempre tienen una sola nave y a un costado, usualmente al Sur, se sitúa el monasterio para que el edificio lo proteja de las inclemencias del viento proveniente del norte. Dentro de los claustros se pueden admirar ejemplos de pintura mural, y de encantadores jardines y fuentes.

Uno de los monasterios más importantes es el localizado en Huejotzingo, Puebla (el último en la ruta partiendo desde Cuernavaca), ya que fue el primero en ser construido en el año de 1524). Las capillas de su atrio son las más elaboradas del arte virreinal, ya que poseen un labrado de cantera y una interesante iconografía; también cuenta con el mejor retablo monumental del siglo XVI que se ha conservado (en toda la República Mexicana sólo hay otros tres de la misma antigüedad), y es digna de destacarse la cruz atrial, la cual está colocada sobre una corona de espinas finamente labrada.

Por su parte, la catedral de Cuernavaca es la única que se edificó sobre el templo original de un monasterio; también se le conoce como Antiguo Convento de la Asunción. Debido a que ocupa un lugar muy importante dentro de la jerarquía eclesiástica, el templo ha sufrido varias modificaciones a su estructura original, aunque todavía se puede ver una majestuosa capilla abierta, que después se habilitó como portería.

En el claustro es posible admirar las pinturas murales al fresco con el tema de los misioneros novohispanos que fueron martirizados en Filipinas y Japón en su esfuerzo por evangelizar al Oriente.

Cualquiera de los templos merece ser visitado. Sin embargo, la satisfacción de admirar esta ruta histórica en todo su esplendor, es inigualable.

TOMA NOTA

¿Cómo llegar?

Desde Guadalajara, el primer monasterio que conviene visitar es el de Cuernavaca y terminar en el de Huejotzingo, para después trasladarse a la ciudad de Puebla.

Para ello hay que tomar la vía a la Ciudad de México y de ahí la autopista de cuota México-Cuernavaca o la carretera Federal Libre.
Para comenzar la ruta, conviene ir armado con un mapa, con cada uno de los puntos a recorrer, como el que encontrará en el código de barras superior.

¿Dónde dormir?

> En Cuernavaca
Hotel Villa Bejar
Av. Domingo Diez No. 2350 Col. Chamilpa,
Cuernavaca, Morelos.
Tel. 01(777)10 10 000
Habitaciones desde $1,500 pesos).

> En Puebla
Hotel Casa de la Palma
3 Oriente 217, Centro Histórico, Puebla.
T: 01(222) 24 61 437
Habitaciones desde $700 pesos.

¿Qué comer?
En Morelos sobresalen platillos como el mole verde de pepita con carne, la barbacoa de chivo y borrego, las tostadas de tuétano, cecina de Yecapixtla, tlacoyos de frijol y los insectos conocidos como jumiles.

Y la gastronomía de Puebla no necesita presentación, pues es cuna del famoso chile en nogada, así como del mole poblano, el pipián y los mixiotes.