Suplementos | El Catecismo de la Iglesia Católica (390) nos instruye sobre el relato de la caída (Gen 3) La raíz del pecado: soberbia En el mismo Catecismo (396), vemos que el “árbol del conocimiento del bien y del mal evoca simbólicamente el límite infranqueable del hombre Por: EL INFORMADOR 16 de enero de 2010 - 09:22 hs El Catecismo de la Iglesia Católica (390) nos instruye sobre el relato de la caída (Gen 3), para el que afirma ser “un acontecimiento primordial, un hecho que tuvo lugar al comienzo de la historia del hombre”, por lo que toda la historia de la humanidad está marcada por el pecado original. En el mismo Catecismo (396), vemos que el “árbol del conocimiento del bien y del mal evoca simbólicamente el límite infranqueable que el hombre, en cuanto criatura, debe reconocer libremente y respetar con confianza”, pero por seducción del maligno quiso ser como Dios (Cfr. Gen 3, 5), y abusando de su libertad desobedeció el mandamiento del Señor. Este pecado, el pecado original, fue esencialmente de desobediencia, por el que el hombre se prefirió a sí mismo en lugar de Dios, despreciándolo contra su propio bien. Por el argumento que utiliza la serpiente, “seréis como dioses, conocedores del bien y del mal” (Gen 3, 5), podemos afirmar que la tentación fue por medio de la soberbia, por lo que todas las listas que enumeran los viciosos capitales la señalan como el primero. La soberbia consiste de una estima de sí mismo, o amor propio indebido, que busca la atención y el honor, con lo que se pone uno en antagonismo con Dios. Por consiguiente, es una disposición blasfema del alma, que estimula y desencadena los errores e infortunios humanos. Diego de Saavedra Fajardo (1584-1648) expresó que “Más reinos derribó la soberbia que la espada, más príncipes se perdieron por sí mismos que por otros”. Algunas acciones derivadas de la soberbia son la palabra o la acción injuriosa, la irritación y el enfado, mientras que la lista de sus manifestaciones es especialmente larga: altanería, jactancia, presunción, fatuidad, pedantería, descaro, impertinencia, insolencia y empecinamiento. Sin embargo, algunas otras manifestaciones relacionadas con éstas tienen características exentas de blasfemia y se consideran intrínsecamente buenas, como los actos de valor y heroísmo, causas nobles y virtuosas, y la creación artística, científica o literaria. En el Evangelio de san Mateo (23, 5-7) encontramos una sentencia que indica claramente la soberbia, al hablar de la hipocresía de los maestros de la ley y los fariseos: “Hacen todas sus obras para que los vean los demás. Ensanchan sus filacterias y alargan los flecos del manto. Les gusta ocupar los primeros puestos en los banquetes y en las sinagogas, ser saludados en las plazas y que los llamen ¡maestros!”. En nuestro tiempo, ensanchar las filacterias y alargar los flecos del manto equivale al uso de ropa escandalosa –que generalmente no coincide con lo que está de moda o lo elegante–, o conducir un automóvil llamativo cuando la realidad es que no se tienen los recursos necesarios para ello (cochera, seguro, mantenimiento, etc.), pero cuyo fin es estar por encima de los demás y llamar la atención a como dé lugar. Lo demás de la sentencia es claro: se realizan obras de cualquier tipo con la exclusiva finalidad de que la demás gente se fije en lo bien que lo hacen, les prodigue toda clase de adulaciones, o les aplauda. El significado de esas frases evangélicas se relaciona, primero, con estar siempre en el escaparate, ya sea social, profesional o de cualquier otro tipo. A veces lo podemos relacionar con aquellas mamás que siempre quieren que su hijito o hijita sea la estrella de todos los festivales escolares y se enojan cuando no es así, a pesar de que también a veces el niño o niña preferiría no hacerlo. En segundo lugar, que se les reconozca siempre y en todo lugar, se les otorguen títulos de cualquier clase y se les hable como a personas superiores, pertenecientes a una raza escogida --¿por quién?--. Siempre han de tener la última palabra, todo lo saben y lo que no, lo inventan, y son incapaces de aceptar contradicciones. Las personas soberbias son fácilmente manipulables, basta con “sobarles el ego” para sacarles casi cualquier cosa y, generalmente, esconden su baja autoestima detrás de un escudo protector de arrogancia y desdén. Siempre han de salirse con la suya, a cualquier costo, por lo que irremediablemente su vacío emocional e infelicidad consecuente son enormes, aunque las disimulen con una máscara de alegría y contento. Es por ello que N. S. Jesucristo decía que aprendiésemos de Él, que es humilde de corazón, una contribución esencial para alcanzar la felicidad. Que el Señor nos bendiga y nos guarde. Antonio Lara Barragán Gómez OFS Escuela de Ingeniería Industrial Universidad Panamericana Campus Guadalajara alara(arroba)up.edu.mx Temas Religión Fe. Lee También ¿Cómo llegar en camión o tren a la Romería 2025? La gran reunión mágica Romería: Los kilómetros al ritmo de la fe ¿Qué día es la Romería 2025 en Guadalajara? Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones