Suplementos | Por: Vanesa Robles La lluvia del mal en La Ladrillera En la colonia de Tonalá viven centenares de personas que ganan 500 pesos semanales por trabajar todo el día en la hechura de ladrillos. Pobreza extrema podría ser un eufemismo para describir sus vidas Por: EL INFORMADOR 12 de agosto de 2012 - 02:40 hs La lluvia deshace los ladrillos crudos. / GUADALAJARA, JALISCO (12/AGO/2012).- La lluvia tiene la manía de caer de arriba para abajo y estar mojada. Por eso a Modesta Ávalos le entran escalofríos cuando ve el cielo nuboso. Para ella una tormenta significa el paso de la pobreza extrema a la hambruna. La lluvia deshace los ladrillos crudos. Y ladrillos es lo que hace Modesta, a cambio 400 o 500 pesos semanales, todo el día, todos los días desde que era una niña, en una colonia que le hace honor al nombre: La Ladrillera, en Tonalá. Ahora tiene 40 años y 13 hijos. Todos son parecidos a ella, de ojos inmensos y profundos. Los niños tienen nombre de mártires, de gringos, de dictadores, de astros: Juan, de 19 años. Antonio, de 17. Eliseo, de 16. Karina, de 15. Santos Guadalupe, de 13. Juana, de 12. Baltazar, de 11. Sebastián y Brandon, de nueve, sin ser gemelos. Nisandro, de seis. Franco, de cinco. Santiago, de tres. Estrella, de dos. A los tres más grandes no los quisieron en la primaria, por un problema de lenguaje. Los otros van a medias. Menos Juana, que sacó chapa de genio, los que son buenos para las sumas no leen y los que leen no suman. Y Modesta no puede ayudarles porque ni lee ni suma. “Conozco algunas letras, pero no sé pegarlas”. Con todo, la prole Aranda Ávalos se sacó un 10 con esa madre. Sus vecinos, los nueve niños García Magallanes, no han pisado la escuela, porque tampoco habían pisado el Registro Civil y, hasta hace un año, no tenían actas de nacimiento. —¿Usted decidió cuántos hijos? —le pregunto a Modesta. —¡Nooo! Muy tonta yo, de a tiro. Me hubiera operado, pero tenía miedo, y nomás venían y venían y venían. Al final vinieron 13: muy buenos todos para hacer ladrillos y más les vale porque los 500 pesos a la semana son por equipo. El esposo de Modesta y padre de todos, Juan Aranda, gana mil semanales, en la construcción. Mil, más 500, entre siete días, entre 15 bocas: 14.2 pesos por boca por día… Eso, cuando escampa. Cuando el cielo se pone gris, la esperanza de Modesta se pone negra. Hay que restarle al bolo alimenticio semanal. Con los aguaceros se deshacen lodo los ladrillos crudos, luego de que la madre y los niños se partieron el lomo las ocho horas que les costó revolver el barro, hacer los bloques, tenderlos en el piso y trincharlos —cuando han sido horneados sobreviven, siempre que no se los lleve el agua—. Pero además la lluvia visita siempre la casa de los Aranda Ávalos. El techo de la cocina es de ladrillo, pero no tiene enjarre y eso es igual que detener el agua con un trapo, explica Modesta. Trescientos litros de agua de lluvia entre 15 personas: 20 litros por piocha. Incluso así, a Modesta se la ve animosa. Entre techo de lámina o de ladrillo es mejor de ladrillo, dice. Ya saldrá dinero para el enjarre porque ahorita no se puede. “¡Figúrese!”, grita Modesta, a quien el patrón le descuenta 100 o 200 pesos cada semana, por los mil 900 ladrillos que tomó para construir su techo, que no detiene el agua de la lluvia. Acá Marx tendría que replantar su discurso. El explotador es el vecino y hermano de Modesta en un barrio donde todos son miserables. En el hogar de los Aranda Ávalos, por ejemplo, cocina es eufemismo de fogón y casa es eufemismo de cuarto. San Martín Caballero En el cuarto donde siempre es de noche duermen los 15, vigilados por el Sagrado Corazón de Cristo y San Martín Caballero, protector de los pobres. Juan, Antonio, Eliseo y Santos Guadalupe se acomodan en un colchón matrimonial. Karina, Juana y Nisandro, en uno individual. Brandon, Sebastián y Baltazar, comparten otro matrimonial. Modesta, su marido, Franco, Santiago y Estrella en otro matrimonial. Quienes la llevan peor en la noche son las chicas y Nisandro. Su colchón es un enredijo de alambres cubierto con una cobija. “Las chiquillas me dicen: ‘¡Ay, amá! Los fierros me pican las costillas’. Buscamos unas pinzas y los mochamos, hasta que se sale otro alambre”, se ríe Modesta, como si acabaran de contar un chiste, con su cara de anciana que recién cumplió los 40. A causa de los alambres, Karina, Juana y Nisandro tienen sueño durante el día y, como el resto de sus hermanos, tienen hambre las 24 horas del día. “¿Puedo darle una mordida al virote, amá?”, “¿Cuándo vamos a ir al cerro por guayabas, amá?”, “¿Verdad que yo comí queso una vez, amá?”. Cuando llueve, la familia desayuna frijoles machucados con tortilla y come frijoles de la olla con tortilla. No cena. Cuando escampa, la familia desayuna frijoles machucados con tortilla y come frijoles de la olla con tortilla y papas o pasta. No cena. Cuando escampa hay para comer una tira de carne algún domingo. Nunca hay leche ni refrigerador para almacenar alimentos. Nunca hay alimentos qué almacenar. Juana, que heredó la inteligencia de su madre y es amante de ir a la escuela, dice que cuando termine la secundaria quiere poner una tienda de abarrotes, para jamás tener hambre. Modesta opina que no tendrá para pagar la secundaria. Si recibieran un bono por cada indicador de carencia social que reúnen, Modesta, su esposo, sus 13 hijos y sus vecinos serían ricos: rezago educativo, rezago en servicios de salud, rezago en calidad y espacios de vivienda, rezago en servicios básicos de vivienda, rezago en alimentación, ingresos inferiores a la línea de bienestar mínimo… Pero Modesta no tiene un pelo de autocompasión. No inspira lástima. No le da la gana. Es mediodía. Caminamos a la ladrillera, que está a una cuadra de la vivienda de los Aranda Ávalos. Uno a uno, se van sumando los niños, canijos, sonrientes, descalzos. La Ladrillera está hecha un lodazal, bajo una nube negra de hambruna. Huele a caño. Santiago comienza la fiesta. Se encuera y salta a un charco grande, que se formó junto al campo de trabajo. Lo siguen Franco, Nisandro, Brandon, Sebastián. El agua les llega a las rodillas. Hacen buzos, saltan, se tiran lodo en la cara. Modesta sonríe. Parece que el sol va a salir en sus ojos. “¿Puedo darle una mordida al virote, amá?”, “¿Cuándo vamos a ir al cerro por guayabas, amá?”, “¿Verdad que yo comí queso una vez, amá?” CHILDREN INTERNATIONAL Pobreza y apadrinamiento - En México, 52 millones de personas viven en pobreza multidimensional (se mide con base en los ingresos y privaciones en la vida de las personas: educación, salud, calidad de vida, entre otros). - En 2008, uno de tres jaliscienses (2.5 millones en total) vivían en pobreza multidimensional. - El mismo año, 4.3 por ciento de la población de la entidad vivía en pobreza extrema (316 mil personas). - Cuatro de los 13 hijos de Juana están apadrinados por ciudadanos comunes, dentro de Children International, un organismo con cinco centros comunitarios en México, todos en la zona metropolitana (www.childreninternational.mx). - El apadrinamiento consiste en la aportación de 22 dólares mensuales, que sirven para servicios médicos y educativos, entre otros. Temas Tapatío Niños Pobreza en Jalisco Lee También Gente Bien Jalisco: Revista del 28 de noviembre 2024 Descartan riesgo de explosiones tras reportes de olor a gas y químicos en Analco Dan golpe al CNG con la captura de colaborador en CDMX Coparmex Jalisco celebra la 19ª edición del Premio Emprendedor 2024 Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones