La canción del tiempo

GUADALAJARA, JALISCO (13/MAY/2012).- Suiza es el país perfecto. Tic-tac, tic-tac, en las montañas de Hermann Hesse y el Lobo Estepario, donde Albert Hofmann descubrió el ácido lisérgico en bicicleta, la sociedad vive con la misma precisión de sus relojes: tic-tac, tic-tac.

En Zurich viven dos amigos entrañables, Beat y Esther, periodistas y rockeros que esperaban en la estación del tren. Un par de horas después me daban la bienvenida con sus grandes ojos azules llenos de curiosidad. Años sin vernos. Entonces pusieron en mis manos la neta absoluta de este planeta; claro, una bicicleta. Ambos conocen mis aficiones. A partir de ese momento la movida fue en dos ruedas. Era una bici de montaña negra muy rodada por los años. Beat la engrasó, le ajustó las ruedas, los frenos y los cambios. La preferí a sus bicis Dutch.

Además de artística, Zurich también es una ciudad bicicletera. Gracias a su red de ciclo vías parece que todo queda cerca, sabemos que en bici el tiempo es relativo (como la velocidad y la distancia) y puedes llegar a donde quieras en cinco o diez minutos mientras disfrutas las calles, su gran lago en el centro y su gente. Aquí las mujeres más elegantes que he visto no van en Mercedes blanco a trabajar, prefieren llegar a sus oficinas bancarias en bicicleta. Y como sabemos, una mujer en bici es armonía. La sociedad en bici es más alivianada en todos los niveles porque pedalear es fomentar y contribuir al equilibrio personal, social, ambiental y universal. El Día Mundial del Ambiente y la Energía Solar, celebrado en el centro de la ciudad, estuvo coronado con una exhibición de bicicletas fantásticas. Los diseñadores presentaban sus modelos recumbentes y había largas filas para probarlas y darles una vuelta. De hecho, el 19 de abril se celebra en todo el mundo el Día de la Bicicleta por el célebre paseo del Dr. Hofmann en Basilea, mientras pedaleaba del laboratorio a su casa en 1943 bajo los efectos del LSD.

En cierta ocasión estuvimos en un antro sin nombre, un bar ilegal donde se presentó el trío alemán de electro-punk Telecommander, que en medio de su gran escándalo tocaron algunos instrumentos electro-domésticos muy ingeniosos. Al salir, regresamos al departamento en las bicicletas y los elementos se conjuntaron para dar El Rol: los amigos, la música, la luna, el hash, el Redbull y la ciudad de Zurich que se abría frente a nosotros a las dos de la mañana. Ése ha sido el mejor paseo nocturno que he dado en bicicleta.

Lo único malo de Zurich fue tener que partir. Despedirme de Esther fue un drama lacrimógeno, hasta nuestras bicicletas sufrieron la separación y se alejaron rechinando la tristeza. Ella es el cigarro y yo el cerillo, agotamos cada segundo como si este encuentro fuera el último de la cajetilla. También me puse muy triste cuando estuve sentado en el tren rumbo a Frankfurt, Beat me decía adiós con la mano desde el andén. No lo pude evitar, me despedí con lagrimita de Heidi en los ojos. Un largo y extraño viaje me esperaba hasta Ámsterdam, la Ciudad de las Bicicletas, en total empatía con dos psiconautas que viajaban al mismo sitio.

Fragmento del libro Zig-Zag, lecturas para fumar, de próxima aparición.