La Estancia

GUADALAJARA, JALISCO (18/OCT/2015).- Al Oriente del Cerro Cortapico y a la vera del Río Talpa, se encuentra el bonito casco de La Estancia. En el Directorio del Estado de Jalisco (1904), aparecen como agricultores de Talpa: “Contreras Remigia, Tepeatole. Güitrón Salvador, Los Zapotes. Güitrón Miguel, S. Miguel. Lomelí Francisco, Las Nueces, maíz y fríjol. Gil Agustín, Hda. de Cabos, maíz. González G. Francisco, La Altamina, maíz, fríjol, café y azúcar. Gil Merced v, de la P., La Estancia, maíz, frijol y caña de azúcar. Gil Jesús v. de la P. (testamentaría), San Nicolás. Güitrón Salvador, Sta. Elena. Palomera Moisés, La Cuesta. Palomera Guadalupe, Sta. Quiteria. Palomera Manuel, Sta. Elena. Palomera Rosario, La Concepción, azúcar. Gil Celis José, Los Encinos, azúcar, maíz y tabaco. Nava Rómulo, La Lucana, maíz y caña de azúcar”.

Una radiante mañana, Marisol y yo partimos con dirección a Talpa. Pasando Pie de la Cuesta, nos detuvimos a admirar el pintoresco Cerro la Campana, de forma curveada y algo mutilado en su parte superior, unos orificios delataban erosión, pinos, pastos y musgos contrastaban su blancura. Al oeste, otra campana nos mostró su hermosa curvatura, su musgo le daba color y contraste. Al bajar a Talpa, antaño Santiago de Tlalpa (Arreola refirió: Tlalpa —pan, en o sobre de algo; tal, en vez de tlal, radical de tlalli, tierra. “Tierra alta”—), nos detuvimos en su mirador, aledaño a la ermita, vimos parte del caserío, su valle y en lontananza, una hermosa estribación de la Sierra Cacoma, conformada por lo bellos cerros: Piedras Cargadas, Monte Grande, El Aguaje, El Peñón, Piedra Rajada, La Gloria, San Pedro y El Pintor. Paisaje que embellece al poblado y a la comarca.

Después de contemplar aquel horizonte bajamos a Talpa, desviándonos para La Mesa, cruzamos el Río Talpa y luego de un potrero fuimos cautivados por La Estancia, antiguo casco de gruesos y altos muros de adobe, de planta rectangular, con vanos en sus lados largos. En su fachada oeste, una puerta entre dos ventanas y, a la derecha dos puertas, las ventanas de dos hojas de madera y las puertas de una. El casco con techo a dos aguas, fue abrazado por cuatro corredores, los largos aún están cubiertos, su tejaban a menor nivel que los techos del casco, lo que le da un precioso movimiento a los techos. Basas octagonales con columnas de cuatro medias cañas y capiteles dóricos sostienen los tejabanes. Los muros son altos porque comprenden un tapanco que sirve de troja. Los corredores largos abarcan nueve tramos y los cortos, cuatro. Una huerta, unos maizales, un tabachin y unos perros animaban la finca.

De La Estancia, seguimos para Los Ocotes, donde observamos la casa madre, amarilla, marcos rojos y guardapolvo verde, la fachada principal, con portal, comprendido por seis columnas redondas con capiteles dóricos. Luego nos dirigimos a Los Tejabanes para acariciar el fabuloso Arroyo Toledo, de lecho ancho y de aguas transparentes, enmarcado por los cerros: Cortapico y Las Majadas, y al fondo sobresalía la atractiva cresta de El Pintor, que pintaba el paraje del arroyo. Al regreso, espejeaba la silueta del Cerro la Peña, de insólito acantilado.

Continuamos rumbo a La Cañada, poblado que refrescaba el bizarro Arroyo la Huerta, proveniente de serpentear el Cerro la Cal, cuesta arriba lo van engruesando: Los Otates, La Cal, El Perro, Palmito y Angelinas, del Cerro las Majadas, se le juntan: Cornadero, Los Ejes y Las Guayabas. Apreciamos una de sus añejas moradas, blanca y con un largo portal, comprendido por una barbicana y once columnas redondas amarillas sobre ella, con capiteles dóricos, de color rojo, contrastaban en aquel sosegado espacio. Otras casas, presumían de sus portales, con macetas sobre sus barbicanas, unas con helechos y otras con diversas flores. Sobre una barbicana posaban monturas y sobre otra costales. Los patios lo alegraban gallos, gallinas, guajolotes, patos, gatos y perros. Las fincas se fueron asentando en la cañada, por ello su nombre.