Viernes, 22 de Noviembre 2024
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La Epifanía del Señor

El mayor prodigio que han visto los humanos ha sido y es la presencia de Dios entre los hombres

Por: EL INFORMADOR

Epifanía es una palabra griega y se traduce así: manifestación. Cristo sigue presentándose de mil maneras. ESPECIAL /

Epifanía es una palabra griega y se traduce así: manifestación. Cristo sigue presentándose de mil maneras. ESPECIAL /

LA PALABRA DE DIOS

PRIMERA LECTURA

Lectura del libro del Eclesiástico (24, 1-2. 8-12):

“En la ciudad escogida me hizo descansar, en Jerusalén reside mi poder”.

SEGUNDA LECTURA

Lectura de la carta del apóstol San Pablo a los Efesios (1,3-6. 15-18):

“Él nos ha destinado en la persona de Cristo, por pura iniciativa suya, a ser sus hijos”.

EVANGELIO

Lectura del santo Evangelio según San Juan (1, 1-18):

“El que viene detrás de mí pasa delante de mí, porque existía antes que yo”.

Un Dios para todos en Jesús

GUADALAJARA, JALISCO (03/ENE/2016).-
El plan de salvador del Padre se expone en la carta de Pablo enviada al pueblo de Éfeso, hace un despliegue elocuente sobre el actuar de cada una de las personas divinas: el Padre ha elegido y amado desde siempre a sus criaturas, por su muerte en cruz, ha obtenido la redención de la humanidad, y el Espíritu sella al cristiano y le comunica sus dones en abundancia, garantizándole la herencia prometida. Al repetirse la expresión “en Cristo”, se subraya, por un lado, que sólo por Jesús el hombre puede alcanzar su salvación. Por otro lado, Él es el único medio por el que el hombre obtiene el perdón de sus pecados.

Pablo señala que el Padre nos escogió en Cristo desde antes de la creación del mundo… lo que algunos han entendido como la “predestinación” de unos cuantos elegidos de la salvación. El concepto repugna a muchos si esto se entiende como sometimiento a voluntad caprichosa de un Dios que decide salvar a unos y a otros condenar. Pero no es así. La predestinación de la que habla el Apóstol no anula los actos libres del hombre, que sin duda son determinantes para conseguir la herencia eterna. Ciertamente, en el proyecto original del Padre, todo hombre fue escogido, predestinado para ser santo. Pero como el hombre es libre, a él le corresponde dejar que la gracia del Padre actúe en él para que éste proyecto se realice.

Juan en el evangelio analizado este domingo, explica el origen de nuestro hermano Jesús. Se remota a su preexistencia en Dios. Más que hablar de su nacimiento sobrenatural, se explica su naturaleza divina.

En el sentido del texto original se remarca una idea: de forma breve se dice que esta Palabra “se hizo carne y plantó su tienda de campaña entre los hombres”, resumiendo lo que otros evangelistas narran en sus evangelios de la infancia. Esta exposición es una elocuente descripción de lo que el lector encontrará en el libro: Jesús no es un humano cualquiera, es El Profeta y El Mesías, pero de una manera que rebasa toda expectativa judía. Pues, Dios, en su plan sapientísimo, quiso que su Verbo, su Hijo, viniera al mundo. No comprometió a hombre alguno, sino que se comprometió, haciéndose hombre para redimirlo solidariamente. La encarnación del Verbo y de todo lo que hizo en la tierra por el hombre, conforman el gran acontecimiento de la historia y de la vida. Esta es la gran noticia que presenta el evangelio.

La Epifanía del Señor

Epifanía es una palabra griega y se traduce así: manifestación.

El mayor prodigio que han visto los humanos ha sido y es la presencia de Dios entre los hombres. Se manifestó primero al pueblo de Israel con el anuncio de un ángel a los pastores: “No teman: les traigo una buena noticia, una alegría para todo el pueblo: ha nacido un Salvador, que es el Mesías y Señor, en la ciudad de David. Esto tendría por señal: encontrarán un niño envuelto en pañales y recostado en un pesebre”.

Se manifestó luego a todos los no Judíos por la luz de una estrella. La vieron unos sabios, llamados por eso mismo magos y emprendieron el largo camino desde el Oriente. ¿desde China, India, Persia? lo cierto es que fueron fieles a esa revelación y perseverantes aún en la prueba, porque ya casi al llegar se les ocultó la estrella y tuvieron que acudir al Rey Herodes, en Jerusalén; y por fin, consultadas las Sagradas Escrituras, les indicaron el camino hacia Belén.

Allí vieron al Mesías esperado por los Judíos, el Salvador de todos –no solo de los Judíos–reconocieron que ese Niño era Dios, lo adoraron y le ofrecieron el triple regalo: Oro porque es Rey, Incienso porque es Dios, Mirra porque es hombre mortal.

Felices, los magos volvieron por un camino distinto, sin pasar por Jerusalén, a llevar la alegre noticia a los hombres de allá de donde vinieron.

Para ti, cristiano del siglo XXI, a ti en particular, ¿qué te dice esta página del Evangelio de este domingo? La respuesta podría ser en tres puntos: primero, ha de brotar del pecho un agradecimiento muy profundo, porque tu has visto la estrella, tu estrella es la luz de la fe, recibida en el bautismo; segundo, una reflexión para examinar si has sido generoso y fiel en el seguimiento de esa estrella, es decir la congruencia entre tu fe y tu vida; y tercero si has hecho algo para que los que no han visto la estrella, y por lo mismo no conocen a Cristo, lleguen un  día a encontrarlo.

Cristo sigue manifestándose de mil maneras a los hombres de ahora.

Son distintas las circunstancias en este mundo precipitado, materializado, mercantilizado, pero vacío en muchos de lo que le da sentido a la vida. Correr y más correr como los automóviles, instrumentos muy útiles, es imagen del hombre de hoy.

¿Qué piensan los jóvenes inmersos en un mundo que ofrece continuamente atractivos superficiales?
Los magos, por el privilegio de ver con sus ojos esa maravilla –Emmanuel, Dios con nosotros–se sintieron honrados y comprometidos para llevar la buena nueva a los demás. El cristiano, agradecido por el bautismo –que es el regalo de su fe–, también ha de sentirse muy honrado por ser Hijo de Dios, pero también obligado a comunicar a los demás la alegría de su personal encuentro con Cristo.

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