GUADALAJARA, JALISCO (04/DIC/2016).- La idea de viajar a Cuba era cautivadora. Estar en un lugar que habiendo sido cuna de libertinaje, de prostitución, de mafias y de estafadores, donde hacían de las suyas personajes tan conocidos como Meyer Lansky o el mismísimo Al Capone… y que ahora había quedado en las manos de valientes “héroes libertadores” como Fidel y sus seguidores, era un destino que consideramos que valía la pena examinar.La inquietud de sentirnos fraternalmente inmersos en un país tan cercano a nosotros que, luchando por su identidad se abrazaba a un sistema comunista en desuso en el mundo entero, nos parecía sumamente interesante.La omnipresencia de Fidel y de su régimen, se percibía desde el momento que pisamos la aduana del aeropuerto. Los guardias vestidos de kaki militar nos lo hacían sentir con la manera agresiva de revisar nuestras maletas y documentos. El ceño fruncido y la escasa amabilidad de sus rostros morenos parecían hablarnos de las ‘bondades’ del régimen al que pertenecían.Un taxi desconocido y rápido conducido por un simpático morenito, en un suspiro nos dejó frente al enorme, vetusto y lujoso hotel, irónicamente llamado “Habana Libre”; reminiscencia arquitectónica de épocas pasadas.Las sonrisas y amabilidad de las recepcionistas, y el cuarto excepcionalmente bien arreglado y confortable con vista a la bahía, nos causaron la primera sorpresa agradable. Los dólares americanos y las tarjetas de crédito eran más que bienvenidos. Espléndidos y hasta fastuosos bufés se servían en cada restaurante.Una gran escalera de mármol en forma de caracol, ostentosa y pasada de moda, conducía a los pisos superiores con sus paredes anticuadamente decoradas con fotografías de capos y huéspedes ilustres de aquella época. La sensación de que el fantasma de algún mafioso se apareciera en un rincón decorado cual película de Mauricio Garcés, era patente a cada paso.El ambiente -que el hotel de ninguna manera tenía la intención de olvidar- todavía se sentía abrigado por los billetes verdes que los ‘patrones’ hacían circular a manos llenas, ajenos a las tragedias que sucedían en el exterior.Fuerte contraste tuvimos al solo cruzar la calle, en donde una multitud de cubanos hacían largas colas con sus pesitos cubanos, para comprar un helado en la famosa nevería “Copelia”.-Los cubanos tenemos nuestra propia moneda- nos dijeron; pero los turistas pueden comprar los “CUC” (Cuba Unidad Convertible) con sus dólares contantes y sonantes. Encontrarán tiendas que solo admiten los CUC’s; y en ocasiones alguna moneda extranjera- nos explicaban haciendo cara de que para ellos todo esto estaba más allá del cielo.El cochecito de renta que nos fue entregado a la puerta del hotel… tenía gasolina ¡solamente para dar la vuelta a la manzana! cosa que ni siquiera conseguimos. Un empujón por un puñado de amables y sonrientes morenos, y un bidón de plástico con el que emprendimos una caminata a la gasolinera más cercana, nos permitieron dedicarnos a conocer al jacarandoso pueblo caribeño.La imagen de Fidel Castro, Camilo Cienfuegos, el Ché Guevara y un puñado de valientes que, habiendo salido de nuestras costas mexicanas, consiguieron llegar a la isla navegando en el pequeño Granma, para tratar de liberar al pueblo del dictador Batista, nos cautivaba sobremanera. La admiración que sentíamos por ellos era patente.Con paciencia y devoción nos dedicamos a revivir sus hazañas, visitando los lugares en donde habían sucedido: Bahía de Cochinos, Camaguey, Cuartel Moncada, Mayarí, la Sierra Maestra y la Granjita Siboney -blanca, roja y toda balaceada- que para nosotros eran templos vivos de las acciones valientes y meritorias que hicieron ese puñado de jóvenes barbudos, para el bien de la nación cubana.Aquellas idealistas imágenes, se fueron desmoronando cada vez que oíamos de viva voz los relatos de las gentes con quienes tuvimos la dicha de convivir durante nuestro recorrido ‘de cabo a rabo’ por la isla: La misteriosa desaparición de Camilo Cienfuegos en un “accidente” durante su vuelo por la isla; La deserción del Ché Guevara por incompatibilidad con las ideas de Fidel; El egocentrismo megalómano de Castro; La desigualdad entre los cubanos y la élite gobernante; El temor a represalias, confesadas a nosotros en secreto por quienes teníamos la ocasión de conocer.La escasez de oportunidades y la desesperanza en que vive la mayoría del pueblo cubano, nos fueron poniendo poco a poco en la cruda realidad.Triste fue el darnos cuenta que alguien que lucha por los derechos de la mayoría combatiendo a quienes la oprimen, acaba por ser el nuevo tirano y opresor, en perjuicio de aquellos por quienes él mismo había luchado. Cuba es a todas luces encantadora: su tierra y su gente… con la desgracia de haber estado bajo la bota de un “héroe” que se extravió en la locura de su egolatría.“La historia nunca lo perdonará”… Vargas Llosa“Comió y se nos fue”… Fox