Sábado, 11 de Octubre 2025
Suplementos | Para todos y por todos Cristo extendió sus brazos en la cruz

¡Hosanna al Hijo de David!

El cristiano no debe dejar pasar esta semana con indiferencia, ni con ignorancia, sino que ha de meditar una perspectiva de fe

Por: EL INFORMADOR

Cristo clavado en la cruz y entre dos malhechores condenados por ser ladrones, no es un vencido, sino un vencedor. ESPECIAL  /

Cristo clavado en la cruz y entre dos malhechores condenados por ser ladrones, no es un vencido, sino un vencedor. ESPECIAL /

     Misterio es la presencia de Dios entre los hombres. Misterio es tener a Dios inmortal anonadado, empequeñecido en la naturaleza del hombre mortal. Misterio este domingo es la entrada triunfal de Cristo en Jerusalén, la ciudad de David, y ser reconocido y aclamado Dios y hombre: Dios igual al Padre y al Santo Espíritu, y hombre descendiente de la estirpe de David.

     Misterio sublime es el misterio de la redención. Redimir es pagar una deuda. Redención es el pago de la deuda de todos los hombres, los hombres de todos los pueblos, de todas las razas, de todos los tiempos.

     Misterio grato al Padre y suficiente con el sacrificio redentor en tres momentos: Pasión, Muerte y Resurrección del Verbo de Dios.

     Ya no eran gratos al Señor los sacrificios de novillos cebados, ni de corderos, ni de ovejas, ni de palomas.

     El único sacrificio agradable y meritorio fue la ofrenda voluntaria del Cordero sin Mancha, Cristo el Redentor.

Esta es Semana Santa  

     Para tan gran misterio, gran celebración. El pueblo creyente ha elevado esta semana sobre todas las semanas del año. Es la cima, es la cumbre, y  el pueblo de Dios emprende el camino desde el Miércoles de Ceniza, a través del desierto de la cuaresma, con oraciones, ayunos y penitencias, para llegar con un corazón nuevo al gozo del misterio pascual.

     El pensamiento fundamental en esta semana es Cristo en el misterio de su pasión, su muerte y su resurrección; por eso es santa la semana y la mayor de todas las semanas.

     Al respecto San Juan Crisóstomo, Padre y Doctor de la Iglesia, escribió: “De ninguna manera es mayor porque tenga más días que las demás semanas, ni que los días tengan mayor número de horas, sino por la grandeza de los misterios que en ella se celebran”.   

“He aquí que tu rey viene a ti montado en un burro, en un burrito hijo de animal de yugo”  
    
Aquí está el rey; ha llegado a la ciudad de David a ser aclamado como el descendiente de David, del trono de Jesé, a ser reconocido. Es el Mesías anunciado por los profetas, el anunciado por los patriarcas, el esperado. No es un guerrero con espada en la mano.

     Es un día de fiesta. Es el más clamoroso triunfo. Es un recibimiendo apoteótico. Es exultación, glorificación, entusiasmo.

     El Padre ha revelado el Misterio a los simples, a los sencillos. Allí está, recíbanlo, aclámenlo. Es rey, el rey esperado, y viene a proclamar un nuevo reinado de mansedumbre. Viene a dejar en la tierra un reino universal. En contraposición de los reyes de la tierra, ha venido en la cabalgadura humilde de los antepasados del pueblo.
 
     Viene de parte de Dios y así lo reciben: “¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!”. Y baten palmas y ramas de árboles, y tiran sus mantos a los pies de la cabalgadura.

     El pueblo está feliz. Mas es una fiesta breve y una alegría efímera, porque el pueblo es multitud y la multitud es masa, y la masa --entonces, después y siempre-- es voluble y pronta para dejar un motivo por otro cualquiera.  

Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, según San Mateo

     Cristo se deja aclamar hoy como el Mesías, pero el pueblo mismo será testigo de que el rey aclamado irá luego a juicio y será condenado. Así será porque el misterio es el dinamismo de la voluntad del Padre, y el Hijo, con su Pasión y su Muerte, viene a triunfar. Algo difícil de caber en los estrechos cálculos de los hombres.

     El hombre siempre espera, ansía, el triunfo, y en la medida de sus posibilidades lo busca. “ Perfeccionar su dominio sobre las cosas creadas, establecer un orden político, económico y social que esté de tal modo al servicio del hombre, que permita a cada uno y a cada grupo afirmar y cultivar su propia dignidad” (Gaudium et Spes).
 Eso es triunfo cuando se mira todo con mirada muy horizontal, muy en la tierra.

     Cristo sube a Jerusalén a triunfar. Así, seis veces les anunció a sus discípulos que sería juzgado, injustamente condenado y levantado en alto, es decir, clavado en una cruz.

     Así subía con la mente clara y generosa entrega el Cordero de Dios, llevado al matadero, y no escondería la mejilla a las bofetadas, ni de sus labios brotaría una sola queja. Así encontraría el triunfo esperado, el triunfo de toda la humanidad.

Gloria, grandeza, majestad y realeza de Cristo

     Cristo clavado en la cruz y entre dos malhechores condenados por ser ladrones, no es un vencido, sino un vencedor.

     Un poeta con extraña sabiduría se plantó ante una imagen de Cristo y le gritó: “¡Así te ves mejor, crucificado!”.

     La más bella imagen de Cristo es cuando desde su trono, la cruz, ceñida su cabeza con regia corona de espinas, con su vestidura real de sangre, abre los labios y suplica:

 “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”. Es verdad así te ves mejor, crucificado. Por eso todos los artistas han plasmado su fe, su amor, su inspiración, en millares y illares de imágenes de Cristo.

Allí en la cruz el amor y la sabiduría

     El Papa San León Magno, en tierno sermón de la pasión del Señor, muestra al pueblo cristiano la profunda doctrina de la cruz con cuatro frases que son una lección para el cristiano, una lección de gracia, de santidad:

“Baja si quieres subir;
pierde si quieres ganar;
sufre si quieres gozar;
muere si quieres vivir”.

¿Qué espera ahora el cristiano?


     El cristiano no debe dejar pasar esta semana con indiferencia, ni con ignorancia, sino que, iluminado por el Espíritu Santo y en comunión con toda la Iglesia, ha de meditar una perspectiva de fe y ver que en la Pasión de Cristo se condensan en estos días y se asumen todos los sufrimientos, desgracias y muertes de los hombres de hoy, hermanos, hijos del mismo Padre. Por todos, para todos, el don de la paz, la concordia, la justicia, la verdad.

     Para todos y por todos Cristo extendió sus brazos en la cruz. Que para todos, singularmente los que más sufren en estos días de violencia, llegue la luz de este Misterio: la acción de sacrificio de Cristo de ayer, de ahora y de siempre.
 
Pbro. José R. Ramírez Mercado

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