Sábado, 23 de Noviembre 2024
Suplementos | Por: David Izazaga

Fatiga Crónica

Casa tomada

Por: EL INFORMADOR

La Policía Federal se ha instalado en Guadalajara, rondando de un lado a otro de la ciudad.  /

La Policía Federal se ha instalado en Guadalajara, rondando de un lado a otro de la ciudad. /

GUADALAJARA, JALISCO (08/OCT/2011).-

-Tuve que cerrar la puerta del pasillo. Han tomado parte del fondo.
Dejó caer el tejido y me miró con sus graves ojos cansados.
-¿Estás seguro?
Asentí.
-Entonces -dijo recogiendo las agujas- tendremos que vivir en este lado.
Julio Cortázar


La señora de edad avanzada que camina mientras lleva en ambas manos dos bolsas de mandado se ha detenido intempestivamente. Recién había tomado Avenida La Paz por la acera sur y justo frente al estacionamiento del banco, poco antes de llegar al hotel que lleva el nombre de la colonia, ya no pudo seguir por la banqueta: hay decenas de patrullas y tanquetas de la Policía Federal y no se han conformado con estacionarse en donde se puede, sino que también lo hacen donde no se puede. Hay un espacio pintado de rojo, que se supone es sagrado, pues es para los bomberos. Y ahí están. Y debajo de la banqueta. Y arriba.

La señora ha dejado sus bolsas en el piso. El Sol de octubre parece olvidar que ya no debe calentar como en primavera y cae con fuerza sobre su pelo cano. También sobre los cascos de los policías federales que matan el tiempo mirando como si no miraran. Hay uno que está adentro del hotel, en una especie de terracita que les han acondicionado y con el arma lista, como esperando a que se asome Terminator.

La señora conviene que lo mejor será cruzar la avenida y acogerse a que la acera sur esté más despejada. Pero no. También ahí hay patrullas y tanquetas y más policías que solos o en parejas parecen cuidar las valiosas banquetas de la colonia Lafayette. Como puede, haciéndose la flaquita, malabareando con sus bolsas y sus reumas, logra salir airosa de esa carrera de obstáculos que le han puesto. Compitió y ganó, sin siquiera ser deportista panamericana.

***

A las dos de la tarde la fila de autos que se forma sobre la Avenida La Paz a su cruce con Chapultepec puede llegar a ser de al menos cuatro o cinco cuadras. Lo que significa que ese atorón puede llegar a costar de 10 a 12 minutos, los cuales parecen multiplicarse con el Sol pegando a plomo sobre los toldos de los autos.

El calor, el hambre y la prisa por llegar parecen detener las manecillas del minutero. A todo lo anterior se suma ahora que, cuando los autos logran atravesar Chapultepec, se encuentran con que la media cuadra de Avenida La Paz que va hacia Marsella se convierte en un tapón. No sólo porque hay decenas de camiones estacionados correctamente (aunque de ambos lados), sino porque no faltan las patrullas en doble fila, los autos que quieren entrar o salir al estacionamiento del banco, al templo que está del lado derecho o a alguna de las decenas de cocheras que se encuentran en ese tramo. Y los taxis del sitio del hotel y los camiones y minibuses que tienen su parada justo en esa cuadra.

Quienes van subidos en el minibús ruta 51, observan, mientras el camión avanza a vuelta de rueda, cómo los federales que han venido a cuidar a la ciudad durante los Juegos Panamericanos están ahí, unos a la entrada del hotel, otros bajo la sombrita de un árbol y algunos más arriba de las patrullas, sosteniendo sus armas y apuntando con ellas a donde apunta su mirada. Intimidan a cualquiera.

Es curioso ver cómo cuando muchos caminan por ese tramo de la avenida lo hacen de manera más rápida, sin querer voltear a ver demasiado, como queriendo pasar inadvertidos, hasta sudando un poco más. Y es que, paradójicamente, entre tan ampulosa seguridad se suele sentir uno menos seguro.

***

Parado sobre el camellón de Chapultepec espero a que se ponga el alto para cruzar. Mientras, observo una de esas horripilantes esculturas de las que hay por toda la ciudad y que dicen son rosas.

Un limpiador de parabrisas le grita a su amigo: ¡vente, hay que sentarnos junto al “mojón”! Y van y se sientan junto a la rosa, “intervenida” con dibujos varios. En eso, se escucha la sirena de una patrulla, acompañada de esa clásica chicharra que avisa que la prisa es seria, que hay que quitarse.

Observo cómo los automovilistas, lo primero que hacen al escuchar la sirena y la chicharra es paralizarse. Como si el ruidito que escuchan fuera la orden de “engarróteseme ahí”. Hasta que los cláxones de los demás autos los vuelven a la realidad, es cuando se aprestan a moverse… erráticamente. Sí, no saben qué hacer, en sus ojos se les ve que quisieran bajarse del auto y dejarlo ahí, escurrirse en el asiento y quedarse allá abajo hasta que la emergencia pase o de plano hacerse los sordos, los ciegos, los muertos.

El caos es asombroso: por la Avenida Vallarta viene un convoy de patrullas y tanquetas de la Policía Federal y por Chapultepec una ambulancia, de esas que no son ni verdes ni rojas. ¿Quién debería de pasar primero? ¿Cómo ahí qué?

Yo mejor volteo la mirada hacia la rosa del camellón.

david.izazaga@gmail.com

Tapatío

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